ETA comete más de cien atentados durante sus primeros `mil días sin asesinatos´

Hoy se cumplen mil días del último atentado mortal de ETA, el que costó la vida el 30 de mayo de 2003 a los policías Julián Embid Luna y Bonifacio Martín Hernando en la localidad navarra de Sangüesa. Mil días sin víctimas mortales que, sin embargo, no se han traducido, ni mucho menos, en falta de actividad terrorista. De hecho, en este periodo de cerca de tres años, la banda armada ha cometido 102 atentados terroristas en los que ha provocado heridas de diversa consideración a cerca de 150 personas, según los datos extraídos por El Confidencial de la página web del Ministerio del Interior. Unas cifras que se traducen en un atentado cada diez días.

Ayer mismo, mientras miembros del Gobierno y del PSOE destacaban públicamente como muy relevante el hecho de que ETA no hubiera matado en tan largo periodo de tiempo, una bomba estallaba en un polígono industrial de Bilbao. Era el noveno atentado del año. Tres más que en el mismo periodo del año pasado. Un recrudecimiento de la actividad terrorista que las estadísticas vienen reflejando desde 2003.

Así, mientras en ese año se produjeron una veintena de atentados -entre ellos los que costaron la vida a los dos policías de Sangüesa y al socialista Joseba Pagazaurtundúa-, en 2004 hubo nueve más, hasta alcanzar los 29, algunos de ellos, según señalaron entonces los expertos policiales, con el supuesto objetivo de causar víctimas mortales. En 2005, la cifra volvió a aumentar. Se registraron dieciocho más que el año anterior, hasta alcanzar una cifra total de 47 atentados.

Rumores de tregua, más atentados

ETA ha hecho, incluso, coincidir los periodos de mayor recrudecimiento de su actividad terroristas con los momentos en los que el Gobierno socialista y la propia sociedad albergaban mayores esperanzas sobre un inminente anuncio de un alto el fuego. Así, en enero de 2005, la carta abierta del portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi, al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, fue acompañada por una campaña de atentados que tuvo su punto culminante en el estallido de un potente coche bomba en la localidad vizcaína de Getxo. Un atentado con el que la banda armada, en opinión del consejero de Interior del Gobierno vasco, Javier Balza, pretendía matar.

En mayo de ese mismo año, sólo cuatro días después de que el Ejecutivo socialista lograra que todos los grupos del Congreso, salvo el PP, apoyasen una resolución de apoyo a un hipotético proceso de paz, la banda armada iniciaba una nueva oleada de atentados que convertía ese mes en el segundo con mayor número de acciones violentas de todo el año pasado.

De hecho, sólo fue superado por diciembre. Entonces, justo cuando el Gobierno de Rodríguez Zapatero estaba convencido de que se iba a producir el esperado anuncio del alto el fuego, la banda respondía con trece atentados. Atentados en los que, además, empleó cantidades significativamente mayores de explosivo que en sus anteriores acciones. Para concluir el año, ETA robaba en Francia más de 1.300 kilos de sustancias de las empleadas para la elaboración de artefactos.

La “violencia contenida”

Estas cifras de “violencia contenida” -como definen los atentados numerosos políticos vascos, entre ellos varios dirigentes socialistas, para destacar que ETA evita intencionadamente causar víctimas mortales- no han evitado que entre los partidos políticos se hable desde hace meses de “tregua tácita” de la banda armada.