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La opa sobre el Sabadell replantea el debate de las sedes en Cataluña: valorar lo que queda
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La opa sobre el Sabadell replantea el debate de las sedes en Cataluña: valorar lo que queda

Tras la opa hostil del BBVA es inevitable que la clase política repiense su postura sobre las sedes: lo que no se fue sigue siendo mucho y que dure aún depende de políticas públicas

Foto: El presidente del Sabadell, Josep Oliu, en la junta de accionistas. (EFE/Morell)
El presidente del Sabadell, Josep Oliu, en la junta de accionistas. (EFE/Morell)

En Sant Cugat se encuentra la sede operativa del Banco Sabadell. El banco invirtió en la década del 2000 más de 60 millones en este complejo de oficinas. Trabajan 1.500 personas. Cinco de ellas, en el equipo de mercados y capitales, ganan para el banco 1.000 millones de euros… en un año malo. Estamos hablando de personal bien pagado y alta formación. El pilar de las clases medias. Esto es una parte de lo que se quedó en Cataluña cuando el Banco Sabadell trasladó la sede a Alicante en 2017 para evitar que la sangría de depósitos que provocó el procés se llevara el banco por delante. Ahora, de repente, la clase política catalana ha descubierto dos cosas: que esto es valioso y que vale la pena luchar para mantenerlo. No hay nada como que te lancen una opa hostil para que se acaben las tonterías.

El caso más paradigmático es Junts. Hace apenas seis meses, el partido estaba proponiendo multas a las empresas como el Sabadell, que se habían llevado la sede, aunque mantuviesen buena parte de la operativa en Cataluña. El Sabadell no es un caso único. Valdría también para Cellnex, Colonial, Cementos Molins, Occidente y muchas otras. Ahora el líder de JxCAT, Carles Puigdemont, denuncia la opa hostil sobre el BBVA como "un 155 bancario". Lo hizo en el penúltimo mitin de campaña. El giro resulta significativo. De repente lo que se quedó ya no vale tan poco. Y mucho menos hay que multarlo por existir.

Las sedes corporativas se fueron, sí. Pero quedaron muchas unidades productivas y de negocio. Y su continuidad puede estar amenazada a menos que desde los poderes públicos se desplieguen las políticas adecuadas. La realidad se impone y hay que cambiar el enfoque.

La opa hostil de BBVA se ha convertido en tema de campaña, un ángulo que únicamente resulta relevante en clave mediática. Es muy improbable que la torpeza del BBVA de lanzar su opa antes de las elecciones decante un solo voto. En uno u otro sentido. Otra cosa es que la resolución de la oferta dependa exclusivamente de factores estrictamente financieros.

La OPA hostil de BBVA se ha convertido en tema de campaña, un ángulo que únicamente resulta relevante en clave mediática

Otra cosa es la compleja relación del empresariado catalán con su clase política. De repente, Josep Oliu ya no es el anticristo. Todo lo contrario. Ahora el presidente del Banco Sabadell se erige como el último bastión "de lo que queda". Que ya no es tan poco como parecía cuando el marco mental lo definían el catastrofismo de unos y otros.

Del mismo modo, en muchas poblaciones donde sólo quedan una oficina de CaixaBank y otra del Sabadell, Tossa de Mar, por ejemplo; se mira con inquietud la fusión. Si Sabadell cerrase, sólo les quedará una alternativa o esos autobuses cajeros que la consellera de Economía Natalia Mas envía en días alternos por los pueblos que se han quedado sin sucursales.

Diferencias nada sutiles

Se impone la tesis del presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre, que todavía ve masa crítica suficiente en Cataluña que sirva de base a una reconstrucción de una parte de lo que se perdió en la Cuba catalana de 2017. El PSC ya estaba abonado a estas tesis, de modo que su postura contraria a la opa resulta al menos coherente.

El independentismo es diferente. La posición de Puigdemont es contradictoria con lo que defendía su partido hace seis meses, pero a Junts ya no le viene de una contradicción más.

Sobre las sedes, Puigdemont sigue aferrado a la idea de una conspiración españolista

En cambio, Pere Aragonès ha afrontado su negativa a la opa de un modo más centrado que Puigdemont y sus tesis de conspiraciones españolistas contra el capitalismo catalán. La Generalitat desde el principio dio su apoyo a Oliu, abogó por la independencia del banco y quiso mantener todos los puentes de contacto abiertos, incluyendo con el BBVA, entidad muy presente en Cataluña después de haber comprado Banca Catalana, las cajas de Unnim y Catalunya Caixa. En este sentido, la aproximación de Aragonès no solo es más pragmática que la de Junts, sino que también cuenta con bases legales y administrativas más sólidas.

Sánchez, el socio útil

Si el independentismo quiere parar la operación, su aliado es Pedro Sánchez. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, ya ha advertido que vetará la fusión, aunque legalmente no puede parar la opa. El BBVA ya lo descarta. Una alternativa para el banco de Carlos Torres sería comprar el banco, haciéndose con más del 50% y esperar a un cambio de Gobierno para que le aprueben la fusión. Mientras tanto, podría consolidarse el 100% de los resultados financieros del Sabadell. Tras un cambio de Gobierno podría ejecutar la integración y lanzar una opa de exclusión posterior a precio de saldo. Una especie de asalto en dos tiempos más pendiente de la política que de la economía. Aunque contaría con una pega relevante: buena parte de las sinergias no podrían ejecutarse hasta que la fusión cristalice.

En todo caso, más allá de la evolución de la opa, en la que las posibilidades juegan a favor del BBVA, la política catalana puede obtener una valiosa lección de estos días: "Lo que queda, tiene valor". Como el Centro Corporativo de Sant Cugat del Sabadell. Si se quiere que vuelvan algunas de las sedes corporativas que se perdieron en 2017, resultaría más útil construir a partir de lo que quedó. Eso permitiría que volviesen algunas compañías. Y en ese sentido, resultaría útil la política de Aragonès de mantener vías de comunicación abiertas en todas las direcciones.

En Sant Cugat se encuentra la sede operativa del Banco Sabadell. El banco invirtió en la década del 2000 más de 60 millones en este complejo de oficinas. Trabajan 1.500 personas. Cinco de ellas, en el equipo de mercados y capitales, ganan para el banco 1.000 millones de euros… en un año malo. Estamos hablando de personal bien pagado y alta formación. El pilar de las clases medias. Esto es una parte de lo que se quedó en Cataluña cuando el Banco Sabadell trasladó la sede a Alicante en 2017 para evitar que la sangría de depósitos que provocó el procés se llevara el banco por delante. Ahora, de repente, la clase política catalana ha descubierto dos cosas: que esto es valioso y que vale la pena luchar para mantenerlo. No hay nada como que te lancen una opa hostil para que se acaben las tonterías.

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