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Helga de Alvear, la mecenas que empezó con un Zóbel y hoy agita con arte polémico el mercado español

Por Sol G. Moreno

‘Marks’, Tao Siqi. 2024

El Museo Helga de Alvear ha acogido este fin de semana la tercera jornada de los encuentros ‘Colecciona’ organizados por Estampa, una iniciativa que este año cumple su XI edición. El recorrido por el legado de la mecenas y galerista alemana se ha completado, además, con la primera gran antológica del artista portugués Carlos Bunga.

Cuenta Helga de Alvear que su padre le dijo una vez: “Si haces una cosa, que sea de la mejor forma posible”. Ella siguió su consejo y, guiada por esa mentalidad eslava, comenzó a coleccionar arte. Y no parece haberle ido mal porque hoy posee una de las mayores selecciones de piezas contemporáneas de Europa.

Su “vicio”, a los 88 años, sigue siendo comprar arte actual, el que habla del ser humano, con sus luces y sus sombras. “Me interesa porque habla de nuestro tiempo y de nosotros mismos”. Un arte a menudo comprometido, social y radical del que ha llegado a atesorar hasta 3.000 piezas con nombres de primer nivel como Olafur Eliasson, Ai Weiwei, Louise Bourgeois, Thomas Struth, Gilbert & George o Jean Dubuffet.

Vino a España para aprender el idioma con apenas 21 años y se quedó por amor, pero no precisamente a la tierra. Porque cuando llegó a finales de los años cincuenta, ella era una joven educada en la Europa libre y sufrió un shock al ver lo cerrada que era la sociedad franquista. Entonces conoció al arquitecto cordobés Jaime de Alvear y se enamoró. Aquí es donde ha formado su familia y donde ha desempeñado un papel inestimable en el desarrollo tanto del arte como del mercado contemporáneo español.

Sus inicios en este mundo fueron en 1967 junto a Juana Mordó, la mejor maestra que podía haber tenido para iniciarse en el arte contemporáneo, en pañales por aquel entonces en nuestro país. Al principio Helga no tenía ni idea de movimientos culturales actuales, pero la necesidad de ocupar su tiempo mientras su marido viajaba construyendo casas le introdujo en un mundo que le fascinó y abdujo a partes iguales. Su faceta como galerista enseguida tuvo que competir con la de coleccionista, desde que adquirió a plazos aquella primera pintura de Zóbel hace ya casi sesenta años. Su pasión es tal, que cada vez que acude a una nueva edición de ARCO, los compañeros apuestan por ver si venderá más obras de las que comprará en la feria.

Helga de Alvear en el exterior del museo que lleva su nombre en Cáceres. Fotografía: Andy Sole

Lo mejor de esta mujer menuda y de fuerte acento alemán es que mantiene esa mentalidad europea y libre con la que se educó en Kirn. A menudo arriesga, pues no tiene miedo de apostar por obras abiertamente polémicas, algo que le ha acarreado más de un disgusto. “En Art Basel me dijeron: si vienes otra vez con estas porquerías te vamos a echar”, confesó en una ocasión. Y en España tuvo que retirar de su stand la obra titulada Presos políticos del siempre polémico Santiago Sierra en 2018. Precisamente por eso, el conjunto que ha ido conformando durante el último medio siglo –que se nutre de los mismos autores a los que representa y otros muchos más– no siempre ha sido bien entendido y probablemente esa haya sido la razón por la que le ha costado tanto encontrar sede para su museo, que finalmente estableció en Cáceres.

En 2010 comenzó siendo un modesto Centro de Artes Visuales, pero en 2021 estrenó edificio propio gracias a Tuñón Arquitectos. Tres años después, los cerca de 10.000 metros cuadrados del espacio ubicado en pleno centro de la ciudad alojan 200 obras de la coleccionista (apenas un 7% del total, por eso la idea es crear un recorrido cambiante con piezas que vayan rotando). Además, tiene capacidad para acoger exposiciones temporales como la que tiene ahora mismo sobre uno de los artistas conceptuales portugueses cuya proyección internacional más ha crecido.

Ai Weiwei. Descending Light. 2007. Fotografía: Tom Nogales.

Carlos Bunga, entre termiteras y crisálidas

Performar la naturaleza iba a cerrar sus puertas este fin de semana, pero el interés generado por la muestra ha sido tal, que el Museo Helga de Alvear ha decidido mantenerla hasta el 9 de junio. Es la primera gran antológica dedicada en España a Carlos Bunga, al que descubrimos hace un par de años gracias a la muestra que le dedicó el Reina Sofía en el Palacio de Cristal. Pero si Madrid supuso la presentación del autor de ascendencia africana, Cáceres va a ser su puesta de largo definitiva; porque ya no es una, sino 100 obras las que se muestran.

La comisaria Sandra Guimarães ha querido mostrar una visión retrospectiva del artista, donde se pueden ver algunas piezas suyas ya expuestas junto a otras inéditas. Pinturas que se escapan por el suelo y trepan paredes, esculturas, fotografías, vídeos, collages hechos con ramas, pétalos o cera y hasta una performance nos hablan del trabajo de este autor, cuyo hilo conductor siempre gira en torno a la precariedad. Porque así es su obra: pobre, efímera, pasajera.

