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Debate entre candidatos: sobraron reglas y faltaron políticos dispuestos a dar la cara
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Debate entre candidatos: sobraron reglas y faltaron políticos dispuestos a dar la cara

El primer careo en televisión entre Susana Díaz, Juan Manuel Moreno Bonilla y Antonio Maíllo se saldó sin vencedores claros, aunque el líder de IU fue quien aprovechó mejor la oportunidad

Foto: Los candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía. (EFE)
Los candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía. (EFE)

No hubo debate. Ese empeño de los partidos políticos por repartir los tiempos en los medios públicos por las reglas que marca la Junta Electoral privó a los andaluces de un debate de verdad, de un diálogo entre los candidatos, de una periodista, Mabel Mata, de acreditada trayectoria, haciendo preguntas, repreguntas, obligando a que los candidatos se retraten de verdad ante los ciudadanos y no se marquen soporíferos ‘micromítines’. Sobraron los cronómetros y la rigidez.

Hay poca cultura de debates en España y ni los políticos ni sus asesores se han enterado aún de que este formato aleja a quien tratara de darles una oportunidad desde sus casas. Ahora que las tertulias han lanzado a algunos políticos al estrellato, hablo de Pablo Iglesias, aunque Podemos no estuviera en este careo electoral, los candidatos deberían saber que no basta con aprovechar su cámara ni mirar a los ojos a los ciudadanos. Hay que arriesgar, acudir sin tanto discurso precocinado y exponerse.

Es difícil decir quién salió más airoso de este primer debate en la campaña de las elecciones andaluzas, que marca un primer hito a trece días del 22 de marzo. Todos lo habían preparado a conciencia. Se jugaban mucho. El escenario está abierto, hay un 41% de indecisos, según el CIS. La socialista Susana Díaz era la que más tenía que perder, es la más conocida, la mejor valorada, la favorita en las encuestas. Y se le notó. Estaba más tensa que el resto, más incómoda, le habían dicho que sonriera y, de vez en cuando, cuando se acordaba, lo hacía.

Fue llamativo que tras hora y media explicando sus propuestas bajara a la sala de prensa a rematar la faena. “Me han dicho que es lo tradicional”, explicó. PP e IU lo entendieron como un signo de perdedora. Ninguno de sus líderes bajó, enviaron a sus responsables de comunicación y de campaña. Dijo estar “satisfecha” y justificó que “cuando los temas son serios, no toca reírse”, para explicar su rictus de pocos amigos. Los candidatos han bajado o no según el año, pero es insólito que bajara la presidenta de la Junta y no sus contrincantes.

El popular Juan Manuel Moreno Bonilla tenía una oportunidad de oro, tenía que triunfar y le faltó garra, no tuvo punch, no quería ser agresivo. Se pasó hablando al espectador, mirando directamente a los ojos de la cámara, lo que dio un toque en exceso de telepredicador. Le sobró la sonrisa permanente que le faltó a su adversaria. Antonio Maíllo, de Izquierda Unida, fue el más normal, el más irónico y el más listo, también el que peor controló los tiempos, el que llevaba menos eslóganes preparados, el profesor de Latín poco acostumbrado a dar titulares. Para él, con un bajo índice de conocimiento entre el electorado y pésimos pronósticos en las encuestas, era también un momento importante. En el bloque destinado a la corrupción lo tenía mucho más fácil que sus adversarios de PSOE y PP, y lo aprovechó. Salió airoso. Quizás fuera el que más tuviera que celebrar al término, aunque en todos los equipos de asesores estaban de enhorabuena por el papel de sus líderes. Como en Twitter, esa red que se torna asfixiante cuando los hooligans no dejan espacio.

La cita fue a las nueve y media. Con casi una hora de antelación empezaron a desfilar los candidatos por la sede de la Radio Televisión Pública andaluza. Primero entró Maíllo, chaqueta negra, camisa blanca, sin corbata. Susana Díaz, con chaqueta fucsia y camisa premamá, vistiendo por vez primera una prenda específica para embarazadas. Moreno eligió corbata verde y fue el más hablador a la entrada, el más simpático, el más dicharachero y también el más ingenuo. “No estoy nervioso, de momento, a ver después qué pasa”, dijo. Todos se estrenaban en un debate electoral.

