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El Thyssen recupera la obra de la artista falangista (y ultra católica) Rosario de Velasco

Por Clara González Freyre de Andrade

Rosario de Velasco

El Museo Thyssen recupera las obras de la artista que despuntó en el periodo de entreguerras como máximo exponente del movimiento de “retorno del orden” en España, que fusiona el clasicismo con el realismo.

Una pareja de tamaño monumental reposa sobre un prado verde. Su mirada cómplice es la viva encarnación de la ternura. Sorprende al conocer su título, Adán y Eva. No hay rastro del pecado en una de las pinturas más emblemáticas de la inmensa colección de tesoros que guarda el Museo Reina Sofía. No cabe duda de que es un cuadro icónico, que ha impactado en nuestra memoria visual. Tanto es así que, si te enamoras de su efigie, puedes llevarte una réplica en miniatura a casa, en forma de postal. Pero lo realmente curioso es que, la mayoría de visitantes, desconocen la historia de la artista que se oculta tras sus pinceladas: Rosario de Velasco.

De Velasco se enmarca dentro de un grupo de artistas a lo largo de toda Europa que, tras la Primera Guerra Mundial, abrazaron una vuelta a la figuración rechazando las experimentaciones vanguardistas. Amante del Renacimiento y muy especialmente del Quattrocento italiano, cosechó incontables éxitos durante sus primeros años, con lienzos de gran formato (poco común entre sus compañeras) en los que fusionaba su amado clasicismo con una mirada objetiva de la realidad.

Su estilo atrapó el interés de la crítica dentro y fuera de nuestro país, llegando incluso a participar en varias ediciones de la Bienal de Venecia y a ser artista invitada en la Exposición Internacional de Pittsburgh en 1935. Curiosamente, como muchas otras artistas de su generación, la de las Sinsombrero, ninguno de sus logros fue suficiente para evitar su ausencia en los libros de historia y su condena al olvido. Al menos, hasta ahora.

‘Adán y Eva’, Rosario de Velasco. 1932

Desde hace unas semanas, y hasta el 15 de septiembre, la emblemática pintura se expone en el madrileño Museo Thyssen junto a una treintena de obras más, realizadas por la artista entre los años 20 y 40 del siglo pasado, en la que promete ser una retrospectiva histórica. Una oportunidad única para redescubrir su figura, que logró alzarse como una de las artistas más prometedoras de nuestro país antes de la Guerra Civil.

Católica, falangista… y rebelde

Rosario nació en Madrid, en el seno de una familia acomodada de origen vasco. Su padre era militar y su madre católica ferviente, creencia que trasladó a la pequeña, que asistía regularmente a misa. Su formación artística siguió en los primeros años esta misma estela tradicional, siendo discípula de Fernando Álvarez, pintor academicista que por aquel entonces ostentaba el cargo de director del Museo del Prado. Fue él quien, muy probablemente, plantó en ella la semillita de su atracción por el clasicismo.

El periodo de entreguerras favoreció, por el contrario, que se desarrollara como la pintora moderna y rebelde que llegó a ser. La República trajo a España la liberación de la mujer, otorgando a las artistas de la generación del 27 unas libertades nunca antes vistas a la fecha. La guerra, sin lugar a dudas, lo cambiaría todo. Junto a este periodo en el que la artista cosechó incontables éxitos, pertenecen las obras expuestas en la retrospectiva que arranca en primera instancia con un autorretrato para ir avanzando a través de otros retratos, bodegones, visiones carnavalescas, dibujos preparatorios e ilustraciones firmadas por la artista.

