Exposiciones

El Fernán Gómez acoge la más importante obra preindustrial de Miguel Milá

Por Pilar Gómez Rodríguez

Diseños de Miguel Milá. Foto: Poldo Pomes y Claudia Oliva

Coincidiendo con su 93 cumpleaños, Miguel Milá recibió el Madrid Design Festival Award y asistió a la inauguración de la retrospectiva que lo reivindica como el diseñador preindustrial que jamás ha dejado de ser.

Un día un hermano de Miguel Milá se le acercó con un problema: necesitaba una mesa baja, pero no quería que interrumpiera la visión de la alfombra, que le gustaba mucho. ¿Podría hacer algo? Así surgió la mesa de centro María. Más conocido es el caso de la tía Nuria, que buscaba una lámpara para su estudio que diera luz directa e indirecta, que iluminara el espacio y la lectura, y que se convirtiera en muchas… ¿Quizás un clásico del diseño español sería suficiente? La TN (Tía Nuria), con sus posteriores herederas (las exitosas TMC y TMM) fue la respuesta. Y ¿qué hacer con ese revoltijo de mochilas, abrigos y bufandas que se acumulan en las entradas? Ah, pues, Percherón, una estantería sobre ruedas rematada por una corona de ganchos para poner orden y concierto en las montañas de prendas.

En no pocas ocasiones, Miguel Milá ha sido el amigo, el primo informático a quien recurrir en caso de necesidad. Solo que él, en vez de echar la tarde con la avería, tardaba un poco más, pero te hacía un clásico del diseño español. Por eso la exposición Miguel Milá. Diseñador preindustrial que se acaba de inaugurar en el Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez tiene un aire familiar. Su recorrido, ocho salas que albergan más de 200 piezas entre prototipos, obras producidas, planos y dibujos originales, está lleno de los recuerdos familiares que dieron lugar a piezas míticas. Los Milá —su hijo Gonzalo, también diseñador industrial, es el comisario junto con Claudia Oliva— han tenido la generosidad de compartir con los visitantes esas anécdotas, gracias a las cuales se extrae una de las grandes lecciones que enseña la trayectoria de Miguel: diseñar para la familia es diseñar para el mundo.

Así, solucionando problemas reales, dando respuesta a necesidades que surgían, fue como este arreglador se convirtió en un diseñador. Y de los grandes. Premio Nacional de Diseño en su primera edición (1987), recibió en 2008 el Compasso D’Oro, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2016 y ahora el Madrid Design Festival Award. Esta exposición se cuenta entre sus actividades.

Miguel Milá. Foto: Nacho Alegre

Diseñarlo todo de nuevo

Primero fue el interiorismo. Desde 1950, Miguel Milá trabajó con los arquitectos Alfonso Milá (hermano) y Federico Correa, una asociación que marcó el inicio de su carrera en una época de transformación en la que todo estaba por diseñar. Posteriormente, su mentor principal fue el arquitecto José Antonio Coderch, quien le marcó profundamente. “Cuando empecé había que diseñarlo todo de nuevo”. En esa década, las macrotiendas no existían y, a la hora de acondicionar una casa, la oferta era moderada por no decir escasa y/o cutre. El dinero tampoco fluía. Como recuerda Milá: “Durante años me gané la vida haciendo interiorismo. Diseñaba espacios minimalistas por necesidad, porque no había más. No había catálogos para elegir muebles, ni la gente tenía mucho dinero que gastar. Así, esos interiores eran más bien esencialistas, quiero decir, estaban amueblados con lo indispensable”.

En 1957 fundó la plataforma Tramo e inició la producción independiente de sus creaciones, a la que siguieron otras iniciativas empresariales pioneras como Polinax, fundada por su hermano Leopoldo, o la editora de muebles GRES, un proyecto audaz liderado por las empresarias Montserrat Tayà, Montserrat Tort y Mª Rosa Ventós. Sin embargo, nunca dejó atrás esa faceta de artesano exquisito que se remanga para solucionar los problemas que surgen, los encargos que llegan y las necesidades que detecta.

Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial cortesía de Madrid Design Festival
Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial cortesía de Madrid Design Festival
Miguel Milá. Lámpara Cesta
Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial cortesía de Madrid Design Festival
Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial cortesía de Madrid Design Festival
Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial cortesía de Madrid Design Festival

Piezas con misericordia

Una vez Miguel Milá observó que un señor mayor se levantaba con dificultad de un banco. Su antena, siempre alerta, se había puesto a vibrar. Luego lo hicieron sus manos: “Tomé nota y diseñé uno que para los mayores se levantaran de él con dignidad”. El banco NeoRomántico (de Santa&Cole) es una pieza esencial del diseño de mobiliario urbano español presente. Es testigo de lo que pasa en las calles y plazas de muchas ciudades del país y también de Europa y Norteamérica. Su éxito no es casual y obedece a la reflexión atenta de Milá acerca del uso y los hábitos de las personas en su trato con el mobiliario callejero. Una reflexión que había empezado a principios de los 80, cuando los mencionados arquitectos Correa y Milá recibieron el encargo de reformar urbanísticamente la Plaza Real de Barcelona y Miguel Milá realizó su primera incursión en el concepto de banco urbano, ergonómico y desprovisto de todo ornamento, que luego fue depurando. Entre los usos de las personas respecto al mobiliario urbano, Milá no descuida la comunicación: algunas de esas piezas capaces de favorecerla, mientras otras sencillamente la hacen imposible. Y aapuesta decididamente por lo primero: “Creo mucho en el banco como elemento de comunicación: cuando te sientas en un banco ya te obligas a decir ‘buenos días’”.

Otro de esos diseños atentos y con vocación de servicio fueron los asientos de los vagones del metro de Barcelona. Como se cuenta en la exposición, quienes recuerden los convoyes de los setenta y ochenta de la Ciudad Condal seguramente lo harán como un medio hostil, mortecino. Milá realizó una intervención muy específica que modificó la disposición de las barras verticales y liberó espacio para que quienes iban de pie pudieran reclinarse sobre los respaldos de unos asientos eficaces, de ergonomía elemental. Fueron llamados los “asientos de misericordia”. Con ese sencillo gesto los trayectos fueron más confortables, mejores, para un mayor número de personas: diseño en estado puro.

Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial cortesía de Madrid Design Festival
© Aurora Vigil-Escalera Galería de Arte

Otro de sus diseños míticos, la lámpara Cesta, surgió de su alma de trapero, de su “mirar la vida con lupa”, como reza su personal definición de diseño. Un día, mientras paseaba, hizo valer aquella lupa. Vio un globo de vidrio oval que le gustó mucho: si conseguía un soporte ¿no podría convertirse aquello en una lámpara? Lo fabricó él mismo con ratán, alumbrando unas de las creaciones más armónicas de la historia del diseño español. Luego, ese material se cambió por madera para facilitar la producción industrial, pero ahí está y ahí queda ese pasado preindustrial, esa querencia artesana que dice mucho de la forma de diseñar de Milá. Habla de aversión al despilfarro, aprovechamiento máximo de cualquier recurso disponible, gusto por el trabajo manual y “hambre de herramientas”. Tan importantes son estas que forman parte de la propia exposición. Hasta el Centro Cultural de la Villa ha llegado no solo su colección de herramientas antiguas, sino la caja que los Reyes Magos dejaron en su casa unas Navidades. La mensajera había sido su madre, que le había dado órdenes precisas a Cintet, el carpintero de la familia. “Él fue uno de mis primeros profesores. La escasez de la guerra y la posguerra fue una escuela de ingenio. Todos aprendimos a reparar, conservar, coser y hasta hacer punto”. A quienes nacieron en la década de los 30 en España, por mucho que hubieran nacido y crecido en un entorno acomodado, nadie les va a explicar lo que es la sostenibilidad.

Pero aparte de las relaciones literalmente familiares que recorren la exposición, hay otros lazos que hablan de parentesco y cercanía. Son aquellos que relacionan las cosas con las ideas de las cosas. En la trayectoria de Milá las cosas además de ser lo que son, lo parecen. Las sillas tienen forma de silla; las mesas, de mesas; y las estanterías, pues llevan baldas. Puede parecer una tautología o una tontería, pero quién esté familiarizado con el diseño contemporáneo sabe que, en muchas ocasiones, se ha considerado un valor en sí causar cierta sorpresa o innovar gratuita o locamente lejos de la función. Esto no le pasa jamás a Miguel Milá porque sabe que “el diseño que no es útil cansa y, además, acaba siendo feo”. Es siguiendo este principio a rajatabla como ha ido llenando su trayectoria (y nuestras casas) de piezas intemporales y bellas, fieles compañeras de vida de las que gusta rodearse y de las que cuesta desprenderse. “Trabajando trato de mejorar la vida del usuario, intento simplificarla. Aunque también buscó acompañarla, embellecerla. A todo esto lo llamo confort”.