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Guía para leer los resultados del PSOE el 26-J
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EL LÍDER Y EL PARTIDO SE JUEGAN SU SUPERVIVENCIA EN ESTAS ELECCIONES

Guía para leer los resultados del PSOE el 26-J

Las expectativas con las que los socialistas arrancan la jornada son tan malas que el referente clave para medir a Sánchez será si aguanta segundo en escaños y fuerza hegemónica de la izquierda

Foto: Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez, en una comida con amigos en casa durante la jornada de reflexión. (EFE / Borja Puig de la Bellacasa)
Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez, en una comida con amigos en casa durante la jornada de reflexión. (EFE / Borja Puig de la Bellacasa)

Pongamos un ejemplo: 85 escaños. ¿Un buen o un mal resultado para el PSOE?

Depende de cómo se mire. Los análisis de los resultados electorales ya no son tan sencillos y lineales como antes de la caída del bipartidismo, donde los parámetros básicos eran el número de votos y de diputados y la distancia entre la primera y la segunda fuerza. Ahora, con dos actores más en juego, Podemos y Ciudadanos, y un Parlamento de nuevo fragmentado, hay que atender a diversas variables.

Por eso, los 85 escaños del ejemplo, un dato plausible a la luz de las últimas encuestas, puede significar un fracaso rotundo o la cifra que abre las puertas de La Moncloa, esta vez sí, para Pedro Sánchez.

Será fundamental tener en cuenta las sumas y la formación de Gobierno: si Sánchez la tiene más a mano, menos penalización interna sufrirá

Este 26-J, los socialistas se fijarán en una referencia fundamental: si consigue aguantar como primer partido de la izquierda y, al menos, como segunda fuerza en escaños. Ese será el umbral que delimite un resultado salvable -y defendible por la dirección- o el fracaso más absoluto. Porque si el PSOE se estrella como tercera fuerza en diputados y votos, la sensación será de catástrofe sin paliativos y las presiones para que Sánchez dimita, si él no cede, serán enormes. También será fundamental tener en cuenta las sumas de los bloques de izquierda-derecha: es decir, si las dos formaciones de izquierda se acercan más a la mayoría absoluta, con el concurso tal vez del PNV y Coalición Canaria (si no sale del nuevo Congreso), y sin necesidad de la abstención de partidos independentistas. A eso apuntan los sondeos: que la izquierda ganará peso respecto al 20-D y se aproximará al listón de los 176 diputados.

Cuenta atrás para el 26-J

A) Segunda fuerza en papeletas y en escaños

El PSOE obtuvo el 20-D 5.545.315 votos, un 22% y 90 escaños. El peor resultado de la España democrática, pese a que el secretario general se congratuló la noche electoral -"Hemos hecho historia", proclamó-. Antes de la cita con las urnas, algunas primeras encuestas habían dibujado una disputa con Ciudadanos por la segunda plaza, aunque ya en la última semana su segunda plaza parecía asegurada. Mantenerla finalmente y llegar al umbral psicológico fue sentido como un alivio por la dirección, dadas las malas expectativas.

Superar a Unidos Podemos incluso en votos, aun cediendo actas respecto al 20-D, supondrá vencer a las encuestas y dar un cierto oxígeno al líder

Los socialistas llegan al 26-J con peores presagios, ya que todos los sondeos vienen apuntando a la posibilidad de que el PSOE quede superado por Unidos Podemos tanto en votos como en escaños. No obstante, los estudios de GESOP para 'El Periòdic d'Andorra', que no se pueden publicar en España por la prohibición de la ley electoral, señalan un empate técnico entre los socialistas y la coalición de Unidos Podemos.

Las expectativas, siendo tan malas, marcarán la lectura de la noche electoral. Así, quedar segundo en escaños y en votos dejará un regusto dulce en el partido. Supondrá que se ha ganado a las encuestas, aunque no las elecciones, que es al final lo que cuenta. La dirección podrá esgrimir que, en la coyuntura más adversa ha logrado capear el temporal y desinflar la burbuja de Unidos Podemos. Podría ser segundo incluso bajando algún escaño. Paradójicamente, un empeoramiento de los resultados del 20-D, marcando un nuevo suelo, podría interpretarse con cierta complacencia.

