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Grietas en Villa Agnelli
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Grietas en Villa Agnelli

Turín, Italia. 5 de septiembre de 2005. La presentación mundial del Fiat Grande Punto, el nuevo modelo de la mítica marca italiana, es todo un

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Grietas en Villa Agnelli

Turín, Italia. 5 de septiembre de 2005. La presentación mundial del Fiat Grande Punto, el nuevo modelo de la mítica marca italiana, es todo un espectáculo. Efectos luminosos, rayos láser, glamour... Mientras Vasco Rossi, la popular estrella de rock del país, canta un himno en honor del nuevo vehículo, Michael Schumacher, entonces piloto de Ferrari, filial de Fiat, aparece en la sala mezclándose con la nobleza turinesa y el poder romano. No falta ni un detalle en una fiesta a la que ha acudido incluso Silvio Berlusconni.

Y es que Fiat se la juega ese 5 de septiembre. El nuevo Grande Punto es el test definitivo para saber si la mítica empresa italiana es capaz todavía de fabricar coches competitivos. Si este nuevo modelo no ayuda a sacar a la empresa de las pérdidas, la otrora gloriosa Fiat será sólo un recuerdo.

Por eso, en la fiesta todos los ojos están puestos en un joven de 28 años, ahora tiene 30, recién nombrado responsable de promoción de marcas del grupo italiano: Lapo Elkann. Nieto del gran Gianni Agnelli, Il Avvocato, también es la noche de su presentación, de su puesta de largo. El resurgir económico de la firma depende de la aceptación del Grande Punto, pero el de la familia Agnelli como símbolo de poder depende de este joven. Aunque John Phillip, su hermano mayor, que hoy cuenta con 32 años, es el vicepresidente de la compañía y el sucesor designado por la familia, Lapo es la imagen de la marca y el nieto favorito de Gianni, el que más se parecía a él. Prohibido fallar.

Pero falló. Un mes después, la mañana del 10 de octubre de 2005, Lapo fue hospitalizado en Turín por sobredosis. Los servicios de urgencias le recogieron en el sofá de la casa de Patrizia, un conocido transexual italiano. Tenía los ojos vueltos del revés y estaba medio inconsciente. Patrizia aseguró que Lapo le visitaba con frecuencia desde hacía meses.

Italia se cebó. Como si estuvieran esperando cualquier error, tanto en la prensa como en el último rincón del país no se hablaba de otra cosa. Mientras en las vallas publicitarias se veía la imagen del nuevo Fiat con el eslogan E arrivato. Punto, en la calle preferían este otro: El punto Elkann, con aspirador de polvo fino. Lo mismo hizo la prensa. La compañía señalaba en un comunicado que la hospitalización se debía a “problemas respiratorios desencadenados por fármacos”, pero el diario La Stampa, propiedad de la familia, hablaba en portada de “sobredosis”. ¿Sería posible que el diario oficial del Vaticano aireara los trapos sucios del Papa o de la Iglesia? En Italia están convencidos de que si viviera el gran Gianni, La Stampa no habría osado publicar algo semejante.

Los Agnelli, como los Kennedy

Pero Il Avocatto murió en enero de 2003 y Lapo Elkann era el firme sucesor para continuar con esa otra pata de los Agnelli, la glamourosa, y sin la cual los Agnelli no serían los Agnelli, sino otra familia rica europea más. Lo que le dio a esta familia turinesa admiración, fama y respeto en todo en el mundo, escribiendo su apellido al lado de los Kennedy, no fueron sólo sus triunfos empresariales, que también, sino la figura de Gianni, que era más poderoso, conocido y respetado en el mundo que el propio presidente de la República.

Gracias a su excepcional toque de glamour, Il Avvocato se convirtió en el primer industrial-playboy. Mientras añadía negocios al ya basto imperio Fiat, Gianni se dejaba ver conduciendo a toda pastilla con su Ferrari por la Costa Azul, viajando en su jet privado o en su yate, y flirteando con mujeres famosas como Rita Hayworth o Jackie Kennedy. Cuando Il Avvocato apareció con sus corbatas por encima del jersey, todo el mundo le copió. Igual que su manía de dejar el reloj por encima de la manga. Agnelli se convirtió en el primer industrial con sex appeal. Las revistas femeninas le sacaban en sus portadas. Cualquier foto de él servía.

Lapo iba por ese camino. O eso intentaba él, copiar a su abuelo materno. Se peinaba como él, llevaba excéntricos trajes de mil rayas y sus novias conocidas eran las más rubias y las más guapas. Lapo era como su abuelo: fiesta glamourosa por la noche en Londres, reunión importante por la mañana en Turín. En esas estaba este joven cuando la mañana del 10 de octubre de 2005 el servicio de urgencias turinés recibió una llamada para acudir a la calle Carlo Marochetti, en un barrio no muy lejos del río Po. Era Patrizia, y los médicos no necesitaron preguntar el nombre del joven que yacía en el sofá.

