Exposiciones

Álvaro Siza y el arte de pensar dibujando

Por Pilar Gómez Rodríguez

Fundación Calouste Gulbenkian

La Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa presenta la retrospectiva total sobre Siza. Que ¿por qué “total”? Porque se basa en sus dibujos y dibujar es, para el arquitecto portugués, algo natural como pensar, respirar… Cosas que nunca ha dejado de hacer. El comisario Carlos Quintáns la explica para El Grito y el propio Siza añade sus trazos más personales.

Está todo, todo, todo. “Hemos manejado muchísima documentación”, comenta el arquitecto, crítico y comisario de la exposición, Carlos Quintáns Eiras. “Hemos buceado en los grandes centros que guardan documentación como el CCA (Centro Canadiense de Arquitectura de Montreal), el británico Drawing Matter, la Fundación Serralves, la Biblioteca de Arte Gulbenkian, el MOMA, la FAUP (Facultad de Arquitectura de la Universidad de Oporto) y el estudio de Siza. Pero también otros archivos no menos importantes, como el de los colaboradores: Carlos Castanheira, Juan Domingo Santos y Juan Rodríguez, que lleva cuatro décadas fotografiando sus proyectos, pero también registrando los dibujos... Bueno, muchísima documentación, una barbaridad”.

Eso, una barbaridad de exposición es la que presenta ahora y hasta finales de agosto la Fundación Calouste Gulbenkian de la capital portuguesa. Se titula sencillamente así, SIZA (en mayúsculas), y nace de esa necesidad tan particular del reconocido arquitecto de pensar dibujando. Esa es la idea principal de esta muestra. Siza “dibuja cuando trabaja, cuando come, en los momentos en los que se relaja escuchando música, viendo una película o charlando; nunca hay un momento en el que el dibujo deje de ser una necesidad”, comenta Quintáns.

De ahí la abrumadora abundancia. Hay dibujos de trabajo y de puro placer. De los edificios y del mobiliario, hay “dibujos técnicos, planos en los que él iba dibujando detalles y perspectivas”, prosigue Quintáns. “Tenemos muchísimos retratos de su familia, de sus amigos, dibujos de su mujer, Maria Antónia, pero también muchos dibujos de viajes y sus acuarelas, muy poco conocidas y apenas expuestas. Hemos intentado mostrar cosas que normalmente no aparecen en ningún sitio, como su colección de arte africano. O los bocetos para la escenografía de un ballet en la Gulbenkian, que hemos dispuesto para que la gente se pueda mover entre ellos… Y como nos faltaba la orquesta, recurrimos a 39 cajetillas de tabaco donde Siza había dibujado a los músicos…”.

Álvaro Siza fonds, Canadian Centre for Architecture. Gift of Álvaro Siza © Álvaro Siza / Foto: Ana Amado

“Dibujar significa que puedo seguir haciendo arquitectura, es una de las formas de desarrollar un proyecto”

El porqué de tal afición lo explica el propio Álvaro Siza para El Grito: “Empecé con los dibujos en las cajetillas de tabaco porque ya no podía soportar las terribles imágenes colocadas en cada una de ellas y, al mismo tiempo, no quería dejar de fumar”. Siza unía así, inesperadamente, dos de sus vicios favoritos, dibujar y fumar: “No dibujes por exigencia de la arquitectura (basta pensar, imaginar). Dibuja por placer, necesidad y vicio”, escribió a mediados de los 90.

Pasadas tres décadas desde entonces, ¿qué significa para Siza dibujar en la actualidad?: “Dibujar significa que puedo seguir haciendo arquitectura, es una de las formas de desarrollar un proyecto”. ¿Qué encargo le quedaría por hacer o le gustaría recibir? “No deseo recibir ningún encargo en particular, son malos tiempos para la arquitectura”. Se pone misterioso. Es un adjetivo que le va bien a su obra y que no retrocede, por mucho que se la conozca o por bien que se la estudie. Es más, es posible que aumente después de las tres horas que, según el comisario “se puede tardar tranquilamente en ver esta exposición entera: a mí solo explicarla me lleva hora y veinte…”.

