Exposiciones

'LA SOLE', 'LA PACA' O 'LA ROSITA': UNA ODA COSTUMBRISTA A LAS 'SEÑORAS' DE LA POSGUERRA

Por Pilar Gómez Rodríguez

Amigas del IMSERSO, 2023

Es el pintor de las señoras y de las ‘Señoras’, pues así se titula su último trabajo en el que las mujeres representadas llevan ropas de colores y estampados chillones, sesenteros, que se funden con los del papel pintado y un entorno que por fin deja atrás el negro y blanco. Antonio Ovejero recupera en sus cuadros el costumbrismo propio de una época.

Hay que hablar de ellas, sí, porque durante mucho tiempo callaron o las hicieron callar y dedicarse a sus calladas labores... Hay que hablar de ellas porque la voz les es debida, así como el espacio y hasta el color: el protagonismo, en definitiva, de un tiempo que las borró demasiadas veces. Así aparecen, en ocasiones, en las obras de Antonio Ovejero, pintor valenciano nacido en los últimos días del siglo pasado en una familia de tradición artística. De padre pintor, hermano pintor… “En mi infancia, mi padre nos llevaba a mis hermanos y a mí al Círculo de Bellas Artes y allí pasábamos muchos momentos viendo las exposiciones, y cómo los artistas se picaban jugando al ajedrez. El olor a aguarrás, los pinceles, los lienzos y el óleo han sido elementos en mi casa tan básicos como una mesa o una silla”.

En su infancia también pasaron otras cosas directamente relacionadas con el curso que su arte iba a tomar. Pasaba mucho tiempo con sus abuelos y —matiza— “a día de hoy sigo pasándolo: de hecho, esta mañana he estado en el mercadillo con mi abuela”. El cariño se forjó en esa época de veranos inacabables y padres ausentes, cuando ir al pueblo era sinónimo de ir a la libertad… o, bueno, se parecía mucho. “Mis abuelos maternos son de Cuenca, de Casas de Guijarro y Pozoamargo, y, en los veranos, siempre pasaba un mes con ellos en el pueblo. Recuerdo que, cuando bajaba un poco el sol, mi abuelo sacaba la manguera del patio, regaba la calle para que hiciera más fresquito y todos los vecinos sacaban sus sillas para tomar la fresca; ahí estaba yo también. Me encantaban esos momentos de tertulia que se alargaban hasta las tantas. Creo que de esos recuerdos de infancia es donde nace mi entusiasmo por el costumbrismo, las conversaciones e historias de las que hablaban, desde la receta de una tarta, hasta los hastíos de la guerra. Me acuerdo de una conversación con mi abuela en la que me contó que su madre había estado de luto desde los 19 años hasta los 83 que murió. Me impactó mucho”.

A la fresca, 2022

Tanto le impactó que años después le iba a dedicar una serie pictórica… que es más que una serie pictórica: es una investigación sobre el luto, sus razones y sus consecuencias a base de testimonios y documentación recogida. “Para el proyecto de ‘Mujeres sin color. Relatos sobre el luto’ —explica Ovejero—, hice un documental de mujeres que habían realizado el rito del luto o que habían estado cerca a este en el entorno del hogar. A través de sus archivos fotográficos y otros encontrados fui desarrollando la obra pictórica. La verdad es que todas las entrevistas fueron destacables, porque en cada una de ellas se veía una parte de melancolía y de dolor hacia lo vivido, pero hubo una que me marcó: la de Remedios, que este año va a cumplir los cien. Ella me contó sus vivencias en la España de guerra y posguerra, haciéndome un replanteamiento del luto como un acto de deber. Recuerdo unas frases que me parecieron muy impactantes, conmovedoras: ”Se murió mi padre, y el luto desde los pies a la cabeza. Vestida de negro, medias negras, zapatos negros… No cantaba ni para dormir al niño, nada. Poner música, tampoco; hacer jaleo, tampoco, porque luego hablaban (…). Yo he llevado el luto de mi padre hasta que se me rompió la ropa”.

