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Los números cero de El Confidencial que nunca vieron la luz
  1. El valor de la información
cómo era y cómo será en el futuro

Los números cero de El Confidencial que nunca vieron la luz

20 años dan para multitud de anécdotas, muchas de las cuales están almacenadas en el baúl de los recuerdos de los más veteranos. Coincidiendo con su 20 aniversario, El Confidencial lanza su servicio de suscripción. Únete a los lectores influyentes

Foto: Ilustración: Diseño EC.
Ilustración: Diseño EC.

Cuando me propusieron escribir estas líneas, pensé que poco tenía yo que aportar después de los artículos de mis compañeros sobre la libertad de información, las ‘fake news’ o el valor de las noticias en el competitivo mundo de la comunicación. En El Confidencial, hago un trabajo tan gris que parece que no existe. No persigo historias por la calle, no busco entrevistas imposibles de publicar, ni siquiera corro tras sumarios escondidos en algún recóndito juzgado. Pero, junto a mis compañeras y compañeros de Mesa, hago que todas esas noticias, opiniones y últimas horas luzcan en la portada para que vosotros, los lectores, podáis estar informados.

Cuando una información se mueve por portada, allí estoy yo. Mi hija, compañera improvisada en estos días de pandemia y teletrabajo, dice que soy una maga que pone cada noticia donde quiere. No lo voy a desmentir.

Sin embargo, mi historia con El Confidencial comenzó muchos años atrás, algo así como en el calentamiento de un partido, porque simplemente este medio no existía. Cuando con 24 años aterricé en este periódico con el título debajo del brazo, no había ni WhatsApp ni Twitter, ni los teléfonos móviles tenían internet. Tras llegar tarde a la primera entrevista —tampoco había llegado el Google Maps a nuestras vidas—, me encontré en un garaje de paredes desconchadas de un chalé del norte de Madrid. “Esta es la redacción”, me dijeron mientras miraba atónita la que podía ser ‘mi nueva casa’. Elegante no era, pero con ilusión, muchas veces se suple todo.

Necesitaban periodistas para un proyecto innovador: un periódico digital, tan nuevo que todavía no había salido su primer número.

¿Y qué hacía yo allí? Necesitaban periodistas para trabajar en un proyecto innovador y diferente: un periódico digital, tan nuevo que todavía no había salido su primer número. Y allí me quedé fascinada por lo incierto de un mundo diferente llamado internet y haciendo durante varios meses números cero que nunca verían la luz. Por aquel entonces, José María Aznar disfrutaba de su segunda legislatura como presidente del Gobierno; César Alierta acababa de desembarcar al frente de Telefónica; Francisco González había comenzado a dirigir solo BBVA con Goirigolzarri de CEO, y Emilio Botín imponía su ley en Banco Santander. Todos ellos fueron protagonistas de una portada fantasma. En fase beta. Que, en definitiva, nadie iba a mirar.

Y de esto han pasado casi 20 años, dos décadas en las que El Confidencial ha crecido en importancia y calidad. De un fondo azul con tres noticias exclusivas, hemos pasado a especiales sumamente cuidados, balcones con amplitud de temas, exclusivas de gran nivel y eco internacional... Pero si hay algo que no nos hemos dejado en el camino estos años, es la libertad para opinar y escribir lo que queramos, porque ese siempre ha sido uno de los valores de este periódico.

No solo su aspecto ha cambiado. También su relevancia. Cuando este periódico comenzó su rodaje y alguien me preguntaba en qué trabajaba y decía “en un periódico digital que se llama El Confidencial”, más de una vez escuché un “qué es eso”. Ahora, todo el mundo conoce este medio como sinónimo de calidad y de un trabajo cuidado.

Gracias al esfuerzo de esta familia, este proyecto ha pasado de contar con cinco personas en un garaje a una amplia redacción

Muchas han sido las veces que me han preguntado cómo era antes El Confidencial. Y en el fondo, sigue siendo la misma esencia pero con distinto envoltorio. Hay más gente, más medios, más organización y más profesionalidad. Pero yo creo que aún pervive la misma ilusión que me ha retenido aquí estos años. Gracias al trabajo y al esfuerzo de todas las personas que componen esta familia, este proyecto ha pasado de contar con cinco personas en un garaje a una amplia redacción, un engranaje perfecto donde cada uno tiene una misión para lograr que este periódico salga cada día con la máxima calidad, una mejora gradual que tiene un precio.

Pero 20 años también dan para vivir multitud de anécdotas, muchas de las cuales están almacenadas en el baúl de los recuerdos que los más veteranos abrimos en ocasiones especiales. ¿Y ahora qué? Pues, haciendo balance de los buenos y malos momentos pasados, yo pido otros 20 años más para seguir contado y leyendo historias. “Lo que te interesa a ti, le interesa a mucha gente”, me dijo uno de mis jefes, con mucha razón, hace ya muchos años. Por eso, no hay nada como dedicar unos euros para conseguir mantener este nivel informativo que atrapa a los lectores.

Cuando me propusieron escribir estas líneas, pensé que poco tenía yo que aportar después de los artículos de mis compañeros sobre la libertad de información, las ‘fake news’ o el valor de las noticias en el competitivo mundo de la comunicación. En El Confidencial, hago un trabajo tan gris que parece que no existe. No persigo historias por la calle, no busco entrevistas imposibles de publicar, ni siquiera corro tras sumarios escondidos en algún recóndito juzgado. Pero, junto a mis compañeras y compañeros de Mesa, hago que todas esas noticias, opiniones y últimas horas luzcan en la portada para que vosotros, los lectores, podáis estar informados.

El valor de la información