Críticas de la familia

Las andanzas de Lapo, según revela el libro La Dinastía Agnelli, del periodista francés Pierre de Gasquet, editado ahora en España, no gustan en Villa Agnelli, cuartel general de la familia. La desaparición del patriarca, tenaz y temperamental, en enero de 2003, además de la de Umberto, su hermano pequeño y sucesor, sólo dieciséis meses después, provocó el consiguiente vacío de poder. Pero que los nuevos herederos sean un joven tímido de 32 años, John Phillip, y un excéntrico de 30, Lapo, ha provocado las primeras grietas en la familia.

“La idea de una fractura en el seno de la familia empieza a circular”, dice Gasquet en el libro. “Por primera vez, el poder de John Elkann se pone remotamente en duda. En una entrevista al semanario Il Diario, uno de los herederos de la familia, de la rama de los Nasi, ironizaba sobre ‘Lapo, el gestor volcánico, y su pelotón de asalto’. Las malas lenguas hablan incluso de que a Sergio Marchionne, el consejero delegado de Fiat Group, no le habría molestado librarse de las fanfarronadas de Lapo”.

Otro de los herederos, Andrea Agnelli, hijo de Umberto y sobrino de Gianni, pide más democracia a la hora de tomar las decisiones que afectan a varias ramas de una misma familia (suman casi 100 personas). “En los años 50 ó 60 era más normal que el hijo de un jefe se convirtiera en jefe, pero en 2005 ya no es ese el caso forzosamente. El concepto de sucesión dinástica ya no es evidente”, señala en el libro Andrea. Él fue uno de los herederos que, en septiembre de 2005, se opuso a que la familia, a través de Ifil, su brazo inversor, con el que controlan La Stampa y el 9,9% de Rizzolli, editor del diario El Mundo en España, invirtiera 535 millones de euros en comprar acciones de Fiat para mantener el 30% del capital.

Pero aunque tras la desaparición de Gianni y el suceso de Lapo, los Agnelli ya no son lo que eran, el Grupo Fiat sí ha remontado el vuelo, lo que contribuye a mantener la calma. El Fiat Punto Grande presentado en esa lujosa fiesta del 5 de septiembre en Turín ha resultado ser un éxito y Fiat ha recuperado cuota de mercado en Europa, en Italia y, además, ha abandonado los números rojos que acompañaron a sus resultados durante años.

Fiat se recupera

Dueña del 80% del mercado italiano en los sesenta, Fiat ha ido bajando su control hasta superar apenas el 28% hace tres años. Lo mismo le sucedía en Europa, que en unos años bajó del 9,6% de cuota al 7,3% en 2004. Al borde de la bancarrota, la llegada al poder del grupo de Luca Cordero de Montezemolo como presidente y de Sergio Marchonne como consejero delegado, ha servido para darle un giro a la empresa que ha salido bien (por ejemplo, olvidaron el fracasado Stilo y fabricaron el Grande Punto).

En el primer semestre de 2007, gracias entre otros al modelo Grande Punto, Fiat ha recuperado mercado y ya roza el 32% de cuota en Italia. Todo el grupo, que incluye los camiones Iveco y otras empresas de componentes, ha ganado mil millones de euros en los seis primeros meses del año y la división de coches, tradicional ‘cancer’ del grupo, ya está en números negros. Además, han recuperado el control absoluto de la compañía después de que General Motors decidiera no optar a su derecho de comprar antes de 2009 el 100% de Fiat (adquirió el 20% con opción de llegar al 100% pero los problemas económicos de la firma americana les obligaron a dejar Fiat en 2006).

Casi cinco años después de la muerte del Avvocato, la sensación es de sabor agridulce en Villa Agnelli. La obra que empezó el abuelo de Gianni en 1899, cuando fundó Fiat, se recupera y, de momento, sobrevive independiente de los gigantes asiáticos y americanos.

Pero los Agnelli ya no serán nunca los Agnelli. Hubo un tiempo en que los jóvenes italianos sólo podían salir de su pueblo para enrolarse en el ejército o echarse a la mar. Agnelli, y el imperio que montó en torno a Fiat, cambiaron eso y convirtieron una sociedad pobre en una de las más ricas del mundo. Gianni se codeaba con los Kennedy, los Rothschild, Henry Kissinger... El cabeza de la familia y del grupo era más popular y respetado que el Gobierno. Eso ya no volverá.

Turín, Italia. 5 de septiembre de 2005. La presentación mundial del Fiat Grande Punto, el nuevo modelo de la mítica marca italiana, es todo un espectáculo. Efectos luminosos, rayos láser, glamour... Mientras Vasco Rossi, la popular estrella de rock del país, canta un himno en honor del nuevo vehículo, Michael Schumacher, entonces piloto de Ferrari, filial de Fiat, aparece en la sala mezclándose con la nobleza turinesa y el poder romano. No falta ni un detalle en una fiesta a la que ha acudido incluso Silvio Berlusconni.