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Cinturones, gilipollas y ‘Estatut’
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Cinturones, gilipollas y ‘Estatut’

Los días históricos, salvo honrosas excepciones, tienen más bien poca historia. Así es la política. Muchas expectativas y, al final, poca chicha. Es lo que pasó

Los días históricos, salvo honrosas excepciones, tienen más bien poca historia. Así es la política. Muchas expectativas y, al final, poca chicha. Es lo que pasó ayer en el Congreso de los Diputados durante el debate que aprobó el polémico proyecto de reforma del Estatuto de Cataluña. Después de meses de dimes y diretes, discusiones y negociaciones, cuando llegó el momento de votarlo en el pleno del Congreso había ya pocas cosas nuevas que decirse. Tan pocas, que la mayor parte del Gobierno socialista decidió hacer novillos, incluido el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que hasta eso de la una de la tarde no se dignó a tomar asiento en su puesto de la bancada azul.

Ya se encargó de recordárselo el jefe de la oposición, Mariano Rajoy, a quien el duelo dialéctico con la vice, María Teresa Fernández de la Vega, no pareció serle suficiente. Claro que al líder popular también le recordaron desde la humilde bancada del grupo mixto -en concreto la diputada de EA, Begoña Lasagabaster-, que él tampoco presta demasiada atención -ni presencia- cuando intervienen los otros, es decir, aquellos que no son máximos dirigentes socialistas. Cuestión de peso... parlamentario.

Pero si abajo se discutía de ausencias, en la tribuna había casi pleno. Allí estaba el president de la Generalitat, Pasqual Maragall, el del Parlament, Ernest Benach, todos los consellers, y una nutrida representación de presidentes, portavoces y diputados de los cinco grupos catalanes. Sólo faltó uno, el líder de ERC, Josep Lluis Carod Rovira, claro que a éste no le pusieron falta porque aún esta convaleciente de sus problemas cardiacos de la semana pasada. En total, cerca de medio centenar de personas, incluido el honorable Jordi Pujol.

Los días históricos, salvo honrosas excepciones, tienen más bien poca historia. Así es la política. Muchas expectativas y, al final, poca chicha. Es lo que pasó ayer en el Congreso de los Diputados durante el debate que aprobó el polémico proyecto de reforma del Estatuto de Cataluña. Después de meses de dimes y diretes, discusiones y negociaciones, cuando llegó el momento de votarlo en el pleno del Congreso había ya pocas cosas nuevas que decirse. Tan pocas, que la mayor parte del Gobierno socialista decidió hacer novillos, incluido el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que hasta eso de la una de la tarde no se dignó a tomar asiento en su puesto de la bancada azul.