Arquitectura y diseño

'Munch' el libro: una crónica de cómo la ciudad de oslo y juan herreros cambiaron la idea que tenemos de museo

Por Pilar Gómez Rodríguez

Museo Munch, Oslo. © Iwan Baan

Aunando continente y contenido, Munch, la nueva publicación de Spector Books, recupera los debates, los procesos y la gran discusión política y social que suscitó en Oslo el museo Munch de estudioHerreros, decisivos en su constitución.

Asu muerte, en 1944, Edvard Munch regaló a los habitantes de Oslo (Noruega), su arte, la materia de su trabajo: 28.000 piezas entre pinturas, obra gráfica, fotografías, libros y cartas que tendrían que ser expuestas en un museo. En 2021 Juan Herreros, al frente de estudioHerreros junto a su socio, Jens Richter, daba por terminada, tras un largo proceso de trece años, su construcción. Pero esta pinacoteca no era simplemente un contenedor para albergar la obra del pintor, sino que incluía a su vez otro regalo para la ciudad: el espacio. Un lugar para sus citas, sus paseos, sus compras, sus estudios y su no hacer nada.

Con ese gesto la arquitectura dejaba de ser la propiedad exclusiva repartida entre el cliente y el arquitecto, y se convertía en algo más democrático, incluyente, político… Algo de todos, al fin, que demuestra que este arte ha dejado de ser para quien la trabaja y es, más bien, propiedad de quien la pisa, la patea y la usa. Con su plaza, con sus recintos públicos, con sus miradores, el Munch es un espacio invitante que trabaja en esa dirección. Es un museo, sí, pero es un regalazo.

Su inauguración en aquel 2021, pandemia mediante, cerraba así un largo capítulo de la historia noruega, pero abría otro para la reflexión sobre los espacios artísticos y su papel en el contexto de las grandes ciudades. Demasiado contenido como para dejarlo evaporar. Y no se dejó. La atípica construcción del museo Munch y sus procesos insertos en el ADN mismo de la arquitectura —al mismo nivel que, por ejemplo, su piel traslúcida— se convirtió en un caso de estudio.

© estudioHerreros

Primero fue a través de una exposición, 'Lambda Files', que, comisariada inicialmente por Valentín Roma, director de La Virreina, se pudo ver en ese espacio barcelonés. Posteriormente la muestra viajó a CentroCentro en Madrid y a Arc-en-rêve, en Burdeos. Ahora ese contenido muta y da lugar al libro 'LAMBDA FILES. The project for the Munch museum in Oslo' que firma en portada el estudioHerreros, pero cuenta con colaboraciones de expertos de diversas disciplinas como el mencionado Valentín Roma, la curadora Ellen Blumenstein, el profesor —y durante muchos años director de la Escuela de Arquitectura de Oslo— Karl Otto Ellefsen o el crítico, entrevistador y divulgador de dicha materia Enrique Walker, entre otros. Lo publica (en inglés y francés) la editorial alemana Spector Books y, para quienes no estén familiarizados con la historia de este proyecto, Archivos Lambda es el seudónimo elegido para preservar el anonimato del estudio en el concurso internacional del que resultó ganador.

Un libro que a su vez es una crónica periodístico-arquitectónica

El libro es autosuficiente, una obra en sí y una experiencia de publicación bien interesante también. Tiene partes de ensayo, de crónica periodístico-arquitectónica, de diario... También es un libro de arquitectura, por supuesto, con fotos de la construcción firmadas por Adrià Goula y de la apropiación por parte de los visitantes, que firma Iwan Baan. Quién sabe, quizá dentro de algunos años sirva como referencia o punto de partida de un modo de hacer arquitectura distinto, complejo, más rico o enriquecido con las aportaciones de múltiples frentes, dialógico, flexible… Es la arquitectura que viene y que, quiera o no, ha de contar y surfear las cambiantes olas de la incertidumbre. “El libro de los Archivos Lambda es un proyecto en sí mismo —afirma a El Grito Juan Herreros—. Su objetivo es explicar más allá del público puramente disciplinar cómo se hace la arquitectura de los proyectos en los que convergen multitud de ecuaciones programáticas, técnicas, sociales, políticas… Con este libro hemos querido disolver la mitología del diseñador único y heroico, mostrando esa trastienda de múltiples conversaciones en las que el usuario es el protagonista permanente. Por eso no se muestran documentos crípticos para un lector especializado, sino todo tipo de materiales de uso cotidiano en el proceso de diseño y construcción”.

