Protagonistas

Los artistas emergentes más destacados VI: la vida cotidiana de Francesc Rosselló

Por Sol G. Moreno

Francesc Rosselló en su estudio.

Es uno de los autores de la Generación Z que más despunta de nuestro panorama nacional. En apenas cuatro años ha seducido al público con su pintura figurativa cargada de intimismo, humor y momentos cotidianos, que retrata como si fuesen fotogramas de una película: la suya y la de la historia del arte. Ahora presenta sus trabajos recientes en Still life.

En un momento en el que la vorágine nos consume y miles de imágenes se van sucediendo de forma ininterrumpida en vídeos o reels de apenas segundos en las redes sociales, hay un artista que disfruta poniendo el foco en la vida cotidiana, como una lupa que se posa en los pequeños detalles para inmortalizarlos y dejarlos en suspenso durante mucho más que unos instantes.

Se llama Francesc Rosselló (Vilafranca de Bonany, 1994) y desde la pandemia hemos podido ver su trabajo tanto en ferias como en galerías, porque se ha convertido en un asiduo. Pelaires le llevó a ARCO 2023, después expuso en Palma, Sevilla y Art Palma Summer. Este verano ha participado en el programa OFF de CAN Ibiza y en la We Collect gallery de Madrid, donde aún pueden contemplarse algunos de sus trabajos.

Sus coloridos cuadros están llenos de todo aquello que le interesa: camisetas de Led Zeppelin o Metallica, Game Boys, los cigarrillos que ya no fuma porque lo ha dejado, paisajes que un día visitó, quedadas con familiares o amigos, objetos convertidos en fetiches… Con todo ello ha creado un universo cargado de símbolos y eslóganes propios de su generación, a los que se suma un cuidado dibujo y buenas dosis de humor. “Por aquí huyó un cobarde”, escribe sobre una lápida; mientras que en una cajetilla de tabaco añade “Vivir mata”.

Está claro que se divierte con lo que hace, algo que transmite a quienes contemplamos sus composiciones cargadas de frescura y color, fuerza y vitalidad; en suma: ansia de vivir. Son obras que tienen un fuerte componente autobiográfico, si bien eso no quiere decir que sean copias fidedignas de la realidad. Y ahí reside precisamente el interés de sus obras. Porque, en el fondo, lo que hace es reproducir escenas cotidianas que ha vivido en primera persona para luego aderezarlas con todo tipo de detalles, a menudo inventados, procedentes de películas, libros, obras de arte o imágenes que ha visto.

“Suelo pintar partes de historias basadas en mis vivencias, aunque no hayan sucedido exactamente así, ya que las construyo como si fueran un collage de mi propia memoria. Es como cuando eres pequeño y cuentas una mentira tantas veces que al final ya no sabes cómo pasó realmente”. Mentira y verdad, realidad y ficción se mezclan así en sus lienzos, donde no importa tanto lo sucedido como el recuerdo que ha perdurado.

Entre la estética pop y el cómic

Aunque el resultado final no siempre le satisface, por eso a veces ha tenido que pintar la misma obra dos veces. “Cuando repinto un cuadro puede ser por muchos factores: en ocasiones es porque la idea que tenía en un principio no termina de funcionar, otras porque la obra ha dejado de tener sentido y ya no tengo necesidad de terminarla”. Cuando no pasan el corte establecido por el autor, pueden ocurrir dos cosas: que la tela quede abandonada en el taller mallorquín donde trabaja, o que desaparezca irremediablemente. “Creo que la destrucción forma parte del proceso de creación. A veces destruir es más importante que crear , ya que sin destrucción no sale nada nuevo”

Interesante reflexión para un hijo del siglo XXI, cuyo lenguaje visual bebe del Manga y la ilustración, que sin embargo no puede evitar volver constantemente a sus referencias históricas, aquellas que aprendió en la facultad de Bellas Artes de Barcelona y en los museos. ¿Cuáles son los maestros que más le han influido? La lista es larga, desde luego, sobre todo porque cada poco tiempo se decanta por uno nuevo, tal es su interés por los clásicos. “Tengo muchos referentes. Cada par de meses me obsesiono con artistas distintos o reviso autores que hace años me gustaron”, admite.

