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El Gobierno respira aliviado tras conocer que Otegi podrá eludir la cárcel con una fianza
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El Gobierno respira aliviado tras conocer que Otegi podrá eludir la cárcel con una fianza

Arnaldo Otegi, líder de Batasuna, levantó desafiante el puño para, instantes después, dejar arrumbada su arrogancia y cruzar la puerta de la Audiencia Nacional. El dirigente

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El Gobierno respira aliviado tras conocer que Otegi podrá eludir la cárcel con una fianza

Arnaldo Otegi, líder de Batasuna, levantó desafiante el puño para, instantes después, dejar arrumbada su arrogancia y cruzar la puerta de la Audiencia Nacional. El dirigente de la izquierda abertzale tenía claro desde hace días cuál iba a ser su actitud cuando se sentara este miércoles frente al juez Fernando Grande-Marlaska, titular del Juzgado número 5 de este tribunal. Esta vez no iba a contestar desafiante. Tenía preparado un discurso blando, en el que sobre todo iba a incidir en la “oportunidad real” que se había abierto tras la tregua de ETA.

El cambio de táctica le salió bien. Finalmente el Grande-Marlaska le envió a prisión, pero no con carácter incondicional como temía el líder batasuno, sino que le puso sobre la mesa la posibilidad de que abandone ésta si paga 250.000 euros de fianza, que se suman a los 400.000 que tenía fijados desde mayo de 2005.

Gran parte del mérito del cambio de actitud de Otegi se debe, según ha podido constatar El Confidencial, a los dirigentes del PSE, que en los últimos días han aconsejado reiteradamente al dirigente abertzale que no se mostrara desafiante ante el juez y que insistiera en el mensaje de que un nuevo momento político se había abierto tras el anuncio de ETA. Un mensaje, este último, que el propio Patxi López hacía público ayer en una entrevista radiofónica.

Estos mismo dirigentes, según ha podido confirmar este diario en fuentes políticas vascas, habían recriminado en su momento a Otegi que fuera él, por su delicada situación judicial, uno de los que anunciara públicamente la huelga convocada por Batasuna el pasado 9 de marzo tras la muerte de dos presos de ETA -y que se saldó con un rotundo fracaso de seguimiento y 108 actos violentos-. El líder abertzale no hizo caso entonces, pero ahora, tras ver de cerca su ingreso en la cárcel, ha decidido seguir el consejo de los socialistas vascos.

La noticia no sólo ha satisfecho en las filas del PSE -donde querían que Otegi siguiera siendo el interlocutor de Batasuna-, sino también en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Ayer por la tarde, cuando aún no se conocía la decisión final del juez Grande Marlaska, fuentes gubernamentales reconocían a este diario su “deseo inconfensable públicamente” de que el dirigente abertzale no ingresara en prisión. Como ya adelantó en su edición de ayer El Confidencial, Moncloa temía sentarse frente a otros miembros de Batasuna de discurso más duro, como el portavoz de la coalición, Joseba Permach.

En la decisión final del juez Grande-Marlaska también ha tenido mucho que ver el cambio de petición realizado por la Fiscalía. Si hace días, como se encargó de anunciar públicamente el propio Cándido Conde-Pumpido, su intención era pedir prisión incondicional, finalmente el ministerio público modificó su petición y pidió al juez que decretase la cárcel eludible con una fianza de 100.000 euros. Un cambio de actitud que, sin embargo, no ha borrado el monumental enfado que el Gobierno tiene con el fiscal General del Estado. Fuentes gubernamentales reconocían ayer mismo a este diario que “no nos queda más remedio que dar la cara por él, pero en este caso no ha hecho más que meter la pata una y otra vez”.

El Gobierno y los socialistas vascos esperan ahora que, tras la decisión de ayer del juez de la Audiencia Nacional, Otegi vuelva a liderar a Batasuna en el proceso de paz, junto al dirigente navarro Pernando Barrena y el dirigente sindical Rafael Díez Usabiaga. Como apuntaba un destacado político vasco a este diario, “sabemos que habrá más escollos en el camino, pero el primero lo hemos salvado”.

El auto de Grande-Marlaska

Arnaldo Otegi, líder de Batasuna, levantó desafiante el puño para, instantes después, dejar arrumbada su arrogancia y cruzar la puerta de la Audiencia Nacional. El dirigente de la izquierda abertzale tenía claro desde hace días cuál iba a ser su actitud cuando se sentara este miércoles frente al juez Fernando Grande-Marlaska, titular del Juzgado número 5 de este tribunal. Esta vez no iba a contestar desafiante. Tenía preparado un discurso blando, en el que sobre todo iba a incidir en la “oportunidad real” que se había abierto tras la tregua de ETA.