Protagonistas

Vasconcelos y la lámpara de los tampones: "De lejos les gustaba, de cerca mostraban asco"

Por SOL G. MORENO

La artista trabajando en uno de sus dibujos en 2016 Fotografía: Atelier Joana Vasconcelos

Es una de las pocas mujeres que se atreve con la escultura monumental, quizá porque es de las escasas afortunadas con los medios para hacerlo. Sus enormes piezas, más cercanas al savoir-faire que a la típica saudade, han inundado de fantasía cada rincón donde se han expuesto; pero no se confundan, muchas poseen un contenido reivindicativo. El humor y la ironía son sus mejores armas.

E s una rara avis del arte. Primero, porque ha conseguido hacerse un hueco en este mundo sin una galería que la representase; segundo, porque afronta proyectos millonarios, privilegio habitualmente acotado a los hombres; y tercero, porque nunca abandona su sonrisa perenne, ni siquiera cuando la conexión falla al otro lado de la línea. Desmesurada, provocadora e irónica, Joana Vasconcelos (París, 1971) es una autora que abandonó los tatamis para dedicarse a concebir esculturas con las que interpelar al espectador.

Durante un tiempo fue conocida como “la artista de los tampones” por su ocurrencia de crear una lámpara de araña con miles de estos productos femeninos, pero aquello se quedó en una simple anécdota cuando vimos cómo cualquier objeto doméstico y tradicionalmente relacionado con la mujer se convertía en material artístico: cacerolas, planchas, hilo de coser, ganchillo o muñecas. Su carrera despegó internacionalmente en 2005, cuando participó en la Bienal de Venecia, y en 2012 aseguró su reinado al convertirse en la primera mujer en exponer en el Palacio de Versalles (con récord de visitas, por cierto).

En los últimos meses ha inaugurado el Árbol de la vida en París y Tarta de boda en Waddesdon Manor, el castillo británico de la familia Rothschild. Está eufórica y recién llegada de Inglaterra.

Joana Vasconcelos. Tarta de boda, 2023.

Por fin podemos visitar Tarta de boda. Estaría deseando verla terminada, después de cinco años de trabajo.

Sí, es un proyecto muy ambicioso que nos ha llevado su tiempo. Hubo un momento en el que los trabajos no avanzaron nada, afortunadamente la cosa empezó a ir a mejor y lo hemos conseguido presentar la semana pasada. Es una pieza que tiene que ver con el matrimonio y con sus símbolos: el anillo, el vestido de novia y la tarta. Se trata de una obra inmersiva que aúna cerámica, pastelería y arquitectura. La concebí como un templo de amor. Ya había hecho el vestido para la Bienal de Venecia con Rosa Martínez y el anillo para el Guggenheim de Bilbao, así que solo me faltaba la tarta.

¿Cómo surgió este proyecto?

La familia Rothschild me preguntó qué trabajos tenía entre manos, yo le hablé de un par de ellos y les gustó la idea del pastel nupcial.

Otra pieza reciente es Árbol de la vida. ¡Ha quedado espectacular en la capilla francesa!

Gracias. Honestamente creo que es un trabajo magnífico, con una belleza especial. Mide 13 metros y está hecho con 100.000 hojas bordadas a mano durante el confinamiento. Cuando tuvimos que recluirnos aprovechamos para avanzar en el desarrollo de esta pieza y la gente se puso a bordar en sus casas. Tiene una centralidad muy grande con la capilla gótica.

Joana Vasconcelos. Árbol de la vida, 2023
Joana Vasconcelos. Árbol de la vida, 2023

He leído que se inspiró en Apolo y Dafne de Bernini. ¿Qué otros artistas le influyen en su obra?

Así es, porque al principio este proyecto estaba pensado para Villa Borghese y no salió adelante. Cuando más tarde surgió la oportunidad de recuperarlo y tuve que desarrollar la parte conceptual, ya tenía una idea en mente, aunque fue preciso adaptarla físicamente al espacio de la Saint Chapelle de Vicennes. Con respecto a las influencias, he hecho cosas relacionadas con el botellero de Duchamp y el Surrealismo me interesa mucho, sobre todo Dalí y Miró.

Así que tuvo que esperar años para desarrollar el árbol… ¿Es normal que sus proyectos no salgan adelante?

A veces tienen que encontrar el momento correcto, el espacio y el cliente adecuado. Hay demasiadas cosas que tienen que funcionar, pero normalmente pasa así y hay que tener paciencia.

A lo largo de estas tres décadas ha utilizado el bordado, la cerámica, espejos, teléfonos, plumas y fusiles de juguete. ¿Cuál es el material más extraño con el que ha trabajado?

