Exposiciones

Canogar, Chirino, Millares… La exposición más completa hasta la fecha del grupo El Paso se da cita en Valencia

Por Pilar Gómez Rodríguez

Antonio Suárez. 'Pintura', 1957

La Fundación Bancaja de Valencia presenta la exposición dedicada al grupo El Paso, y titulada así. Es uno de los proyectos más completos hasta la fecha en la exhibición de la obra de este colectivo artístico que revolucionó el aletargado panorama creativo español de su época.

Un manifiesto en la España de los cincuenta. La palabra, por sí sola, ya levantaba sospechas: toda una osadía en la España franquista. Porque como escribió el filósofo y novelista Alain Badiou: “¿Qué es un manifiesto? […] la tradición moderna del manifiesto queda establecida en 1848 con el Manifiesto del partido comunista de Marx […]. El manifiesto es la reconstrucción, en un futuro indeterminado, de aquello que, por ser del orden del acto, de la fulguración fugaz del instante, no se deja nombrar en presente”. La cita, la tradición del manifiesto la recuerda el crítico de arte Alfonso de la Torre en los textos del catálogo que acompaña la muestra dedicada y titulada así, sencilla y rotundamente, El Paso y que, comisariada por Lola Durán Úcar, se puede ver en la Fundación Bancaja de Valencia hasta el 8 de septiembre.

El manifiesto está en el origen de un grupo de artistas que, preocupado, aburrido, y quizá un poco harto del panorama cultural español de los cincuenta se remangó y se puso manos a la obra. Y lo hizo desde dentro, como un caballo de Troya artístico con el que empezar a ensanchar las grietas del aperturismo que terminaría acabando con el franquismo. Fue un acto creador y creativo que llevaba tiempo rumiándose a través de exposiciones e iniciativas conjuntas.

Cristalizaron en febrero de 1957, cuando el grupo quedó formalmente constituido. Sus miembros eran heterogéneos en sus prácticas artísticas, pero compartían las mismas ganas, las mismas preocupaciones y sentían, cada uno a su manera, la responsabilidad del artista. Eran Rafael Canogar, Martín Chirino, Luis Feito, Juana Francés, Manuel Millares, Manuel Rivera, Antonio Saura, Pablo Serrano, Antonio Suárez y Manuel Viola. Tuvieron sus idas y sus venidas, bajas, reenganches e incorporaciones y una vida breve e intensa que iba a cambiar el rumbo del arte contemporáneo en España.

En marzo de 1957 se redactó, firmó y publicó el manifiesto fundacional de El Paso, escrito por el crítico de arte José Ayllón. Un mes después se inauguró la primera exposición del grupo en la Galería Buchholz de Madrid. Ambos actos son fundacionales y trascendentes. Vayamos por partes.

De izquierda a derecha Antonio Saura, Rafael Canogar, Juana Francés, Manolo Millares, Manuel Rivera y Manuel Conde. Galería Buchholz. Madrid, 1957. Foto Reflejos-Madrid. Archivo Alfonso de la Torre.

Recio, profundo, grave y significativo

En la primera frase del manifiesto se encuentra la palabra “espíritu”, en la segunda se habla de “necesidad moral”. No es el idioma habitual que se esperaría encontrar en este tipo de proclamas, pero los artistas de El Paso tampoco lo son, ni sus circunstancias. El Paso no es un punto de partida sino de llegada, un particular #seacabó artístico que quería romper y “superar la aguda crisis por la que atraviesa España en el campo de las artes visuales (sus causas: la falta de museos y de coleccionistas, la ausencia de una crítica responsable, la radical separación entre las diferentes actividades artísticas, la artificial solución de la emigración artística, etc.)”. La enumeración de causas que les han llevado hasta ahí es muy precisa: las conocen muy bien y las ponen de corrido.

¿Qué es lo que quieren? Abrir e iniciar un camino hacia una “plástica revolucionaria”, pero no drástica ni separadora sino al revés. Se apartan de las habituales dicotomías que les parecen estériles: “abstracción-figuración”, “arte constructivo-expresionista”, “arte colectivo-individualista”… y quieren superarlas, aglutinar propuestas que tengan en común la intención de “presentar una obra auténtica y libre, abierta hacia la experimentación e investigación sin fronteras, y no sujeta a cánones exclusivistas o limitativos”. De eso ya estaban bien servidos.

En suma, nadie mejor que ellos expresó lo que querían. Lo resumieron a la perfección en la serie de adjetivos de su declaración de intenciones: “Propugnamos un arte recio y profundo, grave y significativo”. Con la última palabra hacen expresa su gran ambición; quieren intervenir en su época y no hablamos solo de arte, ya que en las líneas finales llaman a los espectadores a alinearse con sus propósitos y a que tomen “conciencia de su responsabilidad social y espiritual”.