Sin embargo, deslizarse muy por debajo de los 90 escaños podría leerse como una mala noticia si Sánchez no tiene posibilidad alguna de armar Gobierno bien porque el bloque de derechas suma más por sí mismo o porque su acceso a La Moncloa necesita del peaje de la abstención de las fuerzas separatistas, ya que la opción de un Ejecutivo transversal, con Podemos y Ciudadanos, por la que sigue apostando Sánchez, parece condenada al fracaso por la incompatibilidad manifiesta de los dos emergentes. En esta ocasión, el líder socialista ya ha adelantado que no esperará al encargo del Rey para comenzar las negociaciones, sino que se pondrá a hablar con los partidos desde el mismo 27-J.

B) Segunda fuerza en escaños, tercera en votos

Es una posibilidad que en Ferraz y en los territorios se considera posible. También a la luz de las encuestas, que desde hace semanas venían pronosticando un 'sorpasso' claro en votos. El comité electoral reconoció siempre que PSOE y Unidos Podemos estaban muy cerca, pero la diferencia computaba a su favor. Pero en los últimos días sí recordaba que ya la suma de la formación morada e IU (6.139.494 papeletas, un 24,36%) ya adelantó a los socialistas (5.545.315 y 22%) en sufragios el 20-D, cuando se presentaron por separado. O sea, que ese escenario ya se produjo. La diferencia estribaría en que al concurrir esta vez juntos, Podemos e IU maximizan la captación de escaños.

Mantener la segunda plaza en el Congreso facilitaría a Sánchez liderar las negociaciones, aunque será obligada la reflexión si hay caída en apoyos

La dirección de Sánchez se daría por satisfecha con ese resultado e intentaría aferrarse al titular de que seguiría siendo la segunda fuerza en el Congreso. Pero, sin duda, quedarse tercero en votos ya es en sí mismo un problema para el PSOE. Primero, interno, porque los barones críticos con el secretario general pueden pedir que se abra una reflexión profunda dentro del partido. Hace una semana, un presidente regional bien conectado con Susana Díaz advertía de que el PSOE "no puede conformarse" con la medalla de bronce y aceptar la sangría progresiva de apoyos. Y segundo, porque Pablo Iglesias ya ha dicho en infinidad de ocasiones que debe aspirar a presidir el Gobierno el candidato de la fuerza de izquierdas más votada, pues la distribución de diputados responde a los efectos de la ley electoral, que tiene un sesgo más mayoritario en las circunscripciones menos pobladas.

Más de 36,5 millones de personas llamadas a las urnas el 26-J, 7.148 más que el 20-D

El secretario general y su equipo ha venido sosteniendo que la pretensión del jefe de Podemos no tiene lógica en un sistema parlamentario, donde importan los diputados, y no los votos, por lo que cree que al final se impondrá su tesis, aunque a cambio tenga que ceder más a la formación emergente.

De nuevo, importarán las sumas. No será lo mismo si la formación de Gobierno resulta más sencilla para Sánchez o vuelve un puzle complicado.

C) Tercera fuerza en escaños y en votos

De confirmarse, sería sin duda el escenario más catastrófico para el PSOE. Sin paliativos. Aunque sea por un diputado. En esa circunstancia, Sánchez no tendría fuerza ni argumento al que agarrarse para intentar la investidura. Habría conducido a su partido no solo al peor resultado de su historia, sino haberle hecho sufrir la humillación de perder la hegemonía de la izquierda, cediéndosela a una coalición debutante, Unidos Podemos.

Las encuestas de la última semana concedían una distancia notable a Iglesias, pero los sondeos de 'El Periòdic d'Andorra' han ido acortando las diferencias, hasta el punto de dibujar un empate técnico en escaños (no en votos).