‘J’ai beison de toi qu’une jambe’, Francesc Rosselló
‘La pica del estudio’ Francesc Rosselló

Ahora mismo, por ejemplo, está muy interesado en Cimabue, Rousseau, Botero o la norteamericana Anna Mary Robertson Moses, pero hay otros nombres que se mantienen fieles, como un faro que alumbra y alimenta su producción. “Siempre tengo presente a Hockney, Barceló, Immendorf, Monet o Velázquez, así como a Piero della Francesca, El Bosco o Rosario de Velasco”, esta última recuperada gracias al Museo Thyssen, por cierto. En suma, una nómina interminable de autores primitivos, flamencos, renacentistas y vanguardistas que dejan constancia de los intereses del autor.

Particularmente, lo que más me seduce de su obra es esa confluencia entre la estética pop y el cómic, que combina con alusiones a maestros clásicos de la escultura y la pintura. Esa unión entre ambos mundos, el presente y el futuro, demuestra que es posible crear piezas modernas sin tener que renunciar o renegar de la tradición, cosa que no todos los creadores contemporáneos entienden (tan preocupados por innovar y rebasar fronteras, como si el mundo acabase de nacer).

Al mismo tiempo, me permite jugar a las adivinanzas con sus pinturas y buscar las pistas que va dejando para hablarnos de sus influencias. Esto sucede, por ejemplo, en Tres son multitud (2024), una obra que encierra mucho más de lo que se aprecia en un primer vistazo. Las dos figuras del fondo dejan pocas dudas sobre lo que está a punto de suceder en la habitación, que parece una partida de ajedrez interrumpida por un arrebato de pasión. Pero, ¿dónde está la tercera figura? Se oculta en las cortinas de la derecha, aunque como solo se le ven los zapatos, no sabemos si es hombre o mujer, voyeur o amante, un personaje activo o pasivo de la escena.

‘Tres son multitud’, Francesc Rosselló

A ese juego de ‘multitudes’ a tres bandas se suman más protagonistas, aunque esta vez solo estén en la mente del artista (y del espectador que quiera pararse unos minutos frente a la obra). Autores como Henry Moore, a quien homenajea en la escultura del fondo a la izquierda con su Figura reclinada; Fernando Botero, siempre inconfundible con sus personajes rechonchos representados en la tauromaquia; o Pablo Picasso, más difícil de identificar en la minúscula cabeza de caballo de la pared derecha, que tantas veces hemos visto en el Guernica, se hacen presentes de manera indirecta.

Con escenas como esta, el autor va creando su propio diario pictórico, que se mueve entre la historia autobiográfica y la historia del arte; lo cotidiano y lo extraordinario. Quizá porque ve su vida como una película y sus lienzos como fotogramas que ilustran momentos muy concretos de la vida diaria: una siesta en el campo, una pila de platos en el fregadero, la paleta donde mezcla los colores que luego no podrá volver a repetir porque es daltónico, un lavabo en primer plano…

Nada más contemplar este último lienzo evoco la belleza cotidiana de Antonio López, el primer artista contemporáneo que se atrevió a retratar la sencillez de una taza de váter pero, tras leer el título de la obra –Homenaje Bonnard – descubro que en realidad se inspira en el pintor nabi y su Espejo arriba del lavabo. Siempre hay segundas lecturas y mensajes que trascienden en las obras de Francesc y eso es lo que me gusta: su capacidad para sorprenderme.

‘Homenaje Bonnard’, Francesc Rosselló
‘Homenaje Bonnard’, Francesc Rosselló
S‘El libro de esbozos’ Francesc Rosselló
‘El libro de esbozos’ Francesc Rosselló
‘Autorretrato’, Francesc Rosselló
‘Autorretrato’, Francesc Rosselló
‘The artista table’, Francesc Rosselló
‘The artista table’, Francesc Rosselló

El homenaje a Bonnard es uno de los lienzos que pueden verse hasta el 20 de agosto en la exposición Still life de We Collect, que fija su mirada en los bodegones que podemos encontrar en el hogar, desde el comedor a la cocina o el cuarto de baño. Una decena de cuadros cuyos precios oscilan entre los 1.600 y los 12.000 euros que ya han captado el interés de más de un coleccionista

En este caso, el mensaje oculto debemos buscarlo en el propio título de la muestra y la concepción de la misma, ya que la naturaleza muerta también alude a nosotros, según palabras de su autor. “Nos movemos, pero no cambiamos. Cambiamos, pero seguimos siendo los mismos. Somos más parecidos a naturalezas muertas de lo que pensamos, con un final seguro e inevitable, y con una belleza efímera”. De nuevo esa vuelta de tuerca de Rosselló que con sus palabras convierte, quién sabe sin quererlo o de forma consciente, los apacibles bodegones caseros en vanitas que nos recuerdan la futilidad de la vida. Memento mori, parecen susurrar las escenas desde las paredes de la galería madrileña.