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Los mejores libros del Surrealismo para celebrar el centenario del movimiento artístico

Por Pilar Gómez Rodríguez / Sol G. Moreno / Mario Canal

La publicación el 15 de octubre de 1924 del ‘Manifiesto del surrealismo’ (o ‘Primer manifiesto del surrealismo’) sirvió de marco teórico para un movimiento que pretendía agitar la sociedad en todas sus facetas: desde la política a la literaria y la artística. Con motivo de su centenario, El Grito hace una selección de libros imprescindibles para entender el calado y dimensión de una corriente cuya sombra se alarga hasta nuestros días.

La literatura surrealista puede abordarse desde todos los ángulos imaginables: desde lo puramente teórico hasta las posiciones menos obvias como la de Leonora Carrington, que fue internada en un sanatorio en Santander donde fue sometida a todo tipo de torturas o como la de la egipcia Joyce Mansour, poeta surrealista de verso crudo y obsceno, que se vio obligada a llevar una doble vida. A continuación, ofrecemos una selección de imprescindibles para sumergirse de lleno en este movimiento.

Manifiestos del surrealismo

André BretonVisor libros

En 1924, hace cien años, Breton firmaba el Primer Manifiesto Surrealista, el texto fundacional de un movimiento que iba a cambiar el devenir cultural en las primeras décadas del siglo pasado. Era una corriente combativa y lo era desde sus primeras líneas donde señalaba con el dedo la pobreza e insuficiencia de la realidad: “Tanta fe se tiene en la vida, en la vida en su aspecto más precario, en la vida real naturalmente, que al final esta fe acaba por desaparecer”. A los surrealistas lo que los ponía era la imaginación y la libertad: “Amada imaginación, lo que más amo en ti es que jamás perdonas. Únicamente la palabra libertad tiene el poder de exaltarme”. Abajo el realismo, abajo el materialismo, abajo la razón. Se trataba de abordar el pensamiento desde otros lugares inexplorados hasta entonces y desbordarlo, conseguir que manara y expresarlo, materializarlo y aplicarlo hasta hacerlo uno con la vida. En su primer manifiesto, Bretón se aventura a dar una definición: “Surrealismo: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”.

En 2009 la editorial Visor lo publicó junto con el Segundo Manifiesto del Surrealismo, de 1930, y otros textos relacionados.

Diccionario abreviado del surrealismo

André Breton y Paul Eluard Siruela

Como se ha visto, los surrealistas eran muy aficionados a las catalogaciones. Les fascinaban los diccionarios y exploraron sus posibilidades literarias hasta el punto de que en 1938, acompañando a la Exposición Internacional del Surrealismo, publicaron un volumen con Breton y Eluard a la cabeza, pero incluyendo colaboraciones de toda la nómina que total o parcialmente se adscribió al movimiento en algún momento de su carrera. Como “maestro del humor”, definió Max Ernst al “azar”. Y el “éxtasis”, “el estado mental crítico que el inverosímil pensamiento actual, histérico, moderno, surrealista y fenomenal aspira a volver continuo”, según Salvador Dalí. La “razón” es una “nube devorada por la luna”. ¿Y una falautostrada? “Un producto químico compuesto por los siguientes elementos: la autopista, la balaustrada y una cierta dosis de falo”; un collage verbal, como se dice a continuación. En la obra había definiciones de cosas, fenómenos y personas, pero también frases relacionadas, destellos y juegos verbales cazados al vuelo o creados para la ocasión por los mencionados autores, a quienes se sumaban otros más o menos lejanos al movimiento, como Lautréamont, Rimbaud, Lenin, Marcel Duchamp o Pablo Picasso.

