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Pudo ser tierra prometida para la industria de defensa, pero ahora no pintamos (casi) nada
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Pudo ser tierra prometida para la industria de defensa, pero ahora no pintamos (casi) nada

Hace tiempo que América Latina dejó de ser un mercado natural para nuestros exportadores de defensa. Pese al empeño de los discursos, no es una región prioritaria, como muestra la falta de ambición en nuestra diplomacia militar con la región

Foto: Soldados chilenos. (Reuters)
Soldados chilenos. (Reuters)

El ciclo expansivo de la industria global de defensa está llegando a una de las regiones donde más decayó el gasto militar tras el fin de la vieja Guerra Fría. Por motivos históricos, políticos y económicos, las fuerzas armadas latinoamericanas (con sus excepciones) quedaron relegadas en las prioridades de los sucesivos gobiernos. Ahora que se ve un tímido rearme en algunos países, podríamos pensar que a la industria española se le abre un marco favorable de oportunidades de negocio. La realidad es que hace tiempo que América Latina dejó de ser un mercado natural para nuestros exportadores. Pese al empeño de los discursos oficiales, no es una región prioritaria para España, como muestra la falta de ambición en nuestra diplomacia militar con la región.

Es fácil encontrar documentos oficiales del Gobierno de España donde se menciona al continente americano como una región de especial relevancia. Según el Ministerio de Asuntos Exteriores, “​ha constituido siempre una prioridad para la política exterior nacional”. La presidencia rotatoria del Consejo Europeo en el segundo semestre de 2023 llegó con los titulares de que Madrid iba a “priorizar”, “relanzar”, “reforzar” o “engrasar” la relación de Europa con Hispanoamérica. Pero, como ya señalaron entonces los especialistas, las prioridades están —y han estado desde hace décadas— en otros horizontes políticos (UE) y militares (OTAN). Así que estas buenas intenciones se quedan, últimamente, en la retórica emotiva, con apelaciones a los “pueblos hermanos” y las menciones de los lazos históricos y culturales.

Pero sí hubo un momento en el que la industria de defensa trabajaba con intensidad el mercado hispanoamericano. Durante la Guerra Fría, las fuerzas armadas de la región compraron blindados, aviones de combate, fragatas y submarinos para defender su soberanía nacional frente a los vecinos. Esto estaba justificado ante las sucesivas crisis fronterizas como la vivida por Argentina y Chile por el Canal Beagle a finales de los años 70 o el enfrentamiento armado entre Perú y Ecuador en la cuenca del río Cenepa en 1995. Y también por el auge de grupos guerrilleros y paramilitares capaces de poner en jaque regiones y controlar fronteras. En este contexto de seguridad, la industria española pudo vender su catálogo de tierra, mar y aire.

Un repaso a las exportaciones españolas en los años 80 permite constatar que hubo un auge a finales de la década en el que participaron un amplio número de empresas en varios sectores. En el caso del material empleado por los ejércitos, Santa Bárbara, Esperanza y Cía (ECIA) y Explosivos Alaveses (Expal) vendieron cañones, morteros y proyectiles. La Empresa Nacional de Autocamiones (ENASA) vendió blindados BMR a la infantería de marina de Perú y miles de camiones y autobuses al ejército de Chile (el cual era usuario desde años atrás de los todoterreno Land Rover fabricados por Santana en España).

Foto: Militares participan en la parada militar en honor de las glorias del Ejército de Chile. (EFE/Elvis González)

Éxitos allende los mares

Las exportaciones de más valor fueron buques y aeronaves. Precisamente, el mejor ejemplo de la bonanza española en Hispanoamérica lo representa el avión C212 Aviocar, el mayor éxito de la industria aeronáutica española. Mirando el mapa de usuarios del aparato, antiguos y actuales, resulta más rápido y fácil contar qué países no lo compraron que hacer la lista de sus usuarios, de México a Argentina pasando por el Caribe. De hecho, fue comprado por 10 de los 12 países soberanos de América del Sur.