Antonio Saura. 'Dioni', 1959
Juana Francés. 'Sin título', 1960. IAACC Pablo Serrano
Manuel Viola. 'La saeta', 1958

Prohibido el paso

La primera exposición de El Paso se produjo en abril de 1957 en la galería Buchholz de Madrid. En el cartel se reproducía el logotipo del grupo, diseñado por Antonio Saura. En la calle, unos obreros habían colocado un letrero donde se leía “prohibido el paso”. En realidad no pasó mucho. La muestra se inauguraba en plena Semana Santa y los pasos que interesaban eran los otros, los procesionales. Las obras de Canogar, Feito, Francés, Millares, Rivera, Saura, Serrano y Suárez que allí se reunían no pasaron desapercibidas, pero tampoco acapararon demasiada atención.

Alfonso de la Torre ha barrido los periódicos de la época y, en uno de los textos del catálogo habla del “desprecio crítico con el que fuera recibida la nueva pintura informalista”, desprecio y mofa. Por su parte, la comisaria Lola Durán explica “que los integrantes de El Paso asumieron el informalismo, una pintura de acción en la que a través del gesto automático y del trazo violento se expresan los estados de ánimo. Era una vía para canalizar su conciencia social y política, y el instrumento idóneo para romper las estructuras tradicionales y manifestar libertad”, pero no era la mejor para conectar con el público y la crítica a la primera de cambio. No pasa nada. Cuando alguien hace historia nunca sabe que hace historia. Aquellos artistas, como decía Saura, trabajaban en “silencio” y “en medio de la mayor incomprensión”.

De esa época, en la muestra de Fundación Bancaja de Valencia se incluyen, por ejemplo, obras muy representativas de la producción de Rafael Canogar como Dintel, Raza o Toro de Fuego. Algunas de las pinturas a base de óleo y arena de Feito; esculturas de Chirino (La espiga, Raíz o Herramienta poética e inútil) y de Pablo Serrano (Polifemo, Viento de otoño, El paso de la laguna Estigia); las arpilleras características de Manuel Millares; una generosa representación de la pintura de Antonio Saura, las composiciones de Manuel Rivera, así como de Juana Francés (la única mujer integrante del grupo), Antonio Suárez o Manuel Viola.

Luis Feito. 'Cuadro 186', 1960. Colección Mariano Yera
Pablo Serrano. 'Tauróbolo', 1960. IAACC Pablo Serrano

Ideario común, diversidad de técnicas

El conjunto expositivo aglutina las diferentes disciplinas que trabajaron los autores del grupo: pintura, con piezas al óleo y técnica mixta que combina el uso del pigmento con otros materiales como tela metálica, alambre o metal; dibujo, con piezas en tinta china, dibujo o gouache sobre papel; y la escultura en materiales como el hierro o la piedra. Un legado diverso que refleja la singularidad de cada creador, canalizada en una visión e impulso común de crítica y oposición a los cánones clásicos.

En total hablamos de una selección de más de 70 obras procedentes de cerca de 30 colecciones institucionales y particulares como las de familiares y sucesores de los artistas, el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos-IAACC Pablo Serrano, MACVAC-Museu d’Art Contemporani Vicente Aguilera Cerni de Vilafamés, Colección de Arte Contemporáneo Fundación ”la Caixa”, Colección Caixa Bank, Legado de Juana Mordó (Patrimonio Círculo de Bellas Artes de Madrid), Biblioteca Museu Víctor Balaguer, Galería Guillermo de Osma, Colección Mariano Yera o la Colección Fernán-Gómez Arte Contemporáneo, entre otros.

A este importante esfuerzo museístico se suma una completa recopilación de documentación original sobre el grupo, algunas de sus principales ediciones y publicaciones y ejemplares de catálogos de las exposiciones en las que participaron. Y es que como prueba de la labor pedagógica y divulgativa en la que El Paso estaba interesado, el grupo elaboraba documentos propios como boletines y cartas donde se iba actualizando el estado de sus ideas y el curso de sus acciones, una especie de redes sociales analógicas de gran interés a la hora de tomar el pulso a su evolución.