Musas, mecenas y amantes. Mujeres en torno al surrealismo

Victoria Combalía Elba

La doble vida de Joyce Mansour: poeta surrealista de verso crudo y obsceno, por un lado, y burguesa elegante de buenas maneras, por el otro. Los fabulosos bailes de disfraces de Marie-Laure de Noailles (a uno de los cuales, por ejemplo, había que llevar vestidos hechos de todo menos de tela). La espalda interminable de Kiki de Montparnasse que Man Ray transformó en un violín carnal. Peggy Guggenheim, que salvó la vida (literalmente) a un montón de surrealistas que huían del nazismo y convirtió al mismo padre del movimiento, a André Breton, en su mantenido a razón de cheque mensual durante su exilio estadounidense. Las enigmáticas pinturas negras de Valentine Hugo y Nancy Cunard, que decía de sí misma: “Amo la paz, el campo, la España republicana y la Italia antifascista, los negros y la cultura africana y afroamericana, toda la Latinoamérica que conozco, la música, la pintura, la poesía y el periodismo”. Esas seis breves pinceladas alcanzan para dar una ligera idea sobre las seis mujeres que la historiadora y crítica de arte Victoria Combalía presenta en este libro de Elba. En él se da cuenta de la evolución del concepto de “musa” y cómo el ejemplo de estas mujeres —que creaban, coleccionaban, actuaban, se enfangaban y escandalizaban— hizo trizas el halo de pasividad que tradicionalmente lo revestía.

El surrealismo

Walter Benjamin Casimiro

La dimensión más política del movimiento surrealista pasa bajo la lupa del filósofo y ensayista alemán Walter Benjamin, que escribe: “Sumar a la revolución las fuerzas de la embriaguez; en torno a esto gira el surrealismo en todos sus libros e iniciativas. En esto consiste su tarea más específica”. Estas impresiones las plasma en el artículo titulado El surrealismo. La última instantánea de los intelectuales europeos que reproduce la editorial Casimiro libros, en compañía de una introducción de Michael Löwy, director emérito del Centre National de Recherche Scientifique de París, y de una apostilla del propio Benjamin: Kitsch onírico, glosa sobre el surrealismo. Deslumbrado por el movimiento, que conoció de primera mano en el París de 1926 y 1927, Benjamin intuyó en dicha corriente su potencial movilizador y revolucionario. Se fijó, por ejemplo, en la atención que los surrealistas prestaban a lo anticuado: edificios, vestidos, objetos… “La relación entre estas cosas y la revolución, nadie mejor que estos autores la entiende: cómo la miseria, no solo la miseria social, sino la arquitectónica, la miseria interior, cómo las cosas esclavizadas y que esclavizan, pueden convertirse de repente en nihilismo revolucionario, es algo que antes de estos visionarios y augures nadie había percibido”.

Memorias de abajo

Leonora CarringtonAlpha Decay

Leonora Carrington es uno de esos casos en los que vida y obra se entrelazan más estrechamente. Porque no solo hablamos de la obra pictórica, sino también literaria de esta artista asociada al movimiento surrealista. Memorias de abajo es el título que comparten un relato y un cuadro; ambos resultan estremecedores, inquietantes; ambos narran el infierno que sufrió la artista debido a su internamiento forzoso en el sanatorio mental del Dr. Morales en Santander, en 1940. Ambos comparten también la presencia de caballos:

Jueves 26 de agosto de 1943

Fue, estoy casi segura, la noche antes de que me inyectaran Cardiazol, cuando tuve la siguiente visión:

El lugar parecía el Bois de Boulogne; yo estaba en lo alto de una pequeña loma rodeada de árboles; a cierta distancia, debajo de mí, en el camino, había una valla como las que había visto a menudo en la feria caballar; a mi lado había dos grandes caballos atados […]. De repente, se separó de ellos un pequeño caballo blanco; desaparecieron los dos caballos grandes, y no quedó nada en el sendero salvo el potro, que cayó rodando hasta abajo, donde quedó tendido de espaldas, moribundo. El potro blanco era yo.

