Arquitectura & Diseño

Los muebles que quieres para tu salón son una reedición y eso no es una buena noticia para el mundo del diseño

Por mario canal

La Panton Chair se presentó en 1967. © Vitra

Las grandes marcas están explotando, ahora más que nunca, numerosas piezas de mobiliario icónicas. Pero estos diseños reeditados tan reconocibles, que no son de época sino actuales, son bastante más perniciosos de lo que parece.

Es imposible no desear la silla Zig Zag de Rietveld o el sofá Refolo de Charlotte Perriand, que colaboró con Le Corbusier y Jeannerete en la línea Grand Confort. Cualquier amateur de la belleza tendría en su casa la Lounge Chair de Eames, una Classic de Panton o una mesa S.A.M. de Prouvé. Todos ellos son iconos absolutos, están en las colecciones de los principales museos y se han convertido en paradigmas de la modernidad, en objetos atemporales. Tanto, que aún hoy siguen siendo reeditados y su sombra se extiende sobre el mundo del diseño.

Hay numerosas empresas que hacen negocio con estas líneas. Cassina celebra ahora el 50 aniversario deI Maestri, que mantiene vivo el legado de arquitectos y diseñadores como Giacomo Balla, Carlo Scarpa, Charles Rennie Mackintosh, Erik Gunnar, Charlotte Perriand o Le Corbusier. Por su parte, Vitra sigue explotando el sabio hacer de Prouvé, Isamu Noguchi, Charles y Ray Eames o Verner Panton. Poltrona Frau ha reeditado la mesa Kyoto del diseñador italiano Gianfranco Frattini, y la empresa de luminarias Stilnovo a Joe Colombo y Ettore Sottsass. Ambos diseñadores italianos también son rescatados por Zanotta, al igual que Bruno Munari o Achille y Pier Giacomo Castiglione. En España, la empresa Blasco y Vila, para celebrar su 30 aniversario, acaba de reeditar las sillas Formentor que el diseñador Gregorio Vicente Cortés ideó en 1961 para H Muebles, la empresa de la familia Huarte, intentando mantener en este caso un alto nivel de artesanía.

Lounge Chair,  el sillón diseñado por Charles y Ray Eames en 1956. © Vitra
Lounge Chair,  el sillón diseñado por Charles y Ray Eames en 1956. © Vitra

Podría parecer un negocio inocuo, pero la reedición sin fin de clásicos del diseño plantea dudas respecto a si se están perpetuando iconos y paradigmas, así como el efecto que estos pueden tener en el consumo y la creación del diseño contemporáneo. “Supongo que como todo en la vida tiene su parte buena y su parte mala”, señala Pedro Reula Baquero, coleccionista de mobiliario, comisario de exposiciones y también responsable de Studiolire, la galería de mobiliario especializada en creaciones españolas del Siglo XX. “La parte buena es que si esto sucede es porque hay una demanda de los clásicos del diseño, que son reconocidos, muy importantes y tiene su mercado”.

“La parte mala”, continúa el experto, “quizá, no sean tanto las ediciones de empresas serias como Vitra, Cassina y otras muchas, sino la inundación que hay en el mercado de muebles baratos, que son copias de copias de copias. Cuando abres una revista y ves todo el rato sillas que parecen de Prouvé o de Jeanneret, te das cuenta que ya no hay ninguna renovación y eso no deja espacio ni a las ediciones originales ni al diseño que está haciendo ahora, que es muy bueno, desde el más industrial hasta el más artesanal. Todo acaba siendo una maremágnum de lo mismo, cada vez que vuelves a ver otra silla de Perriand, aunque sea fantástica e importante, da sensación de hartazgo”.

La relevancia histórica y artística de los grandes del diseño se declina hasta la extenuación. Las formas que en su momento ya se depuraron se siguen replicando, y quizás impidan que una nueva generación de diseñadores pueda imponer un paradigma que se salga de las líneas maestras. ¿O quizás no?

Lámpara de mesa Valigia de Ettore Sottsass para Stilnovo, en 1977. © Stilnovo
Reedición de las sillas Formentor del diseñador Gregorio Vicente Cortés. © Blasco Vila
La Panton Chair se presentó en 1967. © Vitra

Para Rocío Bardin -que formó parte del consejo asesor de DIMAD de Matadero Madrid y fue propietaria de la galería de diseño OA–, “los arquitectos o diseñadores pocas veces viven de vender sus muebles, ni siquiera los Eames en su época. Han vivido de sus edificios o interiorismos, como ahora hacen Jaime Hayón, que trabaja muchísimo en Asia, o Patricia Urquiola que diseña hoteles enteros”.