© Adrià Goula
© Iwan Baana

Para centrar las palabras de Juan Herreros es preciso trazar un recorrido por la historia del museo Munch. Para empezar por el principio, el concurso lo gana estudioHerreros contra pronóstico. No es uno de los equipos de relumbrón que se han presentado, sino uno que acaba de reinventarse tras extinguirse un año antes el tándem Abalos & Herreros. Además, su propuesta se ciñe estrictamente a la extensión prevista y tomándose muy en serio la remodelación urbanística integral de la zona portuaria de la que formaba parte. Es el único que lo hace. Y tiene premio: según el acta del jurado, el proyecto resultó elegido “por su potencial a la hora de desarrollar el entorno urbanístico y recreacional”. Es decir, tan importante como lo que el proyecto era, era lo que no era.

Una vez conocido el resultado, el proyecto fue sometido a discusión y juicio públicos. Un proceso largo, exigente e incluso severo dado el conocimiento y el compromiso de la sociedad en las decisiones que la afectan: “Noruega es un país profundamente democrático en el que la participación bien informada en lo que se refiere a los grandes proyectos urbanos se entiende como un derecho y una obligación ciudadanos. Los medios de comunicación, los colectivos y los afectados forman parte muy activa de las conversaciones que, a pesar de que a veces resultan muy ásperas, tienen un sentido responsable y constructivo”, añade Herreros.

“Si el reparto habitual del programa de los museos, y de las bases del Munch, venía siendo 60% de espacio expositivo, 25% de espacio logístico y 15% de usos complementarios, la versión final reduce al 35% el espacio expositivo en favor de un 40% de usos de educación, investigación, auditorios y ocio”, detalla.

El arquitecto Juan Herreros. (Javier Callejas)
libro de El arquitecto Juan Herreros.

Entonces llegaron las elecciones y ante la posibilidad incierta de un bloqueo, la sociedad tomó cartas en el asunto. Más bien lo que tomaron los ciudadanos fueron antorchas y con ellas salieron por la noche a reivindicar que comenzaran las obras. Un nuevo capítulo de un proceso que había atraído una importante atención mediática: “El libro da cuenta del papel de la prensa, la importancia de los debates, e incluso la convocatoria de manifestaciones exigiendo la construcción del museo. Algo así debería ser posible en cualquier país democrático, pero exige medios para implementar los procesos participativos, un reparto equitativo de las responsabilidades entre todos los agentes participantes en el proceso, y una horizontalidad de la toma de decisiones en la que los políticos verían limitado su papel al de facilitar el mejor servicio a la sociedad a largo plazo sin personalismos”, afirma el arquitecto.

Algo que, de forma gráfica, demuestra el grado de implicación de conocimiento e implicación de la sociedad con las decisiones que les afectan y con este proyecto en particular, es el hecho de que Juan Herreros apareciera en el crucigrama dominical del periódico de máxima circulación del país. ¿Sería imaginable algo así en España? “La mención ocurrió muy al principio, cuando apenas éramos conocidos, y es un exponente más del interés de una sociedad civil madura por la arquitectura y sus autores”.

El museo no museo

Aunque alberga la obra de Munch, que para eso fue erigido, la estructura de Herreros también permite que ocurran muchas otras cosas. Lo que lo convierte en un museo menos museo o poco museo, incluso en un museo no museo como escriben en 'LAMBDA FILES' Andreas Ruby y Nathalie Janson. Y es que, no conviene olvidarlo, aquí habíamos venido a hablar de 'Munch', el libro. Una obra que tiene detrás a los editores Robert Stürzl y Jan Wenzel, que así recuerdan los orígenes de su publicación: “Cuando Jens Richter (estudioHerreros) nos propuso este proyecto, nos pareció muy convincente que ellos, como arquitectos, no plantearan un libro de arquitectura tradicional, sino uno que expusiera los procesos que hay detrás de un edificio a esa escala. A nosotros, como editorial, no nos interesa tanto centrarnos en el momento en que un edificio se considera terminado o finalizado, sino que vemos la arquitectura ante todo como un proceso continuo, en muchas capas”. Y lo corrobora Juan Herreros: “Quisimos hacer un museo diferente y también un libro distinto sobre el edificio, centrado en el método de trabajo. Alejado de las monografías al uso llenas de planos y fotos característicamente arquitectónicos, el libro relata lo que pasó en nuestro estudio durante esos trece años y cómo la actividad profesional, teórica y académica informó y fue informada por el proceso de diseño y la construcción del Munch”.

