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¿Brecha de género o generacional? Por qué ellos seguirán cobrando más que ellas
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ESTUDIO EN EEUU, ITALIA, CANADÁ Y REINO UNIDO

¿Brecha de género o generacional? Por qué ellos seguirán cobrando más que ellas

La diferencia salarial entre hombres y mujeres cada vez se reduce a un menor ritmo y jamás convergerá. El efecto de la jubilación de los 'boomers' es ya el único factor que la acorta

Foto: Una joven revisa su ordenador en una oficina. (Pexels)
Una joven revisa su ordenador en una oficina. (Pexels)
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Tendemos a pensar que las mujeres, cada vez más formadas, entran en el mercado laboral con mejores salarios, que una vez allí han roto el techo de cristal que les impedía tener carreras más ambiciosas y que por eso la brecha de género se seguirá reduciendo hasta llegar a la plena igualdad de ingresos con los hombres. Pero resulta que ni lo primero ni lo segundo es cierto, y lo tercero jamás se producirá. Al menos en Estados Unidos. Ni en Italia. Tampoco en el Reino Unido o Canadá. Son los cuatro países que analiza este estudio de NBER —la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU— sobre las causas de un hecho preocupante: el diferencial retributivo entre ambos sexos cada vez se reduce a una menor velocidad.

En realidad, la brecha más importante es la generacional. En el último cuarto de siglo, la de género se ha ido estrechando simplemente porque la generación silenciosa (nacidos entre 1928 y 1946), y especialmente los boomers (1946-1964), se han ido jubilando. Por motivos históricos obvios, en estas camadas existía un abismo entre los sueldos de los hombres y de las mujeres. Al desaparecer del mercado laboral, el gap se reduce inevitablemente. Es lo que en economía se conoce como efecto composición, y lo que en la calle se resume como pan para hoy y hambre para mañana.

En Estados Unidos, por ejemplo, cada vez quedan menos de los nacidos en torno al ecuador del siglo pasado por jubilarse. En el gráfico siguiente, que solo incluye a los trabajadores de hasta 50 años —para evitar los efectos distorsionadores de la elección de una u otra edad de retiro—, la cohorte amarilla (1962-1966) y posteriores ya no llegan al final, mientras que en las que sí lo hacen se ve cómo a lo largo de la vida laboral la brecha salarial no hace más que aumentar: los hombres mejoran más que las mujeres con el paso del tiempo.

Pero la clave está en el principio. La generación amarilla, que entró en el mercado de trabajo a finales de los años ochenta, redujo enormemente su brecha salarial de género respecto a la anterior, que lo había hecho a mediados de la década. Y lo mismo pasó con la cohorte azul claro, que entró a mediados de los noventa. Es la última que lo consiguió. Desde entonces, el diferencial en el llamado entry level se ha estancado: las mujeres de las nuevas generaciones (rosa, verde...) están, a los 25 años, a la misma distancia de los hombres que las anteriores.

La brecha, que a lo largo del siglo XX había ido estrechándose gracias a esa incorporación de féminas cada vez menos alejadas de sus pares, ya no se puede reducir por ahí. Según los autores, esto hace que, desde mediados de los noventa, el ritmo de convergencia se haya ido ralentizando, al fiarlo todo a la salida de las generaciones anteriores. "Aún más decepcionante es el hecho de que la convergencia entre hombres y mujeres en los resultados de ingreso que duró hasta mediados de la década de 1990 no se debió a las mejores perspectivas para las mujeres más jóvenes, sino más bien a resultados desproporcionadamente peores para los hombres más jóvenes", añaden.

Efectivamente, lo que había ocurrido durante el siglo pasado es que los varones jóvenes perdieron muy rápidamente posiciones en la distribución salarial, al pasar del percentil 50 (en la mitad de la tabla) al 39 (en la zona baja) entre 1976 y 1995. Ese proceso se produjo mientras los silentes y, sobre todo, los boomers, iban acaparando todos los puestos de responsabilidad, bloqueando el acceso de las siguientes generaciones a los mayores escalafones salariales, especialmente en las compañías que mejor pagan. Como consecuencia, los hombres del entry level empezaron a sufrir la misma situación de infrarrepresentación que las mujeres en esos ámbitos.