Quedar relegados al tercer escalón sumiría al PSOE en una profunda crisis interna y en la tesitura de tener que decidir a quién da el Gobierno: PP o Iglesias

Ni en Ferraz ni en las federaciones quieren creerse la posibilidad de quedar marginados a tercera fuerza en escaños el 26-J. Distintos dirigentes han venido insistiendo en que el partido tiene más resistencia en el territorio de lo que podría pensarse, que su suelo sigue siendo sólido. Pero si ocurriera el "escenario más dramático y terrible" -en palabras de una veterana-, el PSOE se sumergiría en una profunda crisis interna, en terreno jamás explorado. La primera consecuencia podría ser la caída de Sánchez, bien voluntaria o bien inducida, aunque él y su equipo han venido dando a entender que el contexto del 26-J ha sido el más complicado para la formación desde la vuelta de la democracia a España. Sánchez incluso ha señalado en diversas entrevistas que se presentará en el siguiente congreso federal, independientemente del resultado, y que está "al principio" de su mandato, pero que su futuro en todo caso lo decidirán los votantes y los militantes del PSOE.

Pero la encrucijada no solo sería interna. El partido tendría que enfrentarse a un dilema para el que aún no hay respuesta: a quién hacer presidente. A Mariano Rajoy (o algún otro candidato del PP) o a Pablo Iglesias. Ambos caminos, según coinciden todos los dirigentes, contienen contraindicaciones. Sí es verdad que los notables del PSOE y algunos de los barones críticos entienden que lo razonable sería dejar gobernar a la fuerza más votada -presumiblemente, el PP- y pasar a la oposición, aunque supondría asumir un enorme coste electoral de cara al futuro. Regalaría a Podemos el papel de líder de la oposición. La voz más clara ha sido la del expresidente Felipe González, bastón simbólico del líder.

Investir a Iglesias, la opción a la que parecerían obligados los socialistas en caso de que las dos fuerzas se acercaran a la mayoría absoluta, sería también un campo plagado de minas. Pero las bases del PSOE, aunque molestas con Podemos, están más escoradas a la izquierda que su clase dirigente, y a ellas podría recurrir la cúpula para resolver la incógnita. Sánchez, desde luego, se ha comprometido a preguntar a sus militantes, aunque también ha adelandado que no hará presidente al jefe de Podemos, a quien ha atizado duro en la última semana por el referéndum en Cataluña y por encarnar una solución "populista". Por otro lado, barones como el manchego Emiliano García-Page, la balear Francina Armengol, el aragonés Javier Lambán o el valenciano Ximo Puig gobiernan en sus territorios gracias al apoyo externo de la formación morada. Dar paso al PP en La Moncloa podría desestabilizar sus Ejecutivos autonómicos. "Pero si quedamos terceros, primero tendremos que ordenar la casa y después ocuparnos de los pactos", advierte un importante dirigente territorial.

Foto:  Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera durante el cierre de campaña, este 24 de junio.

La sensación de debacle será más o menos acusada en función de la distancia con Unidos Podemos. No se recibirá igual que la coalición le saque 10 escaños a que le gane por solo uno.

D) Primera fuerza en votos y escaños

Es, de lejos, la alternativa más improbable de todas, puesto que ninguna encuesta ha previsto ese escenario. Ninguna. Todas dan como ganador al PP. No hay coincidencia en el número de diputados, en si perderá asientos respecto al 20-D o aumentará ligeramente su bolsa.

En el comité electoral han manejado la perspectiva de quedar segundos, pero creen que "si se movilizan todos los votantes socialistas" que en otras ocasiones confiaron en las centenarias siglas, "no hay techo". Pero esa opción sería una auténtica sorpresa. Sánchez no sería discutido internamente y tendría más fácil convertirse en presidente del Gobierno. También dejaría boquiabierto a más de uno otra alternativa: empate en escaños entre PSOE y Unidos Podemos.

Los socialistas insisten en que la campaña les ha sentado bien y en que no habrá 'sorpasso'. Sánchez habla de "remontada"; los sondeos, de empate

El secretario general ha recalcado en diversas entrevistas que los españoles "tratan mejor" al PSOE que las encuestas y que está "en mejores condiciones" de ganar que en diciembre, porque los españoles han podido conocer sus esfuerzos para formar Gobierno frente al "bloqueo" de PP y Podemos. En su equipo, igual que en otros territorios, reconocen que la movilización ha sido mayor que la del 20-D, que todo el partido ha remado "unido" porque sabe que se juega mucho -su propia supervivencia-, y que como siempre ha fluido de menos a más. La comparación ya es un clásico: el PSOE es "como un motor diésel" que se activa tarde, pero se activa.