© Iwan Baan
© Iwan Baan

Además de esos elementos que menciona el arquitecto, el volumen también incorpora abundante obra de Munch, lo que lo convierte de una extraña manera en una especie de catálogo que alberga continente y contenido: “Estábamos trabajando en un libro que narrara la creación de la nueva sede de las obras de Edvard Munch —explican los editores— y nos pareció una buena idea incluir algunas de sus obras, ya que son el punto de partida de todo el proyecto y la base para construir el museo. No pensamos en ello desde el principio, pero una vez que surgió la idea, todo el mundo estuvo de acuerdo en que era buena, ya que permite comprender mejor las intenciones del proyecto. Afortunadamente, el museo también estuvo de acuerdo y nos dio permiso para incluir las obras de arte originales, lo que también supone un giro en un libro que se considera principalmente una publicación arquitectónica”.

En su primer año de vida, el museo fue visitado por un millón de personas. El 35% de los visitantes tenía menos de 35 años y el 25% pasó por allí dos o tres veces

Proceso es la palabra clave tanto para el proyecto en sí, como para la publicación. Y además es el cordón umbilical que une y da sentido a ambas iniciativas. Eso es lo que diferencia a este libro de las más habituales obras de arquitectura “que a menudo se centran solo en el edificio en su momento de inauguración, pero no en los procesos que llevaron a este momento y tampoco en los usos del edificio”. ¿Quizá hasta el punto de verse dentro de unos años como una especie de manual para la arquitectura que vendrá? “No iría tan lejos, ya que los procesos que se muestran son bastante específicos y es probable que los parámetros sean diferentes para cualquier otro edificio que se construya en el futuro”. De todas formas los editores están ilusionados con el resultado y las expectativas son altas: “Esperemos que el libro haga su parte y tenga un impacto en futuras publicaciones de arquitectura”.

© estudioHerreros

Un espacio de reflexión más que de contemplación

Pero más allá de las diferencias programáticas, lo que está en juego es un nuevo concepto de museo inserto en un nuevo modelo de ciudad en el momento en que es pertinente la pregunta, ¿qué museo queremos? Y los editores van más allá en ese cuestionamiento. Parafraseando el título de Judith Butler, El género en disputa, que asoma la cabeza entre las páginas del libro: “Yo diría —explica uno de los editores— que se trata más bien de la ‘ciudad del futuro en disputa’” y subraya que en este ejemplo “el Munch forma parte de un plan de remodelación mucho más amplio de la ciudad de Oslo para remodelar la antigua zona portuaria. Un proyecto que se debate a nivel político y público, y cuyo apoyo puede aumentar o disminuir en función de los cambios políticos”. Saliendo del caso concreto, Herreros matiza: “El museo hoy es un instrumento de reflexión más que de contemplación. Una palanca para hacernos preguntas. Allí están todas las cuestiones que atraviesan el presente: la necesaria convivencia entre diferentes, la capacidad de la codicia para devenir en segregaciones indeseables, el valor irrenunciable de la naturaleza, la construcción de lo colectivo... El museo contemporáneo es como una filosofía clásica y elitista transmutada en arte para que todos los públicos, especialmente los más jóvenes, puedan confrontarse con el mundo”.

© estudioHerreros

Las cifras son elocuentes al respecto y, en el caso del museo Munch, sumamente exitosas. En su primer año de vida fue visitado por un millón de personas. El 35% de los visitantes tenía menos de 35 años y el 25% pasó por allí dos o tres veces sin contar la asistencia a las conferencias, conciertos y cursos, por no hablar de la tienda, los restaurantes, la terraza de la última planta… Es un golazo para un museo cuyo éxito no se mide en cifras de visitantes extranjeros sino más bien en revisitas, asiduidad de los locales y cuya máxima ambición es ser un espacio externo de tu casa.

¿Se acerca entonces esta obra, este tipo de espacio al museo de los nuevos tiempos, al que se andaba buscando? Juan Herreros responde a esto: “Al menos creo que podemos decir que hemos llegado todo lo lejos que hemos sabido o podido hacer. El objetivo era crear un museo entendido como un lugar de encuentro y aprendizaje sobre nosotros mismos, más volcado en la población local de todas las generaciones que en el turista ocasional sin restarle valor, pues también es importante que encuentre en el museo la explicación de las idiosincrasias locales: un museo que se apoya en el valor único de su colección, pero que la utiliza para establecer alianzas con el presente a través de las cuales reescribir la historia; un museo que es aconsejable visitar frecuentemente porque allí ocurren muchas cosas. Esperamos que el libro transmita este esfuerzo y que otros proyectos puedan seguir la discusión abierta sobre el papel de los museos en la construcción de la sociedad del futuro”.