Carlos Bunga. Habitar el color. 2024. © Museo Helga de Alvear, Carlos Bunga. Fotografías: Joaquín Cortés y Tom Nogales.
Carlos Bunga. Desplazar el paisaje, obra que fue creada expresamente para el museo cacereño y posteriormente destruida durante la inauguración de la muestra Performar el paisaje. © Museo Helga de Alvear, Carlos Bunga. Fotografía: Joaquín Cortés.
Carlos Bunga. Habitar el color. 2024. © Museo Helga de Alvear, Carlos Bunga. Fotografías: Joaquín Cortés y Tom Nogales.

Su exposición arrancó con una curiosa demolición –la estructura arquitectónica monumental de cartón creada en torno al edificio, que más tarde destrozó con unas tijeras en una intervención pública– y acabará con otra destrucción: la de otra pieza site specific titulada Habitar el color (2024), instalada en la planta -1 del edificio, que simula un lecho de río desecado e invita al visitante a adentrarse en el árido espacio natural para reflexionar sobre el futuro del planeta. Ambas intervenciones podrían entenderse como algo más que una metáfora sobre la fragilidad de la arquitectura, porque en realidad aluden a la caducidad de los procesos que se dan en la naturaleza, los nidos de pájaros o panales de abejas, entre ellos.

El recorrido por el centenar de obras presentes en Cáceres cubre desde 1998 hasta la actualidad, y permite hacernos una idea de hasta qué punto Bunga siente especial predilección por los materiales naturales. Ha introducido plantas en sus pinturas, que acompaña de esculturas que simulan termiteras, madrigueras, nidos de insectos y crisálidas. Esta pionera muestra del artista le ha valido a Helga de Alvear el reconocimiento del gobierno de Portugal, que en enero le concedió la Medalla al Mérito Cultural.

Encuentros ‘Colecciona’

Por iniciativas como esta, es por lo que la fundadora del museo cacereño ha sido elegida para acoger este año una de las seis jornadas de los encuentros ‘Colecciona’, un programa organizado por Estampa que pretende fomentar el coleccionismo mediante visitas a conjuntos privados expuestos al público, así como charlas sobre arte y mercado. Cáceres ha sido la tercera parada de esta XI edición, tras su paso por la Fundación Canaria para el Desarrollo de la Pintura (FCDP) de José Luis Tranche en Las Palmas, y la Casa Escudero, donde se muestran los tesoros de la pareja formada por Francisco Escudero y Maribel Reche en Benidorm.

Estos encuentros cumplieron en 2023 su primera década y para este año Chema de Francisco ha querido organizar un programa centrado en la relación de los distintos agentes con la arquitectura, la sostenibilidad y la ingeniería medioambiental o la gestión cultural. La cita del Museo Helga de Alvear celebrada este fin de semana era el plato fuerte del programa y no defraudó. Tras una visita guiada por la colección permanente y la exposición temporal, un centenar de asistentes acudió a la charla entre el director de El Confidencial, Nacho Cardero, y Santiago Sierra, el mitad artista, mitad personaje de ficción. En ella se habló de responsabilidad social, tanto en el arte como en el ámbito periodístico, “porque los dos se dedican a zarandear nuestras conciencias”, comentó Chema de Francisco, director de Estampa y de Colecciona.

Vista de la exposición de Carlos Bunga con varias pinturas, esculturas y obras sobre papel. © Museo Helga de Alvear, Carlos Bunga. Fotografía: Joaquín Cortés.
Varios asistentes recorren la inmensa instalación Power Tools del autor alemán Thomas Hirschhorn. Fotografía: Tom Nogales.

Cardero apuntó que “el papel de los medios de comunicación es actuar como intermediarios” y defendió que son más necesarios que nunca, en un momento en el que “la verdad ha muerto” e impera el relativismo y la polarización. “El periodismo que ofrece información objetiva ayuda a la gente a generar pensamiento crítico”, manifestó. Por su parte, Sierra defendió que su manera de agitar conciencias y enfrentarse al poder es “poner gasolina y dar palos a los malos (…) Mi arte normalmente es un veneno rápido”. También tuvo un recuerdo cariñoso para la fundadora del museo, cuya presencia se dejó sentir, a pesar de no estar físicamente. “Helga es la hostia. No es una galerista sino una mecenas, gente así es la que hace que sigas trabajando. Conozco artistas que viven ratoneando porque no tiene la suerte de tener a alguien como ella que le apoye”.

Esta ha sido, como decimos, la tercera parada de los encuentros Colecciona, pero aún quedan más citas. La siguiente será en la Fundación FPAC de Vigo y tendrá lugar en una fecha tan señalada como el 18 de mayo, día de los museos. Pero la historia de esta institución creada por José Antonio Montero-Romero bien merece otro artículo.

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