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‘Los pájaros no son reales’: un movimiento artístico promagufos te está troleando

Por Mario Canal

Ilustración: EL GRITO / iStock

El pasado mes de mayo se celebró en Barcelona una manifestación inspirada en ‘Birds aren’t real’, un movimiento satírico que no cuestiona la existencia de las aves, sino la relación de los humanos con la realidad. Una estrategia, la del troleo –o engaño–, que por su potencial de trampantojo es muy afín al arte contemporáneo.

La razón por la que los pájaros se posan en los cables del tendido eléctrico y no se electrocutan es sencilla: es en esos cables donde recargan sus baterías porque en realidad no son animales vivos, sino drones que los gobiernos usan para espiarnos.

Esta idea podría haber quedado en una broma más que se pierde en el océano de las tonterías compartidas entre colegas, en el cementerio de las coñas, pero se convirtió en 2017 en un movimiento de resistencia frente al sistema y cientos de miles de personas creyeron –o quisieron creer– que los pájaros no eran reales.

Detrás del Birds aren’t real estaba un joven estadounidense al que se le ocurrió la frase en una manifestación pro-Trump celebrada en Memphis (EEUU). La escribió en un cartón en ese mismo momento y el mensaje se hizo viral en las redes. Paul McIndoe no era artista, pero sí tuvo mucho olfato mediático y utilizó una estrategia creativa que no es ajena al arte contemporáneo: la sátira creativa, el troleo, la ironía que redibuja los límites de lo real.

La discusión sobre la posverdad estaba en su máximo apogeo en aquellos años. Los terraplanistas competían con conspiranoicos de toda índole por impulsar sus teorías absurdas en las redes sociales. Y hay pocas cosas más absurdas que negar la existencia biológica de un animal que convive con los humanos desde hace millones de años. Sin embargo, muchos lo creyeron. Solo hizo falta apuntar a la existencia de una conspiración del Gobierno de EEUU para que aquellos que se oponían de forma sistemática al mismo, se adhirieran a la teoría. Por muy loca que fuera.

El ingenio de McIndoe para elaborar su tesis fue descacharrante. Por ejemplo, se inventó que los primeros pájaros tras la gran aniquilación de esta especie fueron ensamblados por hippies reclutados en bares –estamos en los años 70– a los que se invitaría a una falsa dosis de LSD antes de acudir a una fiesta. En su lugar, se les llevaba hasta unas instalaciones subterráneas donde construirían los drones mecánicos durante días. “El viaje de ácido que esperaban era en realidad el viaje en autobús hasta la entrada del búnker, donde les entregaron una caja de herramientas y unos auriculares en los que sonaban Pink Floyd sin parar”, escribe el propio autor en un libro que está a punto de ser publicado y cuenta la delirante historia del complot antipajarista.

Portada del libro ‘Birds Aren't Real’
Póster ‘Spread the Feathered Gospel’ © Birds Aren't Real

El absurdo llevado hasta el límite

Muy similar es el proceso creativo que desarrolla el colectivo español Homo Velamine, este sí, con pretensión de subversión artística y al que pertenece el escritor Anónimo García. Desde 2013 se infiltraban en manifestaciones, ya fueran feministas, nacionalistas o animalistas, que subvertían a base de eslóganes incongruentes y sentido del humor. De esta forma, se inventaron movimientos como el aceleracionismo, una forma del uso supremacista del coche, y planteaban acciones a contracorriente: una acampada en Sol a favor del Gobierno –parodiando el 15M– o la participación del grupo en una manifestación en la Calle Génova bajo el lema “Hipsters con el PP”.

Siempre, la línea que separa lo increíble de la realidad se desdibujaba en sus acciones, que denominan ultrarracionalistas y han sido compiladas en las cuatrocientas páginas del libro titulado Grotesco, que puede adquirirse en su web.

© Tour La Manada

La estrategia de evidenciar el absurdo que puede alcanzar la propia realidad llevando a cabo acciones descolocantes por parte de Homo Velamine llegó hasta sus últimas consecuencias con una parodia de los medios de comunicación y el sensacionalismo con el que estos cubrieron el “ caso de la manada”, la violación de una joven durante los Sanfermines de 2016. Para criticar de forma abierta, pero indirecta, esa cobertura mediática, Anónimo García creó una “ruta de la manada”, haciendo una página web que recorría los lugares por los que habían pasado los agresores sexuales antes de cometer su delito. Nada diferente de la explotación del morbo en la que participaban no solo televisiones o periódicos, sino también políticos que buscaban instrumentalizar aquella desgracia.

Sin embargo, fue denunciado y encontrado culpable de daño moral a la víctima, ya que el juez no entendió su voluntad irónica, ni artística. Desde entonces, García no solo perdió su trabajo en Greenpeace, también ha vivido una secuencia judicial de surrealismo kafkiano descrita en el libro Nadie se va a reír (2023) de Juan Soto Ivars.

Humor antisistema

Hackear el sistema es el fin último de este tipo de acciones y a menudo se hace con las mismas armas de propaganda con las que cuenta el poder. Una misión que tiene bastante que ver con transformar la realidad, jugar con sus límites, algo connatural al arte. The Yes Men fue otro colectivo de activistas y artistas conocidos por sus tácticas de intervención mediática para exponer la corrupción y las malas prácticas de grandes corporaciones y gobiernos. Fundado por Andy Bichlbaum y Mike Bonanno en los dosmiles, el grupo se hacía pasar por representantes de empresas y organizaciones internacionales, creando situaciones absurdas pero creíbles para atraer la atención pública y mediática.

