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Del jamón ibérico de Carod al romero mágico de Maragall: Cataluña ‘invade’ Madrid
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Del jamón ibérico de Carod al romero mágico de Maragall: Cataluña ‘invade’ Madrid

La de ayer fue una jornada para las anécdotas. Y es que el día se prestaba a estar pendiente de los movimientos de unos y de

Foto: Del jamón ibérico de Carod al romero mágico de Maragall: Cataluña ‘invade’ Madrid
Del jamón ibérico de Carod al romero mágico de Maragall: Cataluña ‘invade’ Madrid

La de ayer fue una jornada para las anécdotas. Y es que el día se prestaba a estar pendiente de los movimientos de unos y de otros. Nadie dudaba de la trascendencia del Pleno en el que se iba a aprobar la admisión a trámite del Estatuto Catalán, y por eso nadie quiso faltar al acontecimiento.

La Tribuna de Invitados estaba a rebosar de políticos, hermanos de los políticos, hijos de los políticos, esposas de políticos, conselleres, alcaldes, asesores y otros especimenes de los que pueblan el mundanal teatro de la res pública. Pero la parte catalana, obviamente, se llevó el premio gordo en cuanto a asistencia.

Y ello a pesar de que más de uno -entre ellos el presidente del Parlament, Ernest Benach- se llevó un susto al ver en el aeropuerto de Barcelona que la saturación del puente aéreo lo dejaba casi en tierra. El retraso fue el mal menor para Benach y otros. Los hubo, incluso, que tuvieron que conformarse con seguir el debate desde la distancia mientras maldecían el overbooking.

Eso sí, los grandes de la política catalana no faltaron. Pasqual Maragall, al que una mujer en el Retiro le regaló una rama de romero que le dio buenas vibraciones, parecía adormilarse en su tribuna mientras su hermano Ernest -conseller imaginario de la frustrada remodelación que le había preparado el fraternal president- atendía sin perder atención el desarrollo de gran parte del debate.

En busca de un urinario discreto

Muy cerca estaba un Jordi Pujol cada vez más identificado con su guiñol -a decir de los presentes- y siempre acompañado por sus vasallos, entre ellos su hijo Oriol. Tampoco él perdía detalle de la intervención de su delfín, Artur Mas. Un Artur Mas dotado del don de la ubicuidad porque pudo vérsele a primera hora de la mañana en el interior del Congreso -mientras buscaba un infructuosamente un discreto urinario para al final tener que ponerse cara a la pared con miembros de la prensa- y, minutos más tarde, descender junto a los otros dos mosqueteros del Estatut, Josep Lluis Carod-Rovira y Manuela de Madre, en la misteriosa furgoneta negra que les dejaba en el exterior para hacer una triunfal entrada ante las cámaras de televisión.

El único político catalán que se sentó en el Hemiciclo y, además, compartió en algún momento la vera de su líder, fue el popular Josep Piqué, a quien se pudo ver muy satisfecho con el discurso de Rajoy, “porque si alguien dice que ha sido un discurso anticatalanista, mentirá”. Sin embargo, al líder del PP catalán no le hizo tanta gracia contemplar los vecinos que tenía en la mesa de al lado en el restaurante de comida catalana cercano al Congreso, Paradís, donde almorzó. Allí estaban Pasqual Maragall con su equipo y, en otra mesa, el secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, quien debatía con los suyos sobre las implicaciones del estatuto en la financiación autonómica. Saludos de rigor y buenas palabras, aunque las distancias entre los tres parecen casi insalvables.

Mientras tanto, en otro restaurante a orillas del Congreso, el Edelwais, Carod-Rovira y la numerosa delegación de Esquerra daba buena cuenta de una comida, incluido un plato de jamón ibérico. Muy sonrientes se mostraron durante la larga jornada los políticos republicanos, mientras más de uno seguía, a salto de mata, la goleada del Barça en la Champions.

La de ayer fue una jornada para las anécdotas. Y es que el día se prestaba a estar pendiente de los movimientos de unos y de otros. Nadie dudaba de la trascendencia del Pleno en el que se iba a aprobar la admisión a trámite del Estatuto Catalán, y por eso nadie quiso faltar al acontecimiento.