"No está previsto que la brecha desaparezca en los países de altos ingresos de nuestra muestra"

Es lo que se ha llegado a categorizar como la generación tapón, que con la llegada del nuevo siglo se empezó a retirar —en el caso de España, el proceso va con un cierto retraso, ya que los boomers nacieron más tarde—, provocando una estabilización de la situación. En el caso del género femenino, la posición relativa de quienes entran al mercado laboral apenas ha variado en el último medio siglo. Como consecuencia, la brecha se cerró mucho más rápido antes de los noventa que después, cuando los hombres jóvenes han conseguido, al menos, detener el declive que arrastraban.

Este proceso demuestra cómo la cuestión generacional ha ido adquiriendo una relevancia cada vez mayor como factor explicativo del estrechamiento de la brecha de género, hasta el punto de ralentizarla. Si en el conjunto del período estudiado la brecha salarial de entrada (convergencia al ingreso) explica un tercio de la reducción y la jubilación de las cohortes de mayor edad los dos tercios restantes (convergencia a la salida), en las últimas dos décadas "la brecha salarial de género se ha ido reduciendo debido casi exclusivamente a la convergencia a través de la salida, dado que la convergencia a través de la entrada se detuvo a mediados de los años noventa", concluyen Jaime Arellano-Bover, Nicola Bianchi, Salvatore Lattanzio y Matteo Paradisi, los autores del estudio.

Las consecuencias de esta realidad resultan demoledoras de cara al futuro, y desafían el discurso optimista de los principales organismos internacionales: "A diferencia de los pronósticos basados ​​en tendencias en la brecha salarial de género agregada (por ejemplo, las del Foro Económico Mundial), que generalmente predicen que los ingresos medios de hombres y mujeres coincidirán en unas pocas décadas, proyectamos que no está previsto que la brecha salarial desaparezca en los países de altos ingresos de nuestra muestra. En el mejor de los casos, y en ausencia de rupturas estructurales en el mercado laboral, la brecha salarial de género convergerá al nivel observado entre los recién incorporados al mercado laboral".

Foto: Los hombres son mayoría en muchos empleos de baja cualificación. (EFE)

Como se puede apreciar en el gráfico, este último es claramente inferior al que se registraba en el siglo XX, pero está estancado desde la llegada del XXI. Cabe preguntarse por qué, teniendo en cuenta que en los niveles de entrada influye más el rendimiento académico, superior en las mujeres, que otros factores que sí pueden condicionar su trayectoria laboral posterior y perjudicar sus expectativas salariales, como la maternidad o los cuidados.

Los investigadores han echado mano de encuestas sobre la comunidad universitaria en Estados Unidos para volver a topar con el efecto composición: el 63% de la brecha al inicio de la carrera profesional tiene que ver con la especialidad universitaria de la que proceden unos y otras. Es decir, no se trata tanto de que las mujeres cobren menos en los mismos sectores como al hecho de que los hombres están en los sectores que pagan más. Enseguida, aparece un hecho recurrente, también en España: la menor propensión de ellas a elegir carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), que son las mejor remuneradas.

"Estos hallazgos son consistentes con las predicciones de nuestro modelo, que indica que un mayor número de trabajadores mayores no puede reducir aún más la brecha salarial de género cuando en la mayoría de los trabajadores restantes el diferencial de ingresos entre hombres y mujeres más jóvenes depende de las opciones educativas anteriores a la entrada al mercado laboral", sentencian los autores. El modelo que fiaba la reducción de la brecha a la jubilación de los boomers empieza a agotarse. Como siempre, la solución real solo llegará a través de la educación. O quizá no: es muy difícil saber hasta qué punto la mayor querencia de las mujeres por unas carreras y de los hombres por otras es innata o se debe a los sesgos de género que aún impregnan la sociedad en la que vivimos.

Tendemos a pensar que las mujeres, cada vez más formadas, entran en el mercado laboral con mejores salarios, que una vez allí han roto el techo de cristal que les impedía tener carreras más ambiciosas y que por eso la brecha de género se seguirá reduciendo hasta llegar a la plena igualdad de ingresos con los hombres. Pero resulta que ni lo primero ni lo segundo es cierto, y lo tercero jamás se producirá. Al menos en Estados Unidos. Ni en Italia. Tampoco en el Reino Unido o Canadá. Son los cuatro países que analiza este estudio de NBER —la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU— sobre las causas de un hecho preocupante: el diferencial retributivo entre ambos sexos cada vez se reduce a una menor velocidad.

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