Álvaro Siza. Foto: EFE/Carlota Ciudad

El atlas de Siza

La muestra comprende dos ubicaciones, se trata de “dos espacios muy densos en cuanto a la información que aportan y que permiten distintas lecturas”, explica el comisario. De esta forma se asegura que pueda resultar muy interesante, tanto para alguien que lo conozca mucho como para alguien que no lo conozca tanto. Alguien relacionado con su manera de construir quedará sorprendido por el lado humano, en la galería de exposiciones temporales; mientras que para impregnarse de su arquitectura serán muy útiles las 900 fotografías, por ejemplo, que se pueden ver en una proyección de quince minutos. Llevan la marca de un único fotógrafo, Juan Rodríguez y resumen en imágenes en blanco y negro cuatro décadas de trabajo.

Esta parte se asienta en la galería principal, junto con un ingente trabajo de síntesis, un panorama ordenado a partir de conceptos, “treinta verbos en portugués, ordenados alfabéticamente –desde afastar hasta volar– que generan una estructura a la manera de Richard Serra y su listado de acciones para realizar sobre la materia”.

Este completísimo atlas Siza abarca el análisis de noventa proyectos, observados desde distintas aproximaciones y asegurando así una presencia significativa de obras no construidas o mal conservadas. Queda patente así la recurrencia de los temas creativos a lo largo del tiempo: la luz, el tratamiento del agua, la importancia de mirar, los espacios de conexión, los de anticipación, las curvas, el acto de subir… Analizando algunas de estas categorías –algunos de los verbos– es posible trazar un itinerario mínimo por la vasta obra de Siza.

Fundación Calouste Gulbenkian
Drawing Matter Collections, cortesía del arquitecto
Fundación Calouste Gulbenkian

Vivir: la casa como refugio

Este arquitecto, que antes quiso ser escultor, afirma con contundencia que una casa desocupada, que no está habitada, es una escultura. La necesidad evidente de que todo lo que diseña sea utilizable permanentemente se convierte en un compromiso social que permea toda su obra, pero muy especialmente sus casas. La tipología está al comienzo de su carrera con las cuatro casas de Matosinhos, que le permitieron curtirse en el cara a cara tanto con los oficios como con los propietarios.

En los 70, junto con la ansiada democracia portuguesa, llegaron proyectos de vivienda social como el SAAL (Serviço Ambulatório de Apoio Local) en Bouça, Porto, que tendrán continuación en la década siguiente en La Haya o Berlín, donde Siza firmó una de sus intervenciones más características, el edificio en esquina Bonjour Tristesse, así llamado por un grafiti que apareció en la parte superior de la fachada y que se decidió conservar. Es la primera obra de Siza construida fuera de Portugal y su remate y su fachada curva recuerdan las formas orgánicas de la arquitectura de Gaudí, que tanto le habían impresionado de muy joven.

Una característica de los primeros proyectos residenciales de Siza era estar concebidos como fortaleza y refugio, proyectos de defensa (del espacio interior) que retaban al exterior. Es el caso de la casa Ferreira de los 60 y de la casa Maria Margarida Machado de finales de los 70.

Fundación Iberê Camargo © Fernando Guerra | FG+SG
Casa de Té Boa Nova

Cuando Siza tuvo que elegir seis obras (entre más de 400) significativas para la monografía que le dedicó la fundación Arquia hace casi una década, eligió dos de sus principios: el restaurante Casa de Té Boa Nova, en Leça de Palmeira; y las no muy lejanas piscinas de mar, en la misma localidad. Nunca faltan en cualquier recopilación de su trabajo. En ellas están presentes muchas de las características esenciales de la arquitectura de Siza, pero aquí nos fijamos en una que se ha mantenido y vigorizado con el tiempo: el paseo arquitectónico que aísla del entorno y retarda gozosamente la entrada. Y la prepara. Materializa un sentimiento de frontera (toda la arquitectura de Siza es de frontera), favorecen la percepción consciente de que algo abandonamos y algo ganamos al dirigirnos hacia nuestro objetivo, que queda así imbuido de un halo sagrado, protector. En ocasiones, Siza ha llevado esta sensación hasta el extremo, hasta el punto de hacer desaparecer ese objetivo. Algunos proyectos son básicamente rutas: el parque de Bonaval en Santiago de Compostela (1990-94), por ejemplo. En casi todas sus casas es una constante la presencia de caminos y espacios preparatorios que conducen a la entrada, pero desde antes ya permiten descubrir el espacio y saborearlo… al paso.

