Arquitectura & Diseño

Esta casa modernista de Barcelona apuesta por la madera, el cristal y los mosaicos de Nolla como elementos decorativos

Por Beatriz Fabián Fotos Pol Viladoms

La rehabilitación de este piso construido según el Pla Cerdà se ha hecho con la mirada gacha para no perder de vista en ningún momento el suelo. El solado de teselas de mosaico que reviste sus estancias conserva los diseños originales de Nolla, un pavimento decorativo importado desde Inglaterra a mediados del siglo XIX que, junto a la madera de pino y al cristal texturizado, sirve de hilo conductor a todo el conjunto.

La cerámica de Nolla es la alfombra perfecta para domesticar un espacio dedicado a reuniones de trabajo ideado con el ánimo de dejar atrás las anodinas salas de reuniones de oficinas y hoteles. También quizás queriendo orillar esta tendencia naif de decorar, probablemente con toda la buena intención, los denominados espacios de coworking con plantas cayendo en cascada de techos y estanterías (en el mejor de los casos naturales, modo ironía on), muebles neutros hasta el aburrimiento y soluciones curvadas que más que acoger parece que te quieren atrapar malévolamente en un laberinto de soft seatings.

En Artchimboldi, que es como se llama este proyecto de Anna Truyol en Barcelona, la entrada señorial y la decimonónica escalera que conserva un glorioso arranque de escalera en mármol y un ascensor en rejería y madera -objeto de deseo de cualquier instagramer que se precie-, ya presagia que la reunión de trabajo aquí va a ser diferente. Su iniciativa se basa en la idea de que es necesario humanizar los entornos de trabajo a base de claves como calidez, flexibilidad y creatividad.

Para desarrollar su proyecto, eligió un edificio modernista fechado en 1916 que se encuentra en el Eixample Barcelonés y fue construido según el Pla Cerdà, con la típica distribución que cuenta con fachada a la calle y al patio interior. Ha sido reformado por su fundadora con la ayuda de la arquitecta Emma Martí con la idea de conservar los elementos originales. Es un edificio familiar, que pertenece a un mismo propietario. “Yo alquilé los dos del primero y los junté, obteniendo así grandes espacios con mucha luz. En la planta baja hay un restaurante tradicional de toda la vida”, añade Anna.

Optó por este piso por ser “muy barcelonés, donde vivían familias, con lo que el espíritu de hogar estaba allí, no era una oficina. Y esto fue precisamente una idea muy rompedora, crear un entorno empresarial en un entorno familiar. Y también por la belleza del espacio, la amplitud de las salas, la luz que entra por los grandes ventanales, la ubicación en el centro de la ciudad”, prosigue.

Piezas de un centímetro cuadrado

Una puerta original de este edificio noble de la calle Córcega da acceso a un cubo con perfiles de madera de pino en acabado natural sin tratar y cristal texturizado que marcan el tránsito hacia el pasillo. Este eje del que parten las distintas estancias tiene un sentido circular que rodea tres patios de luces y acoge dos baños cuyas puertas interconectan también ambas alas de la casa de planta cuadrangular.

La sensación de hogar y la calidez la imprime uno de los elementos conservados, convertido en el gran protagonista de este proyecto de rehabilitación, el solado de teselas de mosaico que reviste las estancias del piso y conserva los diseños originales de Nolla, un pavimento decorativo que importó desde Inglaterra el empresario Miguel Nolla a mediados del siglo XIX, y que proporciona personalidad al conjunto. “Este mosaico hidráulico está hecho de piezas de un centímetro cuadrado, ¡imagínate 400 metros cuadrados hechos así!, hoy en día sería imposible”, agrega Anna.

Las molduras presentes en techos y paredes, los detalles de carpintería, las dobles puertas correderas de balcones y terrazas y los radiadores de hierro fundido son también originales, elementos preservados en la reforma, que ayudan a mantener la autenticidad y el carácter histórico de la vivienda. Junto con la arquitecta decidieron actualizar las estancias introduciendo dos materiales clave: la madera de pino y el cristal texturizado. “La madera aporta calidez y, al dejarse sin tratar, otorga un toque moderno a los espacios, destacando sobre una base modernista”, indican. La presencia de esta solución estética, madera y cristal se convierte en hilo conductor del proyecto que, además de estar en la entrada, se repite en varias puertas separadoras de ambiente, en la zona de los lavabos, el pasillo y también en la galería.