Y es que el ritual del luto no solo hablaba del dolor personal de una pérdida, sino que atendía y se debía a poderosas convenciones sociales: tan importante era sentir el luto como exteriorizarlo, llevarlo y que los demás lo supieran y lo vieran, no fuera a ser que les diera por hablar, como bien decía Remedios. De las historias que le llegaban a través de su propia abuela y de estas mujeres, Ovejero conoció la ferocidad de “una sociedad marcada por la guerra civil y los estragos de la posguerra, donde las mujeres llevaban el peso de representar la muerte. Las señoras de las que hablo son esas mujeres que han vivido una infancia marcada por el qué dirán y las convicciones de una España de escasez, y en cuya edad madura no han podido disfrutar de una vida mejor. Esas mujeres que son madres, abuelas e incluso bisabuelas, que son las abuelas de nuestra sociedad”. Esas, son ellas, sí, las señoras.

Juncos de río, 2022
La playa, 2022

Arte basado en historias reales

Las que se repantingan en la silla con la manos sobre la barriga; las que resguardan una mano en el escote, por debajo de la blusa; las de ‘no sin mi bolso’; las del brazo mullidito… Sí, son ellas, sí. Las vemos mejor si cerramos los ojos. La sorpresa es que, como el dinosaurio de Monterroso, si hablamos de las obras de Ovejero, siguen allí al abrirlos. Así las cosas, ¿tendrá el retratista de señoras una definición de señora? “Para mí, una señora es una mujer de edad avanzada que coge su silla de plástico y sale a tomar el fresco con su mejor vestido”. Mediante su trabajo, él las reivindica con sus expresiones, sus gestos, sus vestidos y sus ineludibles batas —porque son lo más fresquito— de señora.

Pero la reivindicación también tiene palabras y Ovejero se las pone: “Hay que honrar y conmemorar las vivencias de las mujeres que han estado sometidas a los encorsetamientos sociales impuestos, condicionadas por la moral de una España no tan lejana. Durante los años cuarenta y cincuenta, las gentes vivían en su mayoría en un entorno rural. Dentro de estas microsociedades de escasos recursos, la moral se regía en su mayor parte por el legado católico que iba de la mano del sistema dictatorial. Era una sociedad de deberes, en la que no se admitía el incumplimiento de las normas. Por eso hay que hablar de la Paca, la Conchita, la Pruden, la Fernanda. Ellas son nuestras madres, nuestras abuelas, ellas son nuestros antecedentes, nuestras familias y nuestra memoria colectiva. Por eso hay que darles voz y reflejar parte de sus vidas. Visibilizarlas, no solo para mostrar su pasado, sino su presente, honrando a esas mujeres que siguen viviendo con nosotros, y que tras años de luchas silenciadas y constantes han podido llevar a sus familias adelante y disfrutar, al menos en su vejez, de una vida con menos restricciones”.

La Paca, 2023

La serie más reciente hasta la fecha de Antonio Ovejero se titula así precisamente, ‘Señoras’. ‘La Boni’, ‘La Rosita’, ‘La Sole’ o ‘Las amigas del Imserso’ aparecen en los títulos de los cuadros, pero también son ellas, las mujeres que en mayor o menor dosis de realidad están detrás de esas imágenes: “Yo siempre digo que mi obra es como una película basada en hechos reales, donde actrices y actores encarnan la vivencia personal, con nombres y apellidos, pero también se genera una ficción de hechos y personajes para poder zanjar de manera completa la película. Mi obra también es así: hay mucho de verdad, porque los temas de los que trato no son inventados, son reales, basados en testimonios y vivencias de mujeres que representan nuestra historia más reciente, pero en la pintura de muchas no tengo datos de su vida al completo. En la investigación documental de mi proyecto sobre el luto, como he contado antes, las mujeres me cedían archivos fotográficos. A partir de ellos realicé mi obra pictórica, pero también a partir de fotografías encontradas o compradas en mercadillos. La base conceptual del proyecto nace del testimonio y su materialización es la representación del imaginario que yo he generado a través de ellas. En ‘Señoras’ decidí ponerles los nombres: la Paca, la Conchita, la Mercedes… Algunas son mujeres que han existido y otras inventadas, pero —a mi parecer— en conjunto representan el puro costumbrismo de nuestra historia más reciente”.