Respecto a la pervivencia de un clasicismo que proviene del movimiento moderno y del mid-century, claves de bóveda del diseño aún hoy en día, Bardin opina que esta relevancia tiene su lógica. “Estas piezas además de tener una historia muy interesante fueron creadas por grandes arquitectos. También hay diseño contemporáneo de calidad, solo hay que ir a Milán a verlo. El consumidor de alto nivel económico en ocasiones no es experto, quiere un mobiliario que de aire dé modernidad a su casa, pero sin riesgo, por eso estos iconos de mobiliario tienen tanto éxito”.

Así visto, la elasticidad temporal de estos iconos podría restar una cuota de mercado al diseño ultra contemporáneo, pero quizás no porque aquel sea demasiado bueno, sino porque este es demasiado vanguardista: “Al menos en España no se vende casi el diseño más experimental porque es mucho más conceptual”, afirma Bardin, que denomina con humor a las empresas como Cassina, Vitra o Zanotta “el IKEA de los ricos”.

El IKEA de los ricos

Las piezas actuales que salen al mercado son idénticas a las antiguas, ya que muchas de ellas se crearon en su momento integrando procesos industriales. Sin embargo, la diferencias entre una silla de Eames fabricada en los años cincuenta y una editada actualmente, es alta. Concretamente tienen una diferencia de precio que puede llegar hasta ser diez veces más alta a favor del mueble de época. En 2018 la casa de subastas Wright, en Chicago y especializada en diseño, vendió una Lounge con otomana de los Eames de 1956 por 79.000 dólares (unos 72.000 euros al cambio). En Vitra, un modelo idéntico puede adquirirse por 7.410€.

“La diferencia de precio entre una pieza original y una reedición depende mucho del reconocimiento que tenga el autor, además de otros muchos factores”, explica Reula Baquero. “No es lo mismo un arquitecto muy desconocido que una silla de Miguel Fisac. En teoría, puede costar más el original que la reedición, a no ser que se hubiesen fabricado miles de sillas en su momento”.

El apostar sobre seguro reeditando piezas clásicas e intentando mezclar el abanico de propuestas con otras más contemporáneas de diseñadores actuales comparte puntos con lo que sucede en el mundo del arte. Las galerías contemporáneas más sólidas suelen llegar a acuerdos con los descendientes de artistas relevantes para comercializar su legado. Es una forma de cubrir diferentes posibilidades de mercado.

La mesa S.A.M. fue diseñada por Jean Prouvé y está editada en la actualidad por Vitra. © Fonds Jean Prouvé. Centre Pompidou – MNAM/CCI-Bibliothèque Kandinsky-Dist. RMN-Grand Palais.

Evidentemente, muy pocas personas pueden gastarse casi 10.000 euros en un sillón como el mencionado Lounge de los Eames. Al final, la cuota de mercado de este tipo de productos se reduce a los ricos y los súper ricos, precisamente los que podrían gastar en obras originales y otras ultra contemporáneas de nuevos diseñadores, la vanguardia actual.

“Lo que pasa es que los clásicos siempre han vendido más que lo moderno”, afirma Rocío Bardin, que fue codirectora del centro de arte La Conservera, en Murcia, y asesora a coleccionistas de arte tanto privados como corporativos. “Yo creo que el diseño más clásico tiene éxito por la mentalidad de la gente que puede adquirirlo, que es bastante conservadora. Si no existiesen esos clásicos, es probable que fueran al anticuario antes que comprar algo vanguardista”.

El conservadurismo de la clientela potencial no ayuda a que el diseño más actual tenga mayor incidencia del que podría alcanzar. De la misma forma, los anticuarios y marchantes de mobiliario original, tampoco se benefician de un modelo de reedición constante que genera un bucle continuista del que parece difícil salir. Pero para Pedro Reula, el problema se agudiza por otra razón que tiene más que ver con la forma de consumir el diseño más que con el comercio en sí.

“La superficialidad con la que circula toda la información del diseño es un gran problema. Todo es tan rápido que más allá del reconocimiento que tiene un icono a primera vista o que alguien conoce con una cierta facilidad, no hay tiempo para profundizar. Es el concepto de icono que tenemos tan interiorizado el que realmente muchas veces dificulta poder llegar a otras cosas. O no dar suficiente tiempo a ver cuál es el panorama del diseño en general, que es muy rico”.