Manuel Millares. 'Cuadro 76', 1959
Manuel Rivera. 'Metamorfosis', 1959

Como puede verse en el famoso documental que hicieron sobre su trabajo en 2009 –The yes man fix the world–, suplantaron a representantes de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en una conferencia en Finlandia, donde propusieron medidas extremas para resolver problemas globales. También crearon un falso sitio web de la empresa Dow Chemical –responsable del desastre ecológico de Bhopal, en el que murieron envenenadas miles de personas–, en el cual anunciaron una compensación multimillonaria a las víctimas de aquel desastre. La empresa cayó en bolsa a causa de estas falsas declaraciones, ya que fueron tomadas por ciertas y por poco acaba con una de las mayores petroquímicas del mundo.

La finalidad de The Yes Men era despertar la conciencia social utilizando el humor, la parodia y la retórica de la propaganda corporativa para desmantelarla, evidenciando la disparidad entre las promesas públicas y las acciones reales. Para ello, únicamente necesitaron tres palancas: unos trajes de chaqueta, mucho ingenio y mucha cara dura.

Pero también pueden usarse elementos más prosaicos para cuestionar la realidad. Un plátano y una tira de cinta americana, por ejemplo. Con estos materiales el celebérrimo artista Maurizio Cattelan hizo una obra de arte que interrogaba al extremo aquello que puede ser catalogado como obra de arte. Pregunta que sigue siendo central en los discursos del arte contemporáneo desde que Marcel Duchamp decidiera que su orinal volteado sería una escultura.

El título de aquella pieza presentada en Art Basel Miami, Comedian (2019), orienta mucho sobre su voluntad iconoclasta. La obra constaba de tres ediciones –es decir: tres compradores podían adquirirla–, aunque al final solo dos pagaron los 120.000 dólares que costaba –una de ellas Sarah Andelman, la que fuera dueña de la muy sofisticada tienda de moda parisiense Colette-, mientras que una tercera banana fue donada al museo Guggenheim de Nueva York. “No me considero un artista, sino un tramposo”, ha dicho Cattelan de sí mismo en alguna ocasión, parafraseando quizás a Andy Warhol cuando afirmó que “arte es aquello que consigues cuando te sales con la tuya”.

Contra el mal y el capital

Trampa puede ser también lo que hace el colectivo alemán Peng! a través de sus acciones, que tienen el hackeo, el activismo y el arte contemporáneo como arietes de acción directa. “Peng! es el antagonista de las agencias de relaciones públicas corporativas”, explican en su página web. “Desafiamos las identidades corporativas, la propaganda política y las mentalidades dominantes con acción directa subversiva y desobediencia civil. Exploramos formas creativas de protestas audaces y alentamos a la sociedad civil y a las ONG establecidas a ampliar su conjunto de herramientas de campaña convencional”. Sus motivaciones, por cierto, recuerdan mucho a las del mítico colectivo estadounidense Adbusters.

Las iniciativas de Peng! se denominan “campañas” y van desde la crítica al sistema capitalista –atacando a Amazon o a las empresas farmacéuticas–, hasta el cuestionamiento del propio Estado alemán. En una de ellas invitaron a la gente a robar productos de supermercados y pagar directamente a los sindicatos de productores a través de un sistema digital. La idea era denunciar y combatir las violaciones de derechos humanos por parte de empresas alemanas en el extranjero. Sus acciones recuerdan mucho a las que Yomango desarrolló en España en torno a 2002 mediante la estrategia SCCPP –Sabotaje Contra el Capital Pasándoselo Pipa–. Una fórmula que desarrollaron en su ya mítico Libro rojo de Yomango.

Peng! también creó un centro de llamadas abierto al público que permitía a la gente hablar directamente con empleados de servicios de inteligencia occidentales. Esta acción formaba parte de su campaña "INTELEXIT", diseñada para ayudar a los agentes a dejar sus trabajos en los servicios secretos y reintegrarse a la sociedad. Además, montaron carteles de reclutamiento alrededor de las sedes de la NSA y el GCHQ para promover esta causa. No es de extrañar que fueran investigados por la propia agencia de espionaje alemán, como se demostró tras un registro de sus oficinas en 2021 que además hizo público que Peng! eran considerados por el Ministerio de Interior alemán como un grupo terrorista.

‘51 statements y una demolición’ © Núria Güell

Pero si hay algún artista en nuestro país especializado en subvertir al sistema usando sus propias herramientas esa es Núria Güell. En su web hay descritas 51 acciones que van desde lo poético a los ultrapolítico. Expone habitualmente en museos de primer nivel trabajos que va desarrollando de forma progresiva y que a menudo exigen una laboriosa estrategia jurídica y administrativa.

Algunas iniciativas, como su voluntad de ser considerada apátrida, no consiguieron el objetivo deseado. Pero otras, sí. Por ejemplo, cuando en 2013 fue invitada a participar en la Bienal de Gotemburgo, en Suecia, y contrató a una mujer inmigrante ilegal para que jugara al escondite con los visitantes a la muestra. Así, replicaba de forma controlada lo que sucedía a esta persona en su día a día. Gracias a este proyecto, Güell pudo criticar la política REVA, que incentivaba a los policías suecos económicamente para detener inmigrantes ilegales, y además consiguió que María consiguiera sus papeles.

Para que luego digan que el arte no sirve para nada.