Es noticia
Tres ‘pitufos’ en el banquillo
  1. España

Tres ‘pitufos’ en el banquillo

No son azules ni llevan ese gorro blanco que tanto se asemeja a la barretina, pero Jamal Zougam, Basel Ghalyoun y Abdelmajid Bouchar, los tres acusados

No son azules ni llevan ese gorro blanco que tanto se asemeja a la barretina, pero Jamal Zougam, Basel Ghalyoun y Abdelmajid Bouchar, los tres acusados de ser autores materiales de los atentados del 11-M, intentaron dar ante el Tribunal una imagen de inocentes que, en determinados momentos, les hizo guardar ciertas similitudes con algunos de estos infantiles personajes. El primero ya lo hizo en su declaración del viernes, cuando se lució como el pitufo dormilón al presentar como principal coartada para demostrar que él no pudo ser uno de los autores materiales el hecho de que estuvo durmiendo en su casa hasta las once de la mañana de aquel 11 de marzo.

Ghalyoun, armado de un buen manojo de papeles con notas, parecía en algunos momentos el pitufo filósofo. Fue capaz de corregir a abogados y a la fiscal, de desvelar que una fotografía suya presente en el sumario había sido manipulada informáticamente e, incluso, de desmentir las conclusiones de los expertos caligráficos que le adjudican la autoría de un texto de contenido religioso. Tan estudiada llevaba su declaración, que la trufó de toda una serie de giros más propios de un abogado que de alguien que, como él, no siempre se expresa con fluidez en castellano.

A Bouchar, al que la Policía bautizó en su día como el Gamo de Leganés tras huir supuestamente a la carrera del piso donde luego se suicidarían siete integrantes de la célula terrorista, su actitud en la vista le asemejó más con el pitufo gruñón. Con los brazos cruzados, el ceño fruncido y utilizando un tono seco y cortante para contestar a las preguntas que le lanzaban la fiscal y los abogados, no se anduvo con florituras cuando le acosaron con cuestiones sobre su presencia en el piso de esta localidad madrileña y el chamizo de Morata de Tajuña: “No estuve allí. Tampoco debería estar allí”.

El ADN del dátil y la aceituna

Y eso a pesar de que entre los escombros del primero se encontró su pasaporte, su abono transporte, una huella dactilar en un libro y perfiles de su ADN en un hueso de dátil y en otro de aceituna. En el chamizo donde se elaboraron las mochilas bomba también los expertos policiales recuperaron una huella de su mano y una maquinilla de afeitar con restos suyos. Pero él, fiel a su inocentismo, aseguró sin alardes que no había estado ni en un sitio ni en el otro, y que ni siquiera conocía a ninguno de los miembros de la célula que se suicidó.

Más se esforzó Ghalyoun en intentar derribar las pruebas que le acusan, aunque para ello siempre utilizaba como culpable a un muerto, Rifaat Anouar, uno de los que se quitó la vida en Leganés a golpe de explosivos. Lo hizo con un gorro de oraciones encontrado bajo los escombros de la vivienda en el que se hallaron restos de su ADN y con un teléfono móvil que utilizó en varias ocasiones. Sí, los usó, pero su compañero se los llevó sin decirle nada. Ghalyoun incluso explicó que, si fue a las reuniones a orillas del río Alberche donde supuestamente se hacían llamamientos a la yihad, fue porque lo que él siempre se encontraba eran alegres reuniones lúdico festivas para jugar al fútbol y no sermones religiosos.

No son azules ni llevan ese gorro blanco que tanto se asemeja a la barretina, pero Jamal Zougam, Basel Ghalyoun y Abdelmajid Bouchar, los tres acusados de ser autores materiales de los atentados del 11-M, intentaron dar ante el Tribunal una imagen de inocentes que, en determinados momentos, les hizo guardar ciertas similitudes con algunos de estos infantiles personajes. El primero ya lo hizo en su declaración del viernes, cuando se lució como el pitufo dormilón al presentar como principal coartada para demostrar que él no pudo ser uno de los autores materiales el hecho de que estuvo durmiendo en su casa hasta las once de la mañana de aquel 11 de marzo.