Brutalismo en Barcelona: esto es lo que cuesta vivir en los edificios más emblemáticos de este (controvertido) estilo

Arquitectura & Diseño

BRUTALISMO EN BARCELONA: ESTO ES LO QUE CUESTA VIVIR EN LOS EDIFICIOS MÁS EMBLEMÁTICOS DE ESTE (CONTROVERTIDO) ESTILO

Por Romina Vallés

La Fábrica / Ricardo Bofill © Cortesía de Ricardo Bofill

Pese a ser la Ciudad Condal modernista por excelencia, hace tiempo que el brutalismo la salpicó de algunos edificios emblemáticos. Comprar o alquilar uno de sus inmuebles es toda una oportunidad para los amantes de este movimiento. A pesar de ser icónico, sus precios no están más caros.

Poco después de rebasar en coche las enormes letras blancas de la entrada norte a la ciudad que rezan “Benvinguts a Barcelona”, es imposible no permanecer, al menos lo que dé de sí el semáforo, mirando el inmenso panal de pisos que se erige en mitad de la Avenida Meridiana. Levantada por Oriol Bohigas y sus socios Josep Martorell y David Mackay entre 1959 y 1966, la Casa de la Meridiana forma parte de la constelación de construcciones que entre 1950 y 1970 salpicaron de brutalismo a la Ciudad Condal y su área metropolitana.

Su estilo es mediterráneo y, por eso, pese a lo austero, pese a sus dimensiones colosales y desnudo hormigón y ladrillo, posee elementos decorativos como la cerámica. Otro rasgo característico es que persigue la funcionalidad. Por ejemplo, las ventanas, en forma de tribuna, tienen aberturas o cerramientos según su orientación para optimizar la iluminación y ofrecer privacidad. Con esas asimetrías se consigue dar movimiento a la fachada. Quien la contemple desde el semáforo o desde donde le dé la gana puede amarla, pero también odiarla; es lo que tiene el brutalismo.

Meridiana también es uno de los contados proyectos de viviendas dentro de este estilo, ya que la mayoría de edificios que se proyectaron fueron torres de oficinas o edificios públicos. Ahí tienen, sino, la extravagante iglesia de Santa Maria de Sales, del arquitecto austríaco Robert Kramreiter; La Fábrica, del estudio de Ricardo Bofill; o la Casa Moratiel, de Josep Maria Sostres.

Otro unicornio brutalista de viviendas es el edificio Les Escales, en Pedralbes, del arquitecto Josep Lluís Sert, y que fue reconocido con el Premio FAD. Custodiado por un bosque de pinos y varias cascadas, su estructura de hormigón armado, los muros de piedra y su controvertido diseño de rectángulos asimétricos contrastan con los elementos típicos locales como las persianas de librillo, los techos de viga y bovedilla, o la cerámica vidriada de color ocre y verde-gris. Y uno más, Walden 7, en Sant Joan Despí, donde Ricardo Bofill quiso simular una ciudad en vertical. De inconfundible fachada de baldosas rojas, el edificio está formado por 18 torres que se van desplazando de su base hasta formar un laberinto de siete patios interiores. A las viviendas se accede a través de callejones y pasadizos.

La Fábrica / Ricardo Bofill © Cortesía de Ricardo Bofill

Pero, ¿cuánto cuesta vivir en uno de estos pisos? En el caso de Les Escales por ejemplo, “el valor arquitectónico de esta vivienda es muy relativo; hay posibles compradores que al ver el edificio lo pueden rechazar, y sin embargo hay otros que lo apreciarán, como los americanos, porque el arquitecto Sert construyó el Campus de la Universidad de Boston y fue profesor de Harvard y Yale, y en Estados Unidos es un referente”, nos reconoce un agente inmobiliario experto en este tipo de propiedades. También es cierto que estamos hablando de viviendas de lujo. Un ático dúplex de 614 metros cuadrados, cinco terrazas, cuatro dormitorios (cada uno con su baño), un gran salón con amplios ventanales y una biblioteca con estantes de mármol de Carrara cuesta actualmente 5.800.000 euros.

Si nos vamos a Walden encontramos pisos más asequibles de 63 metros cuadrados, reformados, con dos habitaciones, un baño y piscina comunitaria por 227.000 euros. También hay dúplex de 126 metros cuadrados y tres habitaciones por 430.000 euros. ¿Más caros o baratos que los de la misma zona? Un dúplex de características similares se oferta en otro portal inmobiliario por 660.000 euros. Es decir, que nadie paga más por vivir en las viviendas sociales de Bofill.