Según indican Carlos Quintáns y Zaida García-Requejo en los textos que acompañan a la exposición, “una variante de esta característica es la de los edificios que emergen del recorrido como la Fundación Manuel Cargaleiro (1993) en Lisboa, que se organiza a partir de una circulación a lo largo de la rampa, o la sede de DOM en Colonia. Sin embargo, es en la Fundación Iberê Camargo en Porto Alegre (1998-2006), donde este recurso se hace más evidente y expresivo”.

Iluminar: esculpir el espacio

Para Siza, la luz es una materia prima más, como la piedra, como la madera. Sus aperturas estratégicas y muchas veces sorprendentes, inesperadas, están relacionadas con la propia expresión y morfología del edificio. Es paradigmático el caso del Centro Gallego de Arte Contemporáneo en Santiago de Compostela, de finales de los 80 y principios de los 90, que hace realidad sus palabras: “En los museos, la luz es dulce, cuidada, preferiblemente impasible e inmutable. No debe ser agresiva”. Lucernarios estratégicos y semiocultos por estructuras (mesas invertidas, en el particular idioma de Siza) bañan con luz natural las salas de la última planta. El tratamiento de la luz no solo realza la cualidad escultórica del complejo, sino que se convierte en parte del continente, en algo que merece ser visitado y disfrutado. Si las salas estuvieran vacías, el museo seguiría teniendo sentido como museo, como contenedor de luz.

Materializar intangibles es una marca de la casa. La luz es uno de ellos, el tiempo, otro. A menudo, Siza ha tenido que medirse con el pasado y hacer su labor en contacto directo con edificios existentes. Una de las intervenciones más recordadas fue la recuperación del Chiado lisboeta después del incendio de 1988. No desperdició la ocasión para plantear –a menudo lo hace– una reflexión sobre cómo actuar en lugares que concentran altas dosis de pasado y mucha historia. ¿Hay que intentar mimetizar la obra nueva a la existente? ¿O diferenciarse con claridad? La respuesta de Siza es hacer posible un futuro para el pasado que ha quedado desvalido, trabajar por una reconciliación en el plano material y en el inmaterial.

Casa César Rodrigues
Renovación Urbana Barrio de Chiado / Álvaro Siza + Carlos Castanheira © Fernando Guerra | FG+SG

Después de Chiado, vinieron no pocas intervenciones en esta dirección: la Casa César Rodrigues (1987-96), la reconstrucción del Portal de Riquer, en Alcoy (1988), la restauración edificio Costa Braga, en Matosinhos (1993-97), o el edificio administrativo del puerto del Duero y Leixões (1995). Explican Quintáns y García-Requejo que “no están entre sus obras más conocidas y no están precisamente por la discreción con la que se intervino”. Y recuerdan en este punto la rehabilitación de la Iglesia de Salemi en Italia (1983-97), “quizá la apuesta más en favor de la conservación de la ruina, que demuestra que no es necesario acercarse a planteamientos de Viollet-le-Duc o adoptar el punto de vista de que, como dice Ruskin, restaurar un monumento es destruirlo, crear falsificaciones e imitaciones”. No. Otra forma de conservar es posible y Siza sabe cómo hacerlo.

El arquitecto que lo ha ganado todo en la tierra —Premio Mies van der Rohe en 1988; Pritzker en 1992; Leone d'Oro, de la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2002 y 2012; medalla de oro RIBA en 2009, Premio Nacional de Arquitectura de España en 2019— no tiene reparo en asaltar los cielos. Tiene una tarea ahí arriba que evidencia algunos de los dibujos más singulares de la muestra. “Las manos hinchadas [sic] de Siza le permiten volar sobre Machu Picchu”, se lee en uno de ellos. Efectivamente, el arquitecto se lanza sobre la imponente obra inca. Necesita una visión desde arriba, como la de Dios, como la de un ángel. Necesita verlo todo: no el contexto ni el entorno, sino el conjunto, o sea, todo: “No soy contextualista, la mera palabra me horroriza…”. Necesita conocer las referencias naturales, pero las históricas también y las relaciones entre los distintos elementos. Estos son los primeros materiales de cualquiera de sus proyectos porque “ningún sitio es un desierto”, escribe.

La perspectiva del ángel se repite en varias ubicaciones, pero volvemos al dibujo del Machu Picchu porque guarda un secreto y Siza lo desvela para El Grito: “Lo hice mientras visitaba la que para mí es la mejor de las maravillas arquitectónicas del mundo, y me picó un mosquito que me dejó las manos muy hinchadas (como se puede ver en el propio dibujo)”.