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Guerras familiares y problemas financieros: lo que se esconde tras el cierre de la galería Marlborough

Por María de la Peña Fernández-Nespral

Frank Lloyd, Gilbert Lloyd y Francis Bacon en The Metropolitan Museum of Art, 1975. Cortesía de Marlborough Gallery.

La galería Marlborough ha cerrado sus puertas definitivamente. Desde finales de junio ya no presentará más exposiciones ni representará a ningún artista. El cierre coincide con la muerte de Pierre Levai, el que fuera su presidente desde los años 70.

El pasado 4 de abril, a las 17:00 hrs, el presidente del patronato de Marlborough, Franz Plutschow, convocó una reunión de urgencia desde Suiza con todos sus trabajadores. El mensaje cayó como un jarro de agua fría: cerrarían sus cuatro sedes ubicadas en Nueva York, Londres, Madrid y Barcelona. A finales de junio de 2024 se dejarían de presentar exposiciones y representar a artistas y legados en el mercado primario. El inventario, reunido durante décadas por los responsables de la galería a través de relaciones personales, se vendería en los próximos meses y años.

A ninguno les pilló por sorpresa la noticia, pero sí lo precipitada de la misma y la forma de anunciarla. “Estoy en shock”, fue el comentario más repetido. Solo dos días antes se había inaugurado la exposición del artista Alfonso Albacete en Marlborough Madrid.

La desaparición de la galería más antigua era una muerte anunciada desde el 2020, tras enfermar de covid su presidente, Pierre Levai, y ser expulsado del grupo por haber colocado como sucesor a su hijo Max, el único relevo generacional en el que nadie confiaba. El grupo estaba desde entonces en venta y empezó “la espantada de artistas que comenzaron a saltar por la ventana”, afirma María López, hija del artista Antonio López, quien trabajó en la galería desde los años 90.

Y es que, si bien es cierto que Marlborough escribió el futuro del arte contemporáneo, también lo es que no supo renovarse. Todo lo revolucionario que empezó siendo, abriendo y cerrando sedes en el mundo, acabó en una galería demasiado personalizada y pendiente de los vaivenes familiares.

María López y Antonio López con Pierre Levai en su viaje a Toledo, 1970

Una galería que nació del nombre de una canción

Todos recordamos la canción infantil Mambrú se fue a la guerra. Es la versión española de la francesa Marlborough s'en va-t-en guerre, inspirada en el famoso general británico, John Churchill, antepasado de Winston Churchill, que luchó en la guerra de sucesión española. Frank Lloyd, el fundador de la galería junto con Harry Fischer, su compañero de trincheras, pensó que, al acabar la Segunda Guerra Mundial, el mundo del arte sería un gran negocio y que el nombre de Marlborough sería imposible de olvidar.

Corría el año 1946 y después de huir de los nazis fundaron la primera sede en Old Bond Street (Londres). Al principio, Fisher se encargaba de la librería con ediciones raras. Lloyd, del arte. Pero como rápidamente comprobaron que este último era un negocio mucho más lucrativo, se unieron con David Somerset, el futuro duque de Beaufort, que les dio entrada a la aristocracia inglesa. “Fueron muy valientes. Emprendieron en un momento de florecimiento después de una Europa destrozada, de una Inglaterra decadente y de unos ricos ingleses que vendían hasta su camisa”, rememora López.

Artículo de David Somerset ‘The Fine Art of Making Money’, 1960. © Marlborough Gallery

Pronto se hicieron con la representación de los más grandes de la escuela inglesa: Francis Bacon, Lucien Freud, Henry Moore o Frank Auerbach. Y de ahí se propusieron abrir distintas sedes en un momento en el que los artistas tenían una sola galería en una sola ciudad. En 1962 abrieron la sede de Nueva York, que fue la casa de expresionistas abstractos como Robert Motherwell o Jackson Pollock. El mismo Lloyd admitió que llegó tarde a entender el movimiento Pop, al contrario que Pollock que le gustó desde el primer momento.

 © Galería Marlborough
© Galería Marlborough

“Frank tuvo la visión de hacer al artista global. Algo que ahora es tan normal. Fue también el primero en publicar catálogos de las exposiciones y en enfocarse en el arte contemporáneo, que pocos entendían. Frank los puso en grandes espacios, con catálogos, e invirtió mucho en ellos”, añade Maricruz Bilbao, primera directora de Marlborough en Madrid.