Hablaron mucho a cámara, a la moderadora o al horizonte. Pero no se hablaron, casi, entre ellos. El primer cruce de palabras entre los candidatos llegó pasados ya muchos minutos. “Tiene la cabeza en otro sitio”, le espetó Moreno a la socialista. “No, la tengo sobre los hombros”, le replicó Susana. No se atrevían a interrumpirse. Sólo murmuraban por lo bajini cuando algún dato del adversario no les venía bien. Utilizaron muchas cifras, demasiados datos. Llevaban algunos golpes de efecto.

Hablaron mucho a cámara, a la moderadora o al horizonte. Pero no se hablaron, casi, entre ellos

Díaz sacó una portada de El Mundo en la que figuraba el candidato del PP como cobrador de sobresueldos en B. Moreno le mostró su foto con Manuel Chaves y José Antonio Griñán a los pies de Blas Infante el día de su toma de posesión. El dirigente popular usó cartulinas con números para enfatizar su mensaje y sacó un libro de texto destrozado que le había dado un padre para rebatir a Díaz su discurso por la educación pública y el famoso cheque-libro.

Arrancó el candidato del PP: “Buenas noches, Andalucía, soy Juanma Moreno. Un andaluz más” y todo lo que siguió era como de cuña de campaña. Luego Díaz coló lo de los modelos y lo del momento histórico para que Andalucía dé “un salto adelante”. Y el último Maíllo, que se presentó con títulos largos, eufemísticos e incomprensibles. En realidad, paro, corrupción y recortes en los servicios públicos. Sin duda, el segundo fue el más vivo.

Cuando hablaron del millón de parados andaluces, Díaz y Moreno coincidieron en apelar al “sufrimiento”. Maíllo se enredó en el modelo de Maastricht. “Ajústense a los tiempos”, repetía una gran profesional de la información reconvertida en notario de los relojes. El líder del PP hizo un discurso bordeando los tópicos, el de la Andalucía “bonita y atractiva” que no es capaz de atraer inversiones. La dirigente del PSOE se lo recriminó.

Todos reivindicaron sus orígenes humildes, incluso Maíllo, con mucha gracia, quiso recordar las profesiones de sus padres. Dijo el candidato del PP que era hijo de emigrantes y le reprochó el dirigente de IU que fuera de derechas. Moreno caricaturizó a Díaz como una mujer a la que le sobra “soberbia”. La socialista le recriminó que si se ha criado en la sede de Génova debe ser “una autoridad” en corrupción. “¿Las cuentas las ha hecho de cabeza o con la calculadora?”, le espetó con sorna, recordándole su error de cálculo en un plató de Telecinco. Para esto se dirigieron la palabra.

A Susana Díaz se la vio muy incómoda en el bloque de corrupción, el caso ERE y el fraude de la formación, que la cambian hasta agriarle el semblante. Escogió el verbo “repugnar” para decir lo que le parecían estos casos y prometió combatirla “de verdad, sin temor al caiga quien caiga, afecte a quien afecte”. Tenía su bala preparada. Hasta en cuatro ocasiones le preguntó a Moreno Bonilla si llevaba imputados en sus listas, a sabiendas de que en las candidaturas de las municipales sí los hay, y así se salvó. A la cuarta contestó el dirigente del PP, que perdió así la oportunidad de acorralar a Díaz con este asunto. “¿Sabe algo de los 3.000 millones de euros perdidos? Serán los jueces los que dictaminen dónde está este dinero, pero sí sé quién no lo tiene: los parados andaluces”, aseguró el candidato popular, sumando las cifras de todos los casos abiertos.

Maíllo lo tenía más fácil. Se dirigió a uno y otro: “Lleva usted un rally de alcaldes imputados en sus listas y usted, Susana Díaz, nos desalojó del Gobierno cuando pedimos una comisión de investigación”. “Estáis hasta arriba los dos, ese es el problema”, añadió, para rematar con una denuncia de la “frivolidad” de PP y PSOE. “Les mandaba a un empleo fuera de la política durante un año”, dijo Maíllo. IU se ha llevado tres años junto al PSOE en la Junta y ha frenado seis peticiones del PP para que compareciera Díaz o se abrieran comisiones de investigación. Pero los dos mayores tenían más que callar y se les notó.

No hubo debate. Ese empeño de los partidos políticos por repartir los tiempos en los medios públicos por las reglas que marca la Junta Electoral privó a los andaluces de un debate de verdad, de un diálogo entre los candidatos, de una periodista, Mabel Mata, de acreditada trayectoria, haciendo preguntas, repreguntas, obligando a que los candidatos se retraten de verdad ante los ciudadanos y no se marquen soporíferos ‘micromítines’. Sobraron los cronómetros y la rigidez.

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