La Boni, 2022
La Pruden, 2023

El origen de ese proyecto tiene una señora real: “Mi abuela Fernanda, la señora por excelencia”. Alguien que le ha inspirado artísticamente y le ha enseñado vitalmente. ¿Por ejemplo? “Mi abuela ha sido modista toda la vida. Hizo corte y confección de muy joven y cuando llegó a Valencia se puso a coser para ganar un sueldo. Recuerdo, de pequeño, decirle a mi abuela, “yaya, con lo bien que coses y el gusto que tienes, ¿por qué nunca abriste una boutique en el centro, o te pusiste a trabajar en alguna?”, trasmitiéndole que yo tenía claro que, de ese modo, hubiera tenido más prestigio en lo suyo. Y ella me respondió: ”Porque cuando yo salí del pueblo y llegué a Valencia, al Barrio de la Luz, me puse a coser para las mujeres de mi barrio, con los precios para las mujeres de mi barrio, y así lo quise hacer”. Esas palabras fueron el detonante de ‘Señoras’ porque le permitía recuperar la vida de las mujeres que, en el éxodo rural de España, migraron a los barrios de las ciudades más grandes de Valencia, Madrid o Barcelona, entre otras, para buscar una vida mejor. “En este proyecto represento a mujeres de la época, utilizando los estampados como eje fundamental en la plástica del proyecto. Es un poco como si fueran las mujeres a las que ha vestido mi abuela”.

Del negro al color

“Es curioso, porque es como si hubiera seguido una cronología —explica Ovejero—. En mi trabajo sobre el luto, hablaba de una generación de mujeres de la España rural de posguerra, en la que los ritos y tradiciones eran el pan de cada día, con el negro como eje fundamental de la vestimenta del luto, el rito que ligaba sus vidas a la representación de la muerte”. Pero pasó el tiempo y esas mujeres pusieron muchas veces tierra de por medio, que no solo se medía en kilómetros sino en revisión crítica de esas tradiciones y en ansias de libertad, fueran conscientes de ello o no. Y se notó.

Detalle de la Conchita, 2022

De la misma manera en que antes el luto y el negro todo lo impregnaba y tenía que ser bien visible, su nueva vida recién nacida al color también debía verse en estampados imposibles que vestían las paredes de sus casas y a sí mismas: “Con ‘Señoras’ quise hablar de esas mujeres que alrededor de los años 60 se mudaron de la España rural, en busca de una vida mejor. Y quise que el color fuera primordial en este proyecto, como una marca de desapego de la España en blanco y negro. Para ello he utilizado los estampados característicos de los 60 y 70, que reflejan un aire de cambio y de necesidad de expresión. Las escenas que represento de las señoras son en lugares del hogar, donde el papel pintado se funde con la figura de la mujer, o en escenas de la calle, donde aparece la urbe, o los primeros viajes costeros a Benidorm, como elementos de esa ruptura con el pasado, pero con la memoria de una juventud gris. Es como si de lo lúgubre y lo oscuro fuera emergiendo poco a poco el color”.

Las señoras y la técnica

La mayoría de los cuadros de las series de las que se ha hablado se describen en las cartelas como “técnica mixta sobre tabla”. Sus imágenes son tan potentes, tan emocionales que a punto se está de esquivar la pregunta por la técnica. “Suelo utilizar diferentes técnicas plásticas para generar contrastes matéricos y conseguir los resultados que quiero plasmar. Utilizo la transferencia, la serigrafía y la pintura al óleo y acrílica. Por ejemplo, en las obras de ‘Señoras’, utilizo la serigrafía para realizar los estampados de los vestidos, ya que, con esta técnica, la precisión de la pintura es mayor que con un pincel y se genera un acabado más profesional. De hecho, la serigrafía se utiliza para hacer diferentes motivos en camisetas y vestidos. A mi parecer la obra se enriquece con la variación de elementos plásticos que la construyen. Siempre intercalo las diferentes técnicas plásticas con el óleo, para conseguir la figuración que representa estas escenas y a estas mujeres, a estas señoras”.

La Rosita, 2023
Detalle de la Dolores, 2023

Su próxima parada, una exposición que se celebrará a finales del mes de mayo en la galería Corner Gallery & Studio, de Carabanchel. No estarán solas, sino en compañía de obras de Avelino Sala, Miguel Scheroff, Jorge García, Chus García Fraile, o Iván Argüello. Se alegrarán de ello porque las señoras son muy sociables; les gusta hablar de lo que pasa, deja de pasar o de “que viene mi prima Vera". Ese es el espacio donde las señoras de Antonio Ovejero desplegarán sus sillas de plástico para sentarse con sus mejores galas.