Marlborough se había especializado en impresionistas y posimpresionistas como Henri Matisse. Pero además expuso a expresionistas alemanes y estadounidenses como Mark Rothko. Sin embargo, el suicidio de este último fue el causante del pleito y posterior escándalo más sonado en el mundo del arte. La galería fue acusada de manipular su legado y falsificar las ventas de su obra.

Ese fue el final de la carrera de Lloyd, que se recluyó en su casa de las Bahamas, y puso a su hijo Gilbert al frente de la galería de Londres y a su sobrino Pierre Levai en la de Nueva York. Y el inicio de las envidias, odios larvados y guerras soterradas.

La caída de Lloyd y el posterior auge de Levai

Lloyd nunca ocultó su preferencia por el dinero. De ahí su famosa frase: “Yo colecciono dinero y no arte”. Y parece que su sobrino y sucesor, Pierre Levai, tenía entre ceja y ceja el mismo propósito. “Tanto Gilbert como Pierre empezaron desde lo más bajo, en recepción. Pierre contaba la anécdota de que un día llamó Picasso y le cogió el teléfono sin saber quién era”, relata María López.

Antonio, Pierre Levai y F Lloyd,  exposición ALG, Europalia 1985. Foto: Luis Pérez Mínguez

Levai terminó arreglando el escándalo de Rothko y continuó el legado de su tío Frank

Sin embargo, el que fuera el chico de los recados en Marlborough Nueva York “terminó arreglando el escándalo de Rothko y continuó el legado de su tío Frank”, explica Bernard Barthes, amigo de la infancia de Levai y presidente en la sombra de la sede madrileña. “Pierre fue muy hábil en manejar la crisis del legado de Rothko y salvar la reputación de la galería. Con él continuó la internalización de Marlborough y sobre todo su hispanización. El abuelo materno de Levai era español y vivía en Biarritz. Estaba enamorado de todo lo español’, continúa Barthes. Los rumores decían que quiso abrir una sede en Madrid solamente para ir a los toros. Fuera o no verdad, lo cierto es que la galería volvió a coger músculo financiero. Tanto, que se convirtió en el dueño tras dejarle Frank Lloyd en herencia un porcentaje de sus acciones.

Pierre Levai era amigo del artista colombiano Claudio Bravo, que le dejó un piso en la calle Claudio Coello esquina con Jorge Juan, donde Maricruz Bilbao y María López empezaron prácticamente desde cero. Bilbao vivía en Nueva York y trabajaba para el marchante de arte Fernando Guereta, y López lo hacía desde Madrid, en el mismo edificio de la actual galería Leandro Navarro.

“Levai conoció a mi padre a través de Juan Genovés y le ofreció un contrato en exclusiva. Estaba bien en la galería Juana Mordó, pero Marlborough era otra dimensión”, confirma María López. Su obra ya había puesto un pie en Nueva York porque Juana Mordó tenía como socia a la galería George Staempfli. Su hija María y Maricruz fueron de hecho comisarias de su primera exposición en la sede neoyorquina en 1986. Bilbao recuerda la fantástica reseña que le hizo el crítico Robert Hugues en la revista Time Magazine. “Vino mucha gente conocida a la inauguración como Agnelli, que quiso conocer a Antonio personalmente. Es un realista con los valores de la abstracción y en sus mejores cuadros es prodigioso”, manifiesta Bilbao.

La inauguración de la sede en Madrid en 1992 con la exposición de Francis Bacon fue, según su directora, “absolutamente increíble”. Y eso que Bacon murió unos meses antes y su presencia era esperadísima en la apertura. “En ese momento Bacon estaba muy enamorado de un español, José Capelo. Tenía debilidad por España y por el Museo del Prado; un obseso de Velázquez”, añade. La primera directora de Marlborough Madrid también recuerda que ese día no faltaba nadie. Estaban los grandes coleccionistas españoles: Abelló, Arango…¿Se vendió algún Bacon? “Ninguno porque en España no había costumbre de pagar precios tan altos. Muchos se arrepintieron. Entonces valían un millón o millón y medio de pesetas”, prosigue.

“La mayoría de exposiciones que hacíamos en Madrid eran de artistas de las sedes de Londres y Nueva York como Frank Auerbach o Alex Katz”, confirma Bilbao. El artista Luis Gordillo estuvo en los comienzos y una vez abierta la galería se fueron incorporando nombres como Lucio Muñoz y Antonio Saura.