Profetas antes fuera de su tierra

En mayo de 1957, la exposición Pintura abstracta española comenzó una itinerancia por España. Si bien en un primer momento la acogida fue discreta, todo cambió enseguida, en ese mismo verano, cuando el grupo, representado por Feito, Millares y Rivera, se presenta en la Bienal de São Paulo, donde fueron recibidos con entusiasmo por la crítica internacional. El éxito es tal que el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiere diversas obras de Rivera y Millares. Un año después, en junio de 1958, se presenta el grupo en la Bienal de Venecia, donde obtienen el reconocimiento inmediato tanto del público como de la crítica, lo que les supone la entrada en los mercados de arte internacionales. Esta fue la primera —y también la única— ocasión en que se presentó el grupo como tal en un certamen internacional a través del Gobierno español, que posteriormente intentaría politizar el arte de vanguardia.

Para esa época las exposiciones e iniciativas se iban sucediendo fuera, pero también dentro de nuestras fronteras. En Madrid, en Murcia, en Barcelona —donde recaban el apoyo de Joan Miró— y entran en contacto con el decisivo galerista Pierre Matisse, que acogerá sus obras en su galería en Nueva York en marzo de 1960, en los últimos compases del movimiento.

Como valora la comisaria Lola Durán, “si bien la repercusión de este grupo en el panorama artístico español fue de notable importancia, las exposiciones que realizaron en nuestro país no tuvieron un gran alcance. Su arte no estaba hecho para todos los públicos, la vanguardia no despertaba el suficiente interés. La constatación de la influencia de El Paso fue posterior, respaldada por el prestigio que obtuvieron en el panorama internacional. Ese fue su gran apoyo, que vino del exterior, tanto el recibido en los certámenes internacionales como de la mano de galeristas internacionales, mencionando a Fabio Sargentini, Jean-Pierre Arnoux, Daniel Cordier, Jean-Robert Arnaud, y con especial dedicación de Pierre Matisse”.

Manuel Millares. 'Cuadro 76', 1959
Manuel Rivera. 'Metamorfosis', 1959

Rafael Canogar: la última voz de El Paso

Como en todo organismo vivo, El Paso también experimentó sus cambios. Hubo idas y venidas, bajas y recuperaciones desde bien temprano. En el mismo verano de su formación, Pablo Serrano, Juana Francés, Antonio Suárez y Manuel Rivera la abandonan. En 1958 se sumó Martín Chirino, que se mantenía en contacto con Millares y Saura. Se produjeron tanteos con el Equipo 57, el grupo fundado en París en la misma época, volcado en la abstracción geométrica, por si fuera posible emprender acciones en común. Sin salir del año 1958, Manuel Viola, que había participado en las vanguardias internacionales de París, regresa a España y se incorpora. En febrero de 1959 Manuel Conde se separa del grupo y entra Manuel Rivera un mes después… También esa primavera se presenta en París la exposición 13 peintres espagnols actuels, donde El Paso tiene una amplia representación. Algunos de sus miembros denunciaron la utilización política de su arte. Como recuerda la comisaria en su texto del catálogo: “Para algunos críticos, en esta exposición está el germen de la disolución”.

Esta se hace pública tres años después de su presentación, en abril de 1960. De forma definitiva y de mutuo acuerdo la última Carta, la número 15, escrita por Saura quiere dejar claro que El Paso se cierra con buena parte de sus objetivos cumplidos: “[…] ha contribuido en gran medida a crear una nueva situación. Hemos combatido la apatía. Hemos atacado a una crítica que, salvo raras excepciones, se mantenía hueca e inoperante”.

Rafael Canogar. 'Dintel', 1958

Si la historia de El Paso había comenzado con un manifiesto y una exposición, su final se iba a escribir de la misma manera, con aquella Última Comunicación y una muestra en la galería L’Attico en Roma. Tras cambiar el curso artístico de su tiempo y trabajar en el socavamiento de un régimen que atenazaba las libertades, los miembros que formaron parte del colectivo fueron desapareciendo y, en la actualidad, solo uno de ellos, Rafael Canogar, no solo vive sino que se encuentra en activo.

Este mismo año se ha inaugurado en Toledo un espacio expositivo permanente dedicado a su obra. Unos meses antes, en una entrevista para El Grito, le preguntamos sobre la nostalgia de aquella época, de alguna de sus épocas. “No, no siento nostalgia. Lo que viví, lo he vivido intensamente y con ese deseo de estar en movimiento, de renovación, de tener esa experiencia de las vanguardias. Están vividas y ahora me enfrento a otra cosa. Para un artista no hay mejor situación que vivir en un periodo de normalidad y no tenemos un periodo de normalidad. Yo he vivido parte de mi vida en la dictadura y con el deseo de llegar a tener la libertad, democracia, participación, pluralidad… […] La democracia es muy débil, hay que defenderla cada día, porque la libertad se pierde con mucha facilidad. De verdad estoy en un momento pesimista. Pero no tengo nostalgia, sí frustración”.

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