Arquitectura & Diseño

De Torremolinos a Estepona: cómo llegó el "estilo del relax" (o llámalo boom hotelero) a la Costa del Sol

Por Diana Arrastia

Hotel Pez Espada, Torremolinos, 1963
Foto: Estudio Fotográfico Arenas, Archivo Histórico de la Universidad de Málaga

A su paso por la provincia de Málaga, la carretera N-340, paralela a la costa, aglutinó en las décadas de los 60 y 70 una oferta hotelera fruto del boom turístico que despertó al calor del “sol y playa”. Hoy en día, un patrimonio arquitectónico representativo de una época, no exento de destrucción paisajística y ambiental.

Paraíso de sol y playa. Destino de descanso, ocio y diversión. La Costa del Sol, bañada por el mar Mediterráneo, abarca más de 150 kilómetros de litoral en la provincia de Málaga, al sur de la Península Ibérica. Y, como toda zona turística relevante, tuvo su despertar unas cuantas décadas atrás. Entonces no aglutinaba los 530 hoteles que el Observatorio Turístico de la Costa del Sol-Málaga 2022 dice que hoy tiene. Hubo un momento en que un boom hotelero se apoderó de la recta de la N-340 dejando como legado una hilera interminable de edificios. Ocurrió a finales de los años 50, en una costa prácticamente virgen.

El proceso de industrialización pionero en España y centrado en la siderurgia flaqueaba a finales del siglo XIX. Como alternativa, surgiría el fenómeno del turismo en la Costa del Sol. El origen hay que buscarlo en el momento en que destacadas personalidades de la sociedad local intentaron convertir Málaga en estación vacacional de invierno de la alta sociedad española y europea. “En 1897 se creó la Sociedad Propagandista del Clima y Embellecimiento de Málaga, el primer organismo turístico de Málaga y uno de los primeros de España. Y en 1926 se inauguró el Hotel Príncipe de Asturias (hoy en día, Gran Hotel Miramar), un hotel gran lujo que podía competir con los hoteles de la Riviera Francesa, con la Riviera Italiana, con el Véneto y con los mejores balnearios europeos. Las crisis y las guerras sin embargo, paralizaron la venida de viajeros y habría que esperar a la apertura de España al exterior en los años 50 del siglo XX para que se iniciara la llegada masiva de turistas”, contextualiza José Miguel Morales Folguera, catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Málaga y autor, entre otros, del libro La arquitectura del ocio en la Costa del Sol (1982).

Hotel Príncipe de Asturias (actual Hotel Miramar), c. 1928
Foto: L. Roisin, Archivo Histórico Fotográfico del IEFC (Barcelona)
Gran Hotel Miramar, Málaga

Fueron la apertura al exterior y la consecuente inyección de capital extranjero las que transformaron un turismo hasta entonces elitista en otro masivo. Ese boom económico desembocó en un desarrollismo acelerado en el que la construcción del aeropuerto internacional de Málaga aportó el impulso necesario. Los llegados del norte de Europa lo hacían, principalmente, por avión. “Por este motivo, la Costa del Sol se construye desde el aeropuerto de “El Rompedizo” hacia Estepona y desde la costa hacia el interior, constituyendo la Carretera Nacional N-340, con recorrido paralelo al mar, a la vez una barrera y un medio por el que se fueron extendiendo los hoteles, los apartamentos y las urbanizaciones”, señala el experto. De esta manera, los crecimientos urbanísticos previstos se desvincularon de los núcleos existentes.

Una ordenación peculiar

“La primera tentativa de organizar un proceso constructivo, que amenazaba con desmadrarse, fue el Plan de Ordenación y Desarrollo de la Costa del Sol, aprobado por el Ministerio de la Vivienda el 4 de diciembre de 1961. Este buscaba la creación de unas normas constructivas para toda la costa, que luego no fueron respetadas por los mismos ayuntamientos. Por este motivo fue necesario la creación del Plan Comarcal de la Costa del Sol, que debería encargarse de la coordinación de los planes generales de todos los municipios ubicados desde el río Guadalhorce hasta Estepona. Quedaban fuera municipios tan importantes como Ojén, Istán, Benahavís, Casares y Manilva, algunos de ellos con zonas costeras. Este plan no fue terminado hasta 1964”, explica Morales Folguera.

Hay dos costas diferentes: la occidental donde predominan la calidad constructiva y las zonas verdes; y la oriental, con edificios de gran altura, donde ha habido una destrucción del paisaje

El plan preconizaba, así, la unión de todos los municipios en un organismo superior, que recibió el nombre de Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Occidental. “A pesar de las buenas intenciones, que buscaban ordenar el caos y la especulación, tuvo su talón de Aquiles o su espada de Damocles, ya que permitía que el suelo rústico podía ser fácilmente convertido en urbanizable con un plan especial o de “utilidad pública”, lo que fue utilizado con bastante profusión”, añade.