Casa de la Meridiana. Fondo documental DOCOMOMO Ibérico/© Julio Fonte
Casa de la Meridiana. Fondo documental DOCOMOMO Ibérico/© Julio Fonte
Casa de la Meridiana. Fondo documental DOCOMOMO Ibérico/© Julio Fonte
Casa de la Meridiana. Fondo documental DOCOMOMO Ibérico/© Julio Fonte
La Fábrica / Ricardo Bofill © Cortesía de Ricardo Bofill
La Fábrica / Ricardo Bofill © Cortesía de Ricardo Bofill
La Fábrica / Ricardo Bofill © Cortesía de Ricardo Bofill
La Fábrica / Ricardo Bofill © Cortesía de Ricardo Bofill
La Fábrica / Ricardo Bofill © Cortesía de Ricardo Bofill
La Fábrica / Ricardo Bofill © Cortesía de Ricardo Bofill
Casa Moratiel, Barcelona © Francesc Català-Roca
Casa Moratiel, Barcelona © Francesc Català-Roca
Les Escales Park © José Hevia Blach
Les Escales Park © José Hevia Blach
Les Escales Park © José Hevia Blach
Les Escales Park © José Hevia Blach
Walden 7 © Cortesía de Ricardo Bofill
Walden 7 © Cortesía de Ricardo Bofill
Walden 7 © Cortesía de Ricardo Bofill
Walden 7 © Cortesía de Ricardo Bofill

Unos edificios singulares que nadie valora

Si hay una construcción emblemática del brutalismo barcelonés, porque además se reconoce desde el mar como si de un faro se tratase, esa es el Edificio Colón, el primer gran rascacielos que tuvo la ciudad, de 110 metros de altura, en el distrito de Ciutat Vella. Lo levantaron entre 1965 y 1971 Josep Ribas, Josep Anglada y Daniel Gelabert. El edificio destaca, además de por su altura, por la fachada de hormigón armado deformada, con el objetivo de recoger las aguas pluviales para apagar posibles incendios. Resulta curioso también el remate de la torre en un hexágono, que rompe por completo con el cuerpo principal. Su uso siempre fueron oficinas y ahora es posible comprar algunas, como una de 250 metros cuadrados por 900.000 euros.

Hace poco, Albert Àguila, arquitecto apasionado del brutalismo, adquirió otra más pequeña, de 70 metros cuadrados, por la que pagó cerca de 300.000 euros: “No pagas más por el hecho de ser un edificio singular, sino por la zona y por las vistas. El código del brutalismo es el de generar un impacto contundente; es muy distinto al del modernismo, que nace para la burguesía del XIX, persigue el romanticismo y está hecho por artesanos. Por eso sí se paga más. Y además, el brutalismo es una arquitectura honesta, pero no todo el mundo está preparado para admitir esas formas tan puras”, aprecia Àguila, que es responsable del estudio Toio de arquitectura y diseño.

Edificio Colón. Foto: Wikipedia/Matti Blume
Torre Urquinaona. Foto: Wikipedia/Zarateman

Muy cerca de la Plaça Catalunya sobresale otro rascacielos de oficinas de la época (1966-1975), la Torre Urquinaona, de 70 metros de altura y 22 plantas, construida partiendo de una planta octogonal. Resulta bastante discreta a pesar de su altura, gracias a un revestimiento de gres oscuro y varias secciones salientes y asimétricas que deshacen la uniformidad de la fachada. Justo en la planta 10, una oficina de 75 metros cuadrados se oferta por 325.000 euros; y otra de 470 metros cuadrados y vistas panorámicas de la ciudad se alquila por cerca de 7.800 euros al mes. Incluso en el Eixample, las oficinas modernistas son más caras.

“Aquí se paga por estar en la Diagonal y por la altura”, concluye Sergi García, director general de la inmobiliaria Ferran, sobre el Edificio Atalaya, otro coloso brutalista que es un mix entre oficinas y viviendas. “El bloque tiene un estilo hotel de los 70, enmoquetado, los pisos son pequeños. Justo hace un año vendimos uno de 70 metros cuadrados en la planta 16 por 420.000 euros. El comprador era español y entre sus motivaciones no estaba el estilo del edificio”.