El C212 Aviocar es un aparato de transporte militar duro y sencillo preparado para emplear pistas de hierba y tierra que encontró fácil acomodo en las fuerzas aéreas iberoamericanas, africanas y del Sudeste Asiático, además de servir para la formación de paracaidistas militares en Estados Unidos o para las exploraciones antárticas de Australia.

Foto: C295MW y C295 MSA listos para su entrega a Angola. (Juanjo Fernández)

El siguiente paso en la industria española fue un aparato más grande y complejo que requirió la búsqueda de un socio internacional. El CN235 fue desarrollado en colaboración con la industria aeronáutica de Indonesia. Esta vez, sólo un puñado de países latinoamericanos lo adquirieron, aunque España logró venderlo a la fuerza aérea de Francia, la Guardia Costera de Estados Unidos y varias fuerzas aéreas en Oriente Medio.

El CN235 es un caso parecido al de su versión alargada y con motores más potentes, el C295. Fue el primer avión que desarrolló la industria española ya integrada en el consorcio europeo Airbus. Y, nuevamente, fue un aparato que se ha vendido en todo el mundo con gran éxito, pero que solo cuatro países iberoamericanos lo han adquirido. Con unas fuerzas armadas hispanoamericanas gastando menos en defensa y una industria española desarrollando productos cada vez más complejos, avanzados y caros, mucho pensaron que ya no era un mercado que mereciera la pena.

Un caso de estudio naval

La industria naval, que llegó a vender incluso más que la aeronáutica, nos ofrece también un buen caso de estudio. Los astilleros españoles lograron exportar a Hispanoamérica diferentes series de patrulleros en los años 80. En la primera mitad de la década, la entonces llamada Empresa Nacional Bazán construyó en San Fernando de Cádiz seis patrulleros oceánicos para la Armada de México, donde son conocidos como clase Uribe. Y por las mismas fechas, construyó cinco patrulleros oceánicos para la Prefectura Naval Argentina, donde son conocidos como clase Halcón.

Ambos tipos de buques desplazan cerca de 1.000 toneladas y podemos encontrar aires de familia con los también patrulleros oceánicos clase Serviola de la Armada española, reflejando que el trabajo de los ingenieros españoles para diseñar unos buques fue provechoso para diseñar los otros. Se trata en todos casos de buques sencillos, carentes de armamento avanzado o sistemas electrónicos complejos, ya que su principal función es patrullar la Zona Económica Especial y no están pensados para operaciones de combate.

Foto: Fragata clase Constellation, derivada del diseño europeo FREMM. (US Navy)

Al igual que la industria aeronáutica, la industria naval militar español evolucionó hasta alcanzar unos niveles de desarrollo tecnológico que le permitió competir con éxito por contratos de buques de guerra avanzados en países como Noruega, Arabia Saudita y Australia. España fue el tercer país, tras Estados Unidos y Japón, en disponer buques de desarrollo autóctono con el avanzado sistema de defensa antiaéreo AEGIS. Se pensó que los productos de la industria naval militar española irían quedando fuera del poder adquisitivo de marinas de guerra latinoamericanas. Pero hay varios casos que ponen en cuestión esa explicación.

Oportunidades perdidas

Mucho antes que el presidente argentino, Javier Milei, autorizara la compra de aviones de combate F-16 para la Fuerza Aérea o de que el embajador de Chile en España anunciara que la crisis de relaciones entre Israel y su país abría una ventana de oportunidad para la industria española de defensa, varias armadas de Sudamérica salieron a los mercados internacionales a buscar nuevos diseños de patrulleros y buques de combate. Chile y Colombia se unieron para compartir gastos en un programa de patrullero oceánico que consistió en la compra de un diseño para ser construido por la industria local, en este caso los astilleros Asmar y Cotecmar. El ganador fue la empresa alemana Fassmer.