La articulación de la Costa del Sol, entre la montaña y el mar, se realizó de manera lineal a lo largo de la antigua carretera nacional, que iba ensartando los pueblos costeros de Torremolinos, Benalmádena, Fuengirola, Marbella y Estepona, todos ellos a occidente de la ciudad de Málaga.

“Los primeros hoteles se construyeron en el actual término municipal de Torremolinos, que entonces pertenecía al término de Málaga. Conforme se fue colmatando esta zona, el proceso constructivo se fue extendiendo hacia la zona occidental y al norte de la N-340. Fuengirola, con un término costero muy pequeño, quedó rápidamente colmatado y las construcciones subieron su altura para buscar una mayor rentabilidad económica”, apunta el catedrático.

Un coste paisajístico y ambiental

La zona occidental, formada por los municipios de Mijas, Marbella, Estepona, Manilva y Casares, tuvo un desarrollo más tardío y sus ayuntamientos buscaron un turismo de mayor poder adquisitivo, por lo que se prefería una arquitectura de más calidad y de baja altura, con un mayor equilibrio entre la construcción y las zonas verdes.  No ocurrió lo mismo en el resto de municipios. 

“Puede decirse que hay dos costas diferentes: la Costa del Sol occidental donde predominan la calidad constructiva, la amplitud de las zonas verdes y la preferencia por las construcciones de baja altura; y la Costa del Sol oriental, en la que observamos una gran densidad constructiva con edificios de gran altura, y en los que ha habido una casi total destrucción del paisaje y de los pueblos tradicionales. Solo el pueblo de Benalmádena, situado a gran distancia de la costa, ha podido conservar su caserío tradicional”, señala Morales Folguera.

Solo el pueblo de Benalmádena, situado a gran distancia de la costa, ha podido conservar su caserío tradicional

Y es que la siempre difícil balanza entre urbanismo y medio ambiente no obtuvo sus mejores resultados. El boom hotelero provocó la degradación paisajística del entorno costero, asfixiada por la creciente presión demográfica y turística, lo que provocó una explotación abusiva de muchos recursos naturales: desde el propio suelo hasta la cubierta vegetal, las playas y el entorno costero inmediato. “La implantación masiva de edificios tuvo nefastas consecuencias paisajísticas: construcción en parajes de elevada calidad visual, contraste de estilos arquitectónicos (muchos de ellos exportados de espacios culturales totalmente distintos al mediterráneo) que difícilmente se adaptaban a las tipologías constructivas tradicionales y al paisaje circundante, alteración de muchas áreas de interés ambiental, etc.”, recogen los profesores Federico Benjamín Galacho Jiménez y Ana Luque Gil en su estudio La dinámica del paisaje de la Costa del Sol desde la aparición del turismo.

Hotel Tritón, Torremolinos. 1963
Foto: Estudio Fotográfico Arenas, Archivo Histórico de la Universidad de Málaga

El Hotel Pez Espada, el primer armatoste

El Hotel Pez Espada, en Torremolinos, obra de los arquitectos Juan Jáuregui Briales y Manuel Muñoz Monasterio, llegó en 1959. Fue el primero de todos. “En 1960, Antonio Lamela proyecta el Hotel Tres Carabelas (que fue demolido en enero de 2007, cuando recibía el nombre de Hotel Meliá Torremolinos). En 1963 se construyó el Hotel Nautilus, ubicado en Montemar cerca del Pez Espada, obra de Juan Jáuregui Briales, por lo que presenta unas características formales muy parecidas. En mayo de 1962, se proyecta el Hotel Meliá Don Pepe, ubicado en Marbella, obra del arquitecto Eleuterio Población Knappe, con el que se pretendía atender una demanda de gran poder adquisitivo, llegando a convertirse en una de las imágenes más representativas de toda la Costa del Sol. Uno de los elementos más interesantes del hotel es el jardín y la interacción entre los espacios abiertos y cerrados”, desgrana el autor de La arquitectura del ocio en la Costa del Sol.

El Hotel Don Carlos llegaría también a Marbella pocos años después. En Benalmádena, la principal oferta hotelera la compondrían el Hotel Tritón, construido en 1961, y el Hotel Alay de 1964. Más tardío sería el Hotel Castillo de Santa Clara, construido en 1974 en Torremolinos, en el saliente rocoso entre las playas de la Carihuela y Playamar.