Una cuestión de feng-shui

La ventilación está asegurada en todos los salones, en total cuatro, convertidos en salas de reuniones flexibles. Una de las primeras decisiones en la reforma fue derribar el mayor número de tabiques divisorios que fue posible para lograr amplitud de espacios espacios amplios. “Mediante puertas correderas, conseguimos unir o separar las diferentes salas, como un puzzle. Y mediante mobiliario móvil, mesas modulares, librerías con ruedas, cojines, pufs, taburetes… conseguimos configurarlo según sea necesario”, añade Anna.

Para la fundadora de Artchimboldi, “los espacios tienen alma, es algo que todo el mundo siente, aunque no sepamos explicar el porqué. Y los espacios también son un reflejo de las personas que hay detrás”. De ahí se explica que encontrara en el feng-shui una fuente de inspiración. “Hace 20 años, cuando empecé con Artchimboldi, conocí a un maestro del feng-shui. Sin conocerme de nada, viendo el espacio, me hizo un diagnóstico claro y detallado de cómo me sentía. Mis puntos fuertes, mis puntos a desarrollar, mis creencias limitantes. Me propuso hacer algunos cambios y los hice, pero no todos. Me pedía hacer un cubo en la entrada para cambiar la dirección de la puerta y en ese momento me pareció raro y no lo hice. Dos años más tarde me encontré en una situación difícil, con un bebé, sola y con una empresa para tirar adelante. Y lo llamé: “Víctor, ¿Cómo tenía que ser el cubo?” Lo hice y todo empezó a funcionar. No solo por el cubo, sino por el cambio interno que me provocó y por el darme cuenta de cosas. Fue un descubrimiento muy interesante”, concluye.

Tanto Anna como Emma defienden la simplicidad y la primera indica que “es fundamental, en un mundo tan complejo, con tantos inputs y distracciones, un contexto donde hay orden y simplicidad, nos ayuda a centrarnos, a estar concentrados, a relacionarnos mejor”.

En cuanto a cómo se han resuelto los sistemas de iluminación, calefacción y aire acondicionado que tanto condicionan muchas veces un espacio de trabajo o de oficinas optaron por “la iluminación indirecta es la que más nos gusta, lámparas de pie, de sobremesa, con reguladores. Nos ayuda a crear ambientes cálidos y diferenciar rincones”. Mientras, para la iluminación general, también necesaria para las reuniones, la resolvieron con guías de focos técnicos.

A la hora de seleccionar mobiliario, iluminación y accesorios, se han basado en que fueran: prácticos, debían ser muebles fáciles de mover para crear diferentes situaciones; funcionales para anticiparse a las necesidades de las empresas; bellos, es decir, materiales naturales, fundamentales para inspirar, aportar calidez y que las personas se sientan a gusto; sencillos para conseguir cercanía y facilitar las relaciones; y creativos porque “buscamos elementos especiales, diferentes, que no se encuentren normalmente, como los pufs de cartón que se pliegan. Así conseguimos despertar una sensación de juego, de ligereza, de salir de lo conocido”.

Muebles de marcas españolas como Alki, Marset y Santa & Cole o internacionales como Ferm Living, Hay y Vitra se mezclan con piezas procedentes de almonedas, de tiendas como Última Parada de Barcelona o La Europea de Madrid, otras encontradas en viajes a Francia y Bélgica, a los que se unen otras diseñadas por la propia Anna, como mesas modulares y percheros, y por Emma, como un banco corrido hecho a medida en madera de pino.

Entre los servicios que ofrecen, han hecho hincapié en la cocina y es que en Artchimboldi piensan que “los seres humanos tenemos un vínculo muy íntimo con la comida. Durante una reunión, los momentos de descanso y las pausas para comer son importantes. Medité mucho cómo aprovechar esos momentos para transmitir los mismos valores que el espacio: crear calidez, facilitar relaciones, crear vínculo”, dice. 

Para Anna Truyol, “el entorno puede cambiar el comportamiento humano, hacer crecer a las personas. Nos influye, incluso sin saberlo, en nuestra manera de sentir, de actuar, pensar y relacionarnos. Los materiales nobles, el orden, la simplicidad, el trato recibido, el sentirse cuidado, la sorpresa, la creatividad, lo nuevo en lo cotidiano, salir de la rutina, todo ayuda a que podamos ser más nosotros, más humanos”.