Foto: El ministro de Defensa argentino, Luis Alfonso Petri, montado en un F-16. (EFE)

Argentina fue un socio inicial del programa conjunto de patrullero oceánico, pero terminó encargando cuatro patrulleros clase Gowind a la industria francesa. En ambos casos, eran tipos de buque que estaban en el catálogo de la industria española. De hecho, se habían logrado vender dos series de patrulleros a la Venezuela chavista, con una concesión de préstamos por medio que dejó un agujero en las cuentas españolas. En este caso se trató de la excepción que confirmó la regla de que Hispanoamérica no era ese gran mercado para la industria española.

Mientras tanto, México buscó un diseño de fragata a la que, eufemísticamente, denominó Patrullero Oceánico de Largo Alcance. El diseño ganador resultó ser uno de la familia Sigma, del astillero holandés Damen. Se trata de una familia bien conocida en España porque la Marina Real de Marruecos cuenta con tres fragatas de la familia Sigma. Así, tanto México como Marruecos coinciden en disponer de una fragata Sigma 10514. Es el mismo diseño elegido por Colombia para su programa de nuevas fragatas multimisión y que serán construidas localmente por Cotecmar.

Estos distintos programas de patrulleros y fragatas encargadas a astilleros europeos muestran que sí hay un mercado para los diseños avanzados en el que España lleva tiempo sin entrar. Las explicaciones no son únicamente de carácter técnico. Las compras de las fuerzas armadas siempre tienen varios componentes: tecnológico, económico, diplomático, industrial, etc. Los países priman, según las ocasiones, los vínculos geopolíticos, lo avanzado del diseño, la transferencia de tecnología y conocimiento, etc. Y, para poder jugar con éxito a ese juego de equilibrios, hace falta tener una presencia sólida y continuada en la región, unos vínculos bilaterales bien engrasados y unos lazos estrechos entre fuerzas armadas (y altos mandos militares).

¿Comprar sin conocernos?

Es significativo que el buque de la Armada que más ha visitado los puertos hispanoamericanos en lo que llevamos de siglo sea el buque-escuela Juan Sebastián Elcano. Son raras las ocasiones en que los buques de combate españoles cruzan el Océano Atlántico para participar en ejercicios conjuntos. La fragata Cristóbal Colón participó, en 2017, en el ejercicio Unitas a su paso por Sudamérica después de un despliegue en Australia. Un caso parecido es el del Ejército del Aire y del Espacio, que, por estas fechas, tiene aviones desplegados en Alaska para una gira por el Indo-Pacífico.

Foto: El Contramaestre Casado participa en unos ejercicios navales. (EFE/Jorge Zapata)

La forma más común de cooperación militar entre las fuerzas armadas de España y la de los países hispanoamericanas son los intercambios de oficiales, con integración en estados mayores, participación en cursos y adiestramiento. Es inaudito ver a unidades de combate de uno y otro país realizando ejercicios conjuntos, sean paracaidistas colombianos saltando en la Meseta ibérica o infantes de marina españoles desembarcando en la Patagonia chilena.

España, que siempre se precia de su alta participación en misiones de la OTAN y la UE, apenas pisa Latinoamérica. Unas maniobras militares no van a hacer que las ventas españolas se disparen de la noche a la mañana. Pero, ¿cómo vamos a vender nada si apenas nos conocemos? Esta escasa cooperación es tan solo la muestra visible del desinterés comercial y militar hacia una región que podría dar cierta escala a algunos sistemas de armas nacionales o reforzar nuestro catálogo con diseños más asequibles, pero fiables. Y, como mínimo, haría tangible una relación con una región que siempre hemos dicho que es especial.

El ciclo expansivo de la industria global de defensa está llegando a una de las regiones donde más decayó el gasto militar tras el fin de la vieja Guerra Fría. Por motivos históricos, políticos y económicos, las fuerzas armadas latinoamericanas (con sus excepciones) quedaron relegadas en las prioridades de los sucesivos gobiernos. Ahora que se ve un tímido rearme en algunos países, podríamos pensar que a la industria española se le abre un marco favorable de oportunidades de negocio. La realidad es que hace tiempo que América Latina dejó de ser un mercado natural para nuestros exportadores. Pese al empeño de los discursos oficiales, no es una región prioritaria para España, como muestra la falta de ambición en nuestra diplomacia militar con la región.

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