Calendario Pirelli: ¿cosificación de la mujer, arte o ninguna de las dos cosas?

Una imponente Christy Turlington con un corpiño metálico que deja sus pechos al descubierto y una Naomi Campbell únicamente ataviada con escasas láminas de pan de oro reciben al visitante de ‘L'Eterna Bellezza’, la mayor retrospectiva del Calendario Pirelli que se puede ver estos días en FotoNostrum, en Barcelona. Ambas fueron retratadas por Richard Avedon en la edición de 1995 del famoso almanaque.

‘The Cal’, como enseguida se bautizó al calendario, destacó por encima de los otros que había también con chicas desnudas, por los prestigiosos fotógrafos que retrataban a las ‘top models’ y su cuidadísima estética. Todo empezó en 1964 con una sesión de Robert Freeman, retratista de Los Beatles, a tres modelos en Mallorca, con la idea de crear un almanaque que se desmarcase de la competencia. El objetivo no era otro que vender neumáticos. Y en aquella época, para vender neumáticos (o lo que fuese) en sectores copados por hombres, no había nada mejor que el cuerpo de la mujer.

“En los años 60, la mujer estaba presente en la publicidad como una 'pinup'. Lo sexi atraía a la audiencia. Y eso forma parte también de la historia del calendario y es imposible no enseñarlo”, apunta Amedeo M.Turello, comisario de la exposición y conservador de la Colección Pirelli desde 2015. Como tampoco se pueden obviar sesiones más explícitas, rozando lo pornográfico, del retorcido Terry Richardson, o las composiciones de Uwe Ommer, como una en la que aparecen glúteos femeninos ‘vestidos’ con marcas de neumáticos.

Con el paso de los años y los cambios sociales, el calendario evolucionó y se convirtió en un icono de la moda y un reflejo de la evolución de la mujer en la sociedad occidental. Y si hay un punto de inflexión de lo sexual a lo conceptual o lo aséptico, este es el año 2016, y su responsable, Annie Leibovitz, que decidió reemplazar las explosivas 'calendar girls' de Steven Meisel por retratos de mujeres sin un físico dentro del cánon de belleza normativa como Patti Smith, Yoko Ono, Amy Schumer o Serena Williams.

Luego, en 2017, Peter Lindbergh dijo, sobre su sesión de claroscuros y primeros planos a actrices como Nicole Kidman, Julianne Moore, Penélope Cruz o Robin Wright, que, “en una época en la que las mujeres están representadas en los medios y en todas partes como embajadoras de la perfección y la juventud, pensé que era importante recordarles a todos que existe una belleza diferente, más real y veraz y no manipulada por intereses comerciales o de otro tipo. Una belleza que habla de la individualidad, del coraje de ser uno mismo y de la propia sensibilidad privada”.

450 fotografías de 41 artistas distintos

Tres amigas alrededor de los 70 años se detienen ante una bronceada Giselle Bundchen, toda embadurnada en aceite y apoyada en una pared, que hace ademán de bajarse la braga del bikini (Mert Alas & Markus Piggot, 2006). Muy cerca está Cindy Crawford, completamente desnuda, agarrándose a unas cortinas metálicas que le cubren parte de los pechos y el pubis (Herb Ritts, 1994) y también Monica Bellucci mostrando sus exuberantes pechos sin filtro alguno (Avedon, 1997). “A mí no se me hace raro ver a todas estas chicas desnudas; en mi época estábamos tan acostumbradas a este tipo de fotos, que lo vemos como algo normal. Y son mujeres bellísimas; tienen cuerpos para lucir”, declara una de ellas.

Para dos visitantes hombres de mediana edad que se dedican a la fotografía, ‘The Cal’ “no hay que entenderlo como mujeres enseñando los pechos, sino como arte, pero es verdad que todo está en los ojos de quien mira estas imágenes, cada cual lo interpreta a su manera”, espeta uno de ellos refiriéndose a una foto en la que una modelo está lamiendo un polo de fresa.

De manera similar piensan dos amigas inglesas: “Por mucho que se hable de hipersexualización o cosificación de la mujer, en este contexto, lo que estamos viendo es historia de la fotografía y del arte, sin olvidar tampoco que muchas de las modelos que posaron para estas fotos estaban acostumbradas a mostrar sus cuerpos de forma natural, y que además, en varias ocasiones quienes las fotografiaban eran también mujeres”, dicen.

Hay toda una pared cubierta con primeros planos en blanco y negro de Lindbergh: Nicole Kidman, Rooney Mara, Robin Wright, Jessica Chastain o Penélope Cruz. “Nosotros nos quedamos con estas imágenes, sin dudarlo”, afirma una pareja de unos 40 años. “Son las que nos parecen más elegantes; las chicas desnudas no aportan gran cosa”. También señalan como buenas fotos las de Sofia Loren riendo a la cámara, Yoko Ono vestida de Cabaret o Rosalía en el papel de la shakesperiana Julieta para la edición de 2020.

Para el comisario de la exposición, “‘The Cal’ es único y una de las razones es que detrás hay una compañía que lo que produce son neumáticos, así que da libertad total a los artistas”. Desde FotoNostrum quieren destacar que “no es solo fotografía; es moda, estética. Y es también una herramienta de reivindicación para desafiar los cánones de belleza tradicionales, romper estereotipos y promulgar la aceptación del cuerpo y provocar debate alrededor de la representatividad de la mujer dentro de los medios de comunicación”.

Lo cierto es que el calendario Pirelli no está a la venta: tan solo se distribuye entre los clientes más exclusivos de la marca y la presentación de sus distintas ediciones se considera un evento exclusivo dentro del mundo de la moda. Varias ediciones incluso han sido subastadas en galas benéficas. En Austria por ejemplo, se vendió un ejemplar en 1989 por 84.000 dólares; en Christie 's, una colección superó las 2.000 libras en 1975, y una edición del 2003 se subastó en e-Bay por 13.000 euros (que se destinaron a la construcción de una escuela en Sierra Leona). Cada año solo se editan 17.000 calendarios Pirelli.

La última fotógrafa a la que se le ha solicitado el encargo de la 49 edición del calendario es también una mujer, Emma Summerton, conocida por ser habitual de la revista Vogue y por haber retratado a estrellas. Para esta ha sido imprescindible “dar voz a las mujeres, que no fueran solo imágenes, sino auténticas musas”. Y así, por ejemplo, muestra a una discreta Karlie Kloss con un etéreo vestido que se desdibuja en cristales azules y anaranjados por el efecto de un prisma, o a Sasha Pivovarova vestida con flecos de llamativos colores, sentada en un sofá, sin mostrar más que la piel de sus brazos.