Escrito originariamente en francés en 1943, el libro recuerda, en forma de dietario, aquellos días de reclusión en que Leonora fue asediada por sus delirios y por las agresivas prácticas de su doctor. Un calvario descrito con precisión, sin autocompasión, por una mujer decidida a convertir los estratos más hondos del subconsciente en material válido para la práctica artística.

New Surrealism: The Uncanny in Contemporary Painting

Robert Zeller Monacelli Studio

Robert Zeller ofrece una mirada renovada del Surrealismo, ese movimiento surgido tras la Primera Guerra Mundial cuando el hombre estaba completamente devastado y se dejó sumir en el inconsciente. El libro parte de los orígenes, con el manifiesto de André Bretón como punto de partida, y el trabajo de artistas clave como Max Ernst, Dalí, Magritte o Leonora Carrington como sus principales valedores.

Pero el Nuevo surrealismo no es solo un volumen de arte, también ahonda en las conexiones entre la cultura y la política; así como en la manera actual de poner en práctica ciertos elementos propios del surrealismo, que abrió todo un mundo de posibilidades hacia lo siniestro, lo desconocido y lo misterioso. Son más de 300 páginas en las que el autor indaga en la fortuna crítica del movimiento, con autores que no necesariamente se identifican como surrealistas. Ahí están los contemporáneos Arghavan Khosravi, Glenn Brown o Ewa Juskiewicz, cuyo retrato de mujer envuelta adorna la portada.

Dalí, Magritte, Man Ray e il surrealismo. Capolavori dal Museo Boijmans Van Beuningen

Els Hoek y Alessandro Nigro 24 Ore Cultura, catálogo de exposición

A veces un aniversario es la mejor ocasión para echar una mirada retrospectiva a un momento clave de la historia del arte, sobre todo si es tan fructífero como el primer tercio del siglo XX liderado por las vanguardias. El centenario del Surrealismo ha servido para que en 2024 varios museos dediquen exposiciones a sus principales autores y para que una colección tan relevante como la del Boijmans Van Beuningen de Rotterdam haya viajado hasta Milán para mostrarse en el Mudec (Museo delle Culture di Milano). Toda una selección de pinturas, esculturas, objetos o artefactos raros y libros curiosos que componen uno de los mejores conjuntos surrealistas conservados en Europa, sobre el que ahora se podrá leer en lengua italiana gracias al catálogo de la exposición, abierta hasta finales de julio.

Surrealism in Egypt. Modernism and the Art and Liberty Group

Sam BardaouilBloomsbury Publishing

El 22 de Diciembre de 1938 se publica en El Cairo un peculiar manifiesto artístico bajo el título de Viva el arte degenerado. Detrás de este panfleto surrealista se encuentra el grupo Art et Liberté, fundado por escritores, poetas y artistas egipcios que se alinean con el surrealismo internacional que nace en París. Su principal objetivo es acabar con el arte academicista que se practica en su país, aún bajo la corona británica. Para ellos, el lenguaje surrealista es una manera de huir de la mentalidad nacionalista y pequeño burguesa que les rodea. Más que una rama exótica del surrealismo, este grupo levantó uno de los ejemplos más comprometidos a nivel ético y estético que se asociaron a ese movimiento alrededor del mundo en los años treinta.

De marcado carácter político y antifascista, a menudo los artistas de Art et liberté expresan a través del cuerpo dislocado una estética que denuncia la pobreza y el sometimiento del ser humano. Unos meses antes de publicar el manifiesto el grupo de artistas entre los que estaban George Henein, Anwar Kamel o Angelo de Riz reventaron una presentación en la capital egipcia de Filippo T. Marinetti, el creador del futurismo que estaba vinculado al fascismo italiano. Otra de sus peculiaridades es que la mujer no es vista como un elemento sexualizado o perturbador, como sucedía en el Surrealismo de París o Londres, sino que hay una percepción igualitaria entre los sexos tradicionalmente opuestos. Y aunque no hubo muchas mujeres que formaran parte de él, sí que recibieron el apoyo económico de alguna mecenas local.

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