Y es que Rosario de Velasco solo puede definirse como una mujer de contrastes. Amaba y abrazaba su libertad, pero jamás abandonó su profundo sentimiento religioso. También era creativa, pero siempre sintió una conexión especial por los clásicos. Y, sobre todo, su indudable modernidad contrasta radicalmente con su acercamiento a la Falange Española donde, más tarde, militaría en la Sección Femenina encabezada por su amiga Pilar Primo de Rivera. Sus radicales ideas políticas, las mismas que acabaron por sesgar gran parte de sus libertades, no evitaron sin embargo que siguiera relacionándose con intelectuales de su generación de ideologías contrarias como María Teresa León, que era comunista. Para ella hizo, en 1924, las ilustraciones de Cuentos para soñar. Parte de estos dibujos de personajes oníricos han podido recuperarse y también hoy pueden verse en la retrospectiva.

Rosario de Velasco pintando ‘Lavanderas’
‘Lavanderas’, Rosario de Velasco. 1934

Más tarde, la pintora tomó la decisión de huir de un Madrid asolado por la guerra para trasladarse primero a Burgos y, más tarde y de forma definitiva, a Barcelona. Casarse y ser madre no hizo que Rosario dejara de pintar aunque sí que es cierto, que lo hizo siguiendo una estela completamente distinta: sus grandes formatos realistas dieron paso a pequeños lienzos que coqueteaban con la abstracción y que no llegaron a calar en el gran público. Probablemente ese cambio de rumbo, sumado al hecho de ser mujer, la ausencia de un marchante y sus creencias e ideas políticas, favoreció su condena al olvido.

La búsqueda del legado de Rosario

El arte tiene la capacidad de emocionarnos, una cualidad que muchas veces trasciende el tiempo y lugar en el que la obra fue creada. Una de estas conexiones inexplicables, casi místicas, fue la que con toda seguridad desencadenó la exposición de Rosario de Velasco en el Museo Thyssen. La pista se encuentra en sus comisarios: el gestor cultural Miguel Lusarreta y Toya Viudes de Velasco, sobrina nieta de la propia pintora.

¿Cómo una artista que había cosechado tanto éxito había sido condenada de esa forma al olvido?

Toya creció fascinada por las obras de su tía abuela, en especial con una que la propia Rosario regaló a su hermano, el abuelo de Toya, y que sus padres tenían colgada en el salón de su casa. Aquel lienzo era Las lavanderas que, tras décadas en manos de la familia, ahora puede verse en la exposición. Su fascinación acabó transformándose en el trabajo de una vida tras el encuentro con la citada obra Adán y Eva en el Reina Sofía. ¿Cómo una artista que había cosechado tanto éxito había sido condenada de esa forma al olvido? ¿Dónde estaban las obras de su tía abuela?

‘Cosas’, Rosario de Velasco. 1933
‘Cosas’, Rosario de Velasco. 1933
‘Gitanos’, Rosario de Velasco. 1934
‘Gitanos’, Rosario de Velasco. 1934
‘Carnaval’, Rosario de Velasco. Anterior a 1936
‘Carnaval’, Rosario de Velasco. Anterior a 1936
‘Niñas con muñeca’, Rosario de Velasco. 1937
‘Niñas con muñeca’, Rosario de Velasco. 1937

Así empezó una incansable labor por tratar de reconstruir la vida de su antepasada y de conocer el paradero de sus obras. En este proceso, las redes sociales de Toya han tenido un papel primordial que, sumado al eco de los medios de comunicación, han llevado a que esta localice varios centenares de obras de Rosario de Velasco a las que se había perdido la pista o de las que ni siquiera se tenía constancia. Eso sí, no todo el camino ha sido fácil. Tal y como lo hizo su admirado Durero, la artista optó por firmar con un monograma formado con sus propias iniciales, lo que, sumado a la falta de documentación, ha llevado a dificultades a la hora de desentrañar su autoría.

La exposición, que ahora mismo puede verse en el Museo Thyssen y que a partir de noviembre se trasladará al Museo de Bellas Arte de Valencia, supone solo un primer paso en el camino por la recuperación de una artista que brilló como pocas en el periodo previo a la Guerra Civil. Solo el futuro sabe qué vendrá después.

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