Pedro Sánchez pasa la jornada de reflexión con familia y amigos

Hay coincidencia en que la campaña, aunque sin estridencias ni golpes de efecto -ha sido más bien plana-, ha sentado bien a los socialistas. Porque las encuestas y la amenaza de 'sorpasso' ha espabilado a sus votantes, porque ha logrado movilizar a los abstencionistas y a los molestos con Podemos -sus dos 'targets' fundamentales este 26 de junio, aparte de sus electores clásicos- y porque puede sacar tajada de los dos episodios que han marcado el tramo final: el escándalo de las grabaciones entre el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y el director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, para incriminar a políticos soberanistas, y el Brexit, puesto que el votante puede inclinarse por un voto "seguro y limpio" y apostar por una opción moderada. Sánchez incluso se apropió del marco discursivo de Podemos de la campaña anterior: el jueves ya hablaba directamente de "remontada" del partido. Ya no había encuestas publicadas en España que le rebatiesen.

Los socialistas consideran que han vencido la estrategia de "polarización" buscada por PP y Podemos, y también sorteado un debate centrado en "pactos y encuestas". "El PSOE ha hecho mucha más campaña que los demás, ha movilizado mucho, ha intentado que la discusión pivotara sobre los contenidos y ha entrado bien en la recta final", indica el responsable de estrategia, Óscar López. El espíritu es optimista. Apenas hay horas por delante para saber si ese sabor a "remontada" era un puro espejismo o una realidad que cogía vuelo más de lo que indicaba el viento de las malas encuestas. 36.518.100 españoles tienen la palabra.

Comida con mujer y amigos antes del día clave... para seguir o para marcharse

Este sábado, jornada de reflexión, Pedro Sánchez llegó por la mañana a Madrid procedente de Sevilla, donde cerró campaña con la presidenta andaluza, Susana Díaz. Hizo algo de deporte y a mediodía organizó con su mujer, Begoña Gómez, una comida con amigos en su casa, en el municipio de Pozuelo de Alarcón, en Madrid. Por la tarde, tenía previsto ver el partido España-Brasil del mundial de baloncesto sub 17 femenino que se celebraba en Zaragoza. 

Este 26-J el secretario general y candidato vota sobre las once de la mañana en el centro cultural Volturno del municipio madrileño y por la tarde seguirá la noche electoral en Ferraz, rodeado de su equipo. 

Si las generales se dan mal, muy mal, Sánchez podría tener que verse obligado a dimitir, opción que nunca ha barajado públicamente. En ese caso, se convocaría el próximo congreso del partido, que tenía que haberse celebrado en febrero de este año y que se aplazó por las negociaciones para la investidura. Pero si, ante un mal resultado, el secretario general se atrincherara en su puesto, se podría forzar su caída por dos vías: dimisión de la mitad más uno de los miembros de su ejecutiva o a través del comité federal, el máximo órgano de poder del PSOE. Este podría promover una moción de censura contra la dirección, apoyada por 20% de los miembros del comité. Saldría adelante si se aprueba su destitución por mayoría absoluta. En cualquiera de los dos casos, se colocaría al frente del partido una gestora, una dirección interina que pilotara la nave de los socialistas hasta el siguiente cónclave. 

Cualquiera de los dos canales utilizados para forzar la defenestración del secretario general sería muy violento dentro del partido. Pero si algo ha demostrado en estos dos años de mandato es determinación, un carácter rocoso. O, como él lo define, "piel de pingüino"

Hay quienes defienden que si la debacle se materializa, es mejor actuar con tiento, con prudencia, porque el PSOE estaría ya, al quedar tercero en escaños, en una situación muy grave. Pero aún nada se sabe de planes B. Esta noche habrá que estar pendiente de la valoración de los resultados que haga Sánchez, pero también de cómo los interpreten barones como Susana Díaz (Andalucía) -que quiere firmar su quinta victoria consecutiva en la comunidad para disponer del mejor aval en caso de aspirar a tomar las riendas del PSOE-, Javier Fernández (Asturias), Guillermo Fernández Vara (Extremadura), Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha), Javier Lambán (Aragón) o Ximo Puig (Valencia). Con sus palabras y sus silencios mostrarán si mantienen su confianza en el jefe o le enseñan el camino de salida. 

Pongamos un ejemplo: 85 escaños. ¿Un buen o un mal resultado para el PSOE?

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