Creo que los tampones. Quería hablar de un tema tabú como es la sexualidad femenina y decidí hacer una lámpara llena de tampones a la que titulé La novia (en alusión a los vestidos nupciales blancos que representan la pureza y la virginidad). Recuerdo ir a la empresa Johnson & Johnson y hablar con una ingeniera para explicarle que necesitaba 14.000 tampones, ella me miraba con cara de “Tú estás loca!”. Pero entendió el concepto y me consiguió el patrocinio del material, porque yo no tenía presupuesto. La idea era utilizar un elemento íntimo que no estuviera muy aceptado, pero a la vez doméstico y común. Recuerdo que fue un proceso muy loco y que todo el mundo quedó impactado.

Joana Vasconcelos. La novia, 2005

¿Y cómo reaccionó el público al ver la obra?

Era divertidísimo ver las actitudes de la gente. De lejos les gustaba: la lámpara era enorme y además brillaba, porque no quité el plástico a los tampones. Luego cuando se acercaban, veías cómo sus caras cambiaban a disgusto o asco, como diciendo: “¿Pero qué es esto?”. Esa pieza tenía una doble mirada que es muy interesante y sigue siendo así: cada vez que se expone la gente reacciona de la misma forma. Durante muchos años la gente me conocía como la artista de los tampones, entonces decidí que tenía que hacer otras piezas para no ser recordada toda la vida así. Por eso hice el corazón, los zapatos de Marilyn y las enormes esculturas bordadas de las Valquirias.

Ahora dibuja, pinta, construye obras monumentales y colabora con grandes firmas de diseño. ¿Con qué faceta disfruta más?

Yo creo que todo depende del momento. Disfruto siempre del proyecto que estoy haciendo porque es el último. Es el que más me gusta porque aún no está hecho.

¿Cómo empezó en esto del arte?

Vengo de una familia de artistas: mi abuela era pintora y mi padre fotógrafo, entonces yo crecí en ese ambiente. A los 15 años me fui a la escuela de Artes, después estudié Diseño y Joyería. Luego me decanté por el arte contemporáneo y empecé a trabajar como todos los jóvenes artistas, colaborando en exposiciones colectivas. Hacia mediados de los años noventa comencé a hacer mis primeras individuales y, poco a poco, el taller se fue haciendo cada vez más grande.

Joana Vasconcelos. Lilicoptère, 2012
Joana Vasconcelos. Juegos de guerra, 2011

Si repasamos su trayectoria de las últimas décadas vemos que está llena de éxitos, pero supongo que también habrá supuesto mucho esfuerzo. ¿Le ha costado llegar hasta donde está?

Muchísimo, porque claro no todos los proyectos salen bien. Acostumbro a decir a la gente que empieza a trabajar en el estudio que el 70% de las ideas que surgen no las hacemos. Quiero decir con esto que el porcentaje de proyectos que llegan a materializarse es muy pequeño, porque el proceso es realmente difícil: presupuesto del cliente, construcción, materiales, etc.

¿Cuántos proyectos de los que se plantea inicialmente tiene que abandonar?

Yo solo cojo las propuestas que considero que puedo hacer, pero hay muchas otras que me gustaría llevar a cabo y que al final no se desarrollan.

Su trabajo se caracteriza por abordar temas como el amor o la alegría de vivir. ¿No le parece que algunos podrían tacharla de ingenua o demasiado optimista con los tiempos que corren?

¡No por dios! Las desgracias siempre llegan sin que se las llame, por eso yo trato de dar una nueva perspectiva para mejorar el mundo, pero tiene que ser de una forma positiva y no negativa, creo yo. El cambio debería estar basado en el amor, la alegría y el bienestar. Poner en valor estos temas es muy importante, porque luego llega la guerra, el covid…

Retrato de Joana Vasconcelos

He repasado el número de escultoras que trabajan el gran formato y me han sobrado los dedos de una mano. ¿A qué cree que se debe?

Pues a un tema que no está superado aún: la desigualdad entre hombres y mujeres. Todavía somos tratadas de forma diferente y la verdad es que tampoco tenemos las mismas oportunidades. La monumentalidad en la escultura obliga a tener medios mecánicos y personales: ingenieros o arquitectos, también medios financieros. Además, la gente no cree que las mujeres sepan hacer obras en gran formato. Al principio te miran con cara de “Tú, una mujer artista, ¿quieres hacer una pieza de 13 metros de altura? ¿Pero tú sabes lo que estás diciendo?”.

Habrá callado muchas bocas cuando expuso en Versalles hace 11 años.

Exponer allí fue una de las experiencias más poderosas que he tenido, también difícil, porque tenía los antecedentes de Murakami o Jeff Koons. Fue un lujo y una locura, pero al mismo tiempo complicado. La gente no se esperaba que tuviese tanto éxito y al principio decía: tú que eres mujer y de Portugal, no te preocupes si no tienes muchos visitantes, como si no fuese capaz de colocarme a la altura de los artistas que habían expuesto anteriormente en el palacio [hoy es la muestra más visitada de Francia de los últimos 50 años].