Equipo Marlborough Madrid en el estudio de Gordillo

Después de ellos llegaron Fernando Botero, Claudio Bravo o Manolo Valdés, los ‘best-sellers’ de la galería junto a Genovés. “A Juan Genovés lo descubrieron Frank y Pierre en una bienal de Venecia en 1966”, relata Barthes. Ese mismo año, Genovés se unió en exclusividad a Marlborough. Fue el primer artista español de la cantera de los hispanos en la galería hasta su marcha a Opera Gallery en 2022. ‘La mitad de la facturación de la galería era gracias a él. También vendía mucho en Nueva York’, afirma Pablo Genovés, hijo del artista.

El estilo del presidente Pierre Levai a la hora de gestionar la galería fue, para muchos, paternalista. “Con mi padre también”, cuenta Pablo Genovés. Una o dos veces al año venía Pierre a Madrid. “Tenía una relación de amistad con Juan Genovés, Claudio Bravo y Antonio López. Su fuerte era la relación con los artistas que llegaron a ser sus amigos. Pero era frío, caprichoso y a veces daba miedo”, afirma Barthes.

Por Antonio López tenía debilidad. Dicen que veía a Genovés en el estudio, pero luego cenaba con López. “Pierre era muy profesional, una persona más sacrificada que práctica y lo hacía como un ritual”, comenta María López. “Siempre tuvo una comprensión enorme con mi padre porque entendía lo difícil que es ser artista, algo que se ha perdido ahora”, apuntala. Todos coinciden en que Levai tenía un problema de gestión del temperamento. Según Pablo Genovés, era dictatorial y daba voces. Muy colérico. “Se quedó obsoleto y más en el mundo del arte’, relata Genovés que lo conocía bien pues incluso veraneó con su familia en Ibiza. “Su vida era la galería y los artistas. No tenía vida familiar”, afirma Barthes.

La espantada de los artistas

En los últimos años, Anne Barthes dirigió la galería de Madrid junto con Belén Herrera, pero esta terminó yéndose con Gilles Dyan a Opera Gallery. Por aquel entonces la galería intentaba cubrir el vacío de los artistas jóvenes en su cantera y la marcha de otros como Valdés o Genovés, pero la situación financiera del grupo ya era mala y ese rejuvenecimiento del espacio más emblemático de Madrid había tenido que abordarse antes a nivel internacional. Artistas como Vicky Uslé llegaron demasiado tarde porque “Londres y Nueva York ya perdían dinero. No había que haber esperado a que se fuera Genovés”, afirman fuentes conocedoras.

Pablo Genovés, recuerda con tristeza la última exposición de su padre que se celebró en Marlborough Londres y Nueva York en 2022. "Normalmente mi padre lo vendía todo y esa vez no había clientes. Estuve un año sin dormir”, confiesa.

El día de la inauguración de la última exposición en Madrid de la artista Soledad Sevilla, era un hervidero de gente. Había un ambiente festivo a la vez que nostálgico. Su última directora, Anne Barthes, que había abandonado la galería un año antes, no podía contener las lágrimas.

Blanca Muñoz con Pierre Levi en la inauguración de la exposición de Botero en la Galería Marlborough Madrid en 2018

“Es una era que se acaba. Como cuando murió Paco Calvo Serraller. Escenarios que van desapareciendo y han representado una época”, afirma Maricruz Bilbao. “Me llevé un disgusto tremendo. Estaba ilusionado y preparando la exposición. La Marlborough me hacía muy feliz”, cuenta Juan Navarro Baldewerg que iba a exponer el próximo mes de noviembre.

Casi 80 años después, la galería visionaria creada por dos inmigrantes austriacos que se habían conocido en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, ha echado el cierre para siempre. "Con sus luces y con sus sombras ha sido mucho más positiva que negativa. Para mí ha sido ser lo que soy”, afirma con tristeza la artista Blanca Muñoz. “A mi padre, Marlborough le dio la estabilidad y tranquilidad necesarias”, apostilla María López.

En una época de crisis y enormes cambios, también en el mundo del arte, uno se cuestiona cómo seguirá evolucionando el concepto de galería. “Ahora es más negocio. Esa parte de amor al arte ha quedado en el olvido”, opina Maricruz Bilbao. Pero quién sabe, es posible que, frente a la globalización y los gigantes como Gagosian o Hauser & Wirth, se vuelva al trato personalizado del galerista con sus clientes y artistas, ese cuidado paternalista que un día Pierre Levai, recientemente fallecido en un hospital de Miami, ejercía en sus comienzos, como un gran hombre del arte.