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Cómo el agua mineral natural ha cambiado la vida de estos pueblos segovianos de menos de 1.000 habitantes
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Cómo el agua mineral natural ha cambiado la vida de estos pueblos segovianos de menos de 1.000 habitantes

Las plantas de Bezoya en Ortigosa del Monte y Trescasas generan 200 empleos directos en la provincia castellanoleonesa, de los que el 80% reside en la zona o localidades aledañas

Foto: La planta de Bezoya en Ortigosa del Monte, Segovia. (Foto: cortesía de la marca)
La planta de Bezoya en Ortigosa del Monte, Segovia. (Foto: cortesía de la marca)

La España rural ocupa el 85% del territorio, pero solo el 15,9% (unos 7,5 millones de españoles) de la población vive en estos municipios de menos de 30.000 habitantes, según datos del censo. Además, más de la mitad de ellos están empadronados en municipios con menos de 5.000 habitantes. La movilidad geográfica hacia los núcleos urbanos sigue siendo una tendencia: el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha visto como en una década las zonas rurales han perdido un 7% de sus vecinos.

La falta de oportunidades, infraestructuras y servicios básicos son algunas de las razones para abandonar el hogar en busca de un futuro que, a priori, parece más prometedor en las ciudades. Sin embargo, siempre hay excepciones, historias como las de Ortigosa del Monte, un pueblo segoviano que ha pasado de 200 habitantes en los años 70 a 600 en 2023, de acuerdo con los datos censales.

El motivo de este fenómeno tan inusual tiene nombre propio: Bezoya. Y es que hace 50 años, en 1974, la compañía perteneciente a Pascual adquirió el manantial de donde procede el agua de la marca y el que le dio su identidad. El impacto más que evidente se puede apreciar en el día a día de los habitantes no solo del propio pueblo, sino de todo el entorno.

Luciano Otero hace casi diez años que maneja una carretilla en la planta de Ortigosa, la misma en la que su padre se instaló antes incluso de la llegada de Pascual, o en la que su hermano lleva trabajando desde hace 27 años. “Al principio vivíamos en unas casas que hay a la entrada de la planta”, explica por teléfono. Para Otero, la fábrica de Bezoya “ha aportado la tranquilidad de poder trabajar al lado de casa, no solo en Ortigosa, sino en otros pueblos de por aquí, incluso de Segovia. Es un lujo”.

placeholder Luciano Otero trabaja en la planta de Ortigosa del Monte desde hace diez años. (Foto: cortesía de la marca)
Luciano Otero trabaja en la planta de Ortigosa del Monte desde hace diez años. (Foto: cortesía de la marca)

La planta de Ortigosa del Monte, a la que años más tarde se sumó la de Trescasas, generan 200 empleos directos en la provincia de Segovia, de los que el 80% reside en la zona o localidades aledañas. Con los años, no solo ha crecido Ortigosa, también lo ha hecho Trescasas. De los 350 vecinos en 2003, cuando se puso en marcha, el censo de 2023 refleja 1.100 habitantes.

Lidia San Deogracias, vecina de Villacastín, localidad a unos 28 kilómetros de Ortigosa del Monte, es un ejemplo del impacto directo de la planta de Bezoya en Ortigosa del Monte. Trabajar allí desde hace tres años le ha permitido estar cerca de su familia y de su hogar y ganar “en calidad de vida”. Para San Deogracias es importante que más empresas apuesten por instalarse en núcleos rurales, ya que permite “que la gente no tenga que irse a las grandes ciudades a encontrar trabajo y que la gente joven pueda seguir viviendo en sus pueblos. Te vas porque no tienes oportunidades del trabajo que tú quieres, porque no te dejan desarrollarte profesionalmente en lo que has estudiado. Esas oportunidades no se tienen normalmente en los pueblos”.

placeholder Lidia San Deograciases vecina de Villacastín y trabaja en la planta de Ortigosa del Monte desde hace tres años. (Foto: cortesía de la marca)
Lidia San Deograciases vecina de Villacastín y trabaja en la planta de Ortigosa del Monte desde hace tres años. (Foto: cortesía de la marca)

En el caso de Bezoya, el proceso no se podría haber realizado en otro emplazamiento, ya que el agua se recoge de manantiales subterráneos ubicados en la Sierra de Guadarrama, que están protegidos de cualquier tipo de contaminación, y que se nutren de la lluvia y las nieves que se depositan en la cima de las montañas. Unas tuberías instaladas hasta esos manantiales permiten conducir el agua para que llegue intacta hasta el proceso de envasado. Ese proceso se ha mantenido inalterable durante las últimas cinco décadas y el único tratamiento que recibe el agua es la filtración para eliminar las partículas sólidas que pueda arrastrar.

Un compromiso local pero también sostenible

La apuesta por instalarse en zonas rurales está enmarcada dentro de una estrategia por aumentar la sostenibilidad da la embotelladora, sustentada sobre cinco pilares: origen, envasado sostenible y residuo cero, producto, movilidad sostenible y reciclaje.

El origen se enmarca dentro de un plan de cuidado de la biodiversidad del entorno del manantial situado en la Sierra de Guadarrama, mientras que el envasado sostenible y el residuo cero se traduce en uso de energías 100% renovables en las distintas plantas. También en una valorización del 100% de los residuos que genera. El envasado del agua de la marca se realiza con plástico 100% reciclado en todas las botellas para potenciar la circularidad y la neutralidad en carbono, es decir, que sus botellas están hechas a partir de otras botellas. Por último, la movilidad sostenible la ilustra el uso de una flota comercial 100% eléctrica o iniciativas como Cargobici, una logística de última milla para distribuir el agua en zonas urbanas que ya está en funcionamiento en Barcelona y que la firma espera exportar al resto de España.

“Tengo la suerte de seguir viviendo en mi pueblo natal y no tener que irme a una gran ciudad para encontrar trabajo” (Luciano y Lidia)

Sostenibilidad y promoción del entorno rural pueden ser valores complementarios como lo demuestra el impacto que ha tenido la presencia de Bezoya en la provincia de Segovia durante el último medio siglo. Una manera de cuidar económica, social y medioambientalmente a las zonas rurales y sus vecinos, que al igual que Luciano y Lidia tienen “la suerte de seguir viviendo en mi pueblo natal y no tener que irme a una gran ciudad para encontrar trabajo”.

La España rural ocupa el 85% del territorio, pero solo el 15,9% (unos 7,5 millones de españoles) de la población vive en estos municipios de menos de 30.000 habitantes, según datos del censo. Además, más de la mitad de ellos están empadronados en municipios con menos de 5.000 habitantes. La movilidad geográfica hacia los núcleos urbanos sigue siendo una tendencia: el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha visto como en una década las zonas rurales han perdido un 7% de sus vecinos.

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