Lo cierto es que la arquitectura de los grandes hoteles construidos en los años 60 y 70 en la Costa del Sol era de gran calidad, y en aquellos momentos suponía lo más novedoso de la arquitectura española, ligada al movimiento internacional de la arquitectura funcional, en la que intervinieron numerosos arquitectos venidos de otros lugares de España e incluso del extranjero. Y como  no podía ser de otra forma, tiene sus defensores. Según señala el arquitecto malagueño Iñaki Pérez de la Fuente en su artículo El turismo en la costa del sol y la producción del espacio del placer: “A pesar de la fuerte presencia de estas edificaciones y de los recelos que despierta hoy día la edificación en altura, componen una muestra de la mejor arquitectura que se ha realizado en la Costa del Sol”.

Hotel Pez Espada, Torremolinos. 1959
Foto: EFE
Hotel Pez Espada, Torremolinos

El estilo predominante buscaba la autosuficiencia con objeto de poder satisfacer cualquier demanda de los clientes y propugnaba una forma de proyectar “universal” y desprovista de rasgos regionales. “Se trataba de construcciones en altura con los servicios públicos en las plantas bajas, que a veces podían extenderse a las terrazas, ocupando el resto de los pisos las habitaciones. Si exteriormente y en las habitaciones se buscaba la sencillez constructiva, en las zonas comunes se desbordaba el lujo y la ostentación en el mobiliario y en las decoraciones de techos y paredes con muebles de estilo, vidrieras, tapices, alfombras, maderas nobles, mármoles, esculturas, pinturas, jardines en exteriores, pero también en interiores, escalinatas, etc. Los hoteles buscaban las orientaciones meridionales para adaptarse a las vistas marítimas y a un mayor tiempo del soleamiento”, describe Morales Folguera.

La arquitectura de algunos de estos hoteles fue enmarcada, ya en la década de los 80, dentro de lo que fue bautizado como “estilo del relax”. Un estilo desarrollado en Málaga y la Costa del Sol, entre 1953 y 1965, ligado a la expansión del turismo de masas, surgido de manera espontánea a raíz de las necesidades de promoción de la Costa del Sol en el mercado internacional y carente de bases teóricas.

“El término partió de la selección de edificios y objetos desperdigados por la carretera costera que hizo el artista Diego Santos. Su iniciativa fue enseguida secundada por Carlos Canal, que le daría consistencia fotográfica, y el historiador del arte Juan Antonio Ramírez, que se ocuparía de teorizarlo y describirlo en un texto escrito. El resultado de este trabajo colectivo fue el libro titulado El estilo del relax. N-430. Málaga, 1953-1965, publicado en 1987 por el Colegio de Arquitectos de Málaga”, explica Maite Méndez Baiges, autora de El relax expandido (2010), libro surgido como continuación del anterior.

Hotel Tres Carabelas, Torremolinos. 1961
Foto: Estudio Lamela
Hotel Don Carlos, Marbella
Foto: Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea, Archivo del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Base de datos Patrimonio Inmueble de Andalucía, 2007
Construcción del Hotel Nautilus, Torremolinos. 1963
Foto: Archivo Histórico de la Universidad de Málaga
Hotel Don Pepe Gran Meliá, Marbella

Según la catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Málaga, la carencia de un patrimonio histórico-artístico tan significativo como el de las ciudades vecinas de Córdoba, Granada y Sevilla fue un factor decisivo en favor del desarrollo de este estilo en Málaga y su provincia. Se pretendió reflejar una modernidad exagerada y desinhibida mediante la combinación de elementos radicalmente opuestos unidos por el funcionalismo estricto imperante en la época. Siendo una arquitectura dedicada al ocio, el “estilo del relax” conjuga el funcionalismo con lo kitsch con la finalidad de transmitir una imagen optimista y divertida, opuesta a la moral franquista de las autoridades.

“El más emblemático de todos los hoteles es, sin duda, el Hotel Pez Espada (1959), el prototipo de gran hotel de lujo de la zona, un compendio de los rasgos más característicos del estilo: la marquesina sobre una columna troncocónica invertida, con sección arriñonada en la parte más alta, el cilindro de la escalera, un pavimento de amebas en blanco y negro, piscina de riñón o pilares ondulados recubiertos de un estuco de mármol fingido”, desgrana la profesora.

Algunos continúan en pie y mantienen intactas sus señas de identidad. Otros han desaparecido. Pero todos esos hoteles surgidos en las décadas de los 60 y 70 han forjado la imagen de la Costa del Sol que anida en nuestro imaginario. Nos guste más o menos.