Nueva guerra: la banca tira las comisiones a los comercios para captarlos como clientes

Tras la guerra de los depósitos, ahora llega la guerra de los datáfonos (terminales de pago con tarjeta o terminales punto de venta, TPV) de los comercios. Ante el cierre masivo de establecimientos por culpa de la crisis, las entidades tratan de compensar la pérdida de clientes quitándoselos a la competencia. Y para ello están haciendo ofertas muy atractivas.

Las comisiones de los alrededor de 1,5 millones de datáfonos que hay en España habían bajado mucho en los últimos años a raíz de un pacto de 2006 que establecía un máximo del 1,40% del importe de cada venta (eso es lo que cobra el banco a la tienda). En la actualidad, las comisiones medias se sitúan entre el 0,7% y el 0,8%.

Las ofertas no consisten tanto en bajar más este porcentaje como en ventajas adicionales. Por ejemplo, no cobrar nada al comercio por el aparato o por su mantenimiento, conceptos que hasta ahora sí se facturaban. O mejor aún: fijarle una comisión cero durante seis meses o incluso un año.

"Es como al cliente particular que no le cobras comisiones ni la tarjeta de crédito si domicilia la nómina y tres recibos. Son las herramientas habituales con que cuenta el sector para atraer clientes", señalan en una entidad. Por cierto, esta otra guerra de las nóminas, sigue abierta, con ofertas muy agresivas como el regalo de 500 euros que efectivo que anuncia el Popular si se cumplen varias condiciones.

Conervar clientes a costa de perder margen

Sin embargo, ahora las cosas están llegando más lejos por culpa de la caída en picado de este negocio por la duración de la crisis y las urgencias de los bancos por evitar una caída en el número de clientes. "Esta guerra comercial está presionando a la baja los márgenes en este negocio, pero pasa lo mismo que con los depósitos: no te puedes quedar fuera porque el cliente se va a la competencia, y más con la necesidad de reducir costes que tienen las pequeñas empresas", explican en otra entidad.

Es decir, de nuevo nos encontramos con que la banca prefiere mantener todo el volumen de negocio posible en un entorno de contracción, en vez de defender su margen. Una política que numerosos analistas -y muchas voces dentro del sector- consideran suicida porque cuestiona la propia viabilidad de las entidades a medio plazo.