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¿Hay algún abogado en la sala?
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¿Hay algún abogado en la sala?

Las cinco jornadas del juicio del 11-M celebradas hasta ahora permiten ir sacando ya algunas conclusiones. La principal, que la mayoría de los 49 abogados que

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¿Hay algún abogado en la sala?

Las cinco jornadas del juicio del 11-M celebradas hasta ahora permiten ir sacando ya algunas conclusiones. La principal, que la mayoría de los 49 abogados que entre defensas y acusaciones se sientan a la diestra del Tribunal tienen el punto de mira de sus preguntas, cuando menos, muy desviado. Algunos han disparado a bulto. Otros casi no han apretado el gatillo porque deben tener poca o ninguna munición. Y los hay a quien el tiro les ha salido por la culata.

Entre estos últimos está José Luis Abascal, el letrado de los presuntos autores materiales Jamal Zougam y Basel Ghalyoun. Su escrito con fotos de detonadores made in Txeroki y afirmaciones tan rimbombantes como “todos aquellos que investigamos armamento y explosivos de ETA” no sólo no pasó la prueba del algodón del juez Javier Gómez Bermúdez, sino que le estalló en plena cara.

Le debe el favor al letrado de una de las acusaciones particulares, Gonzalo Boye, quien en sus intervenciones parece más preocupado en sacar adelante la llamada teoría de la conspiración que en acusar a los que se sientan en el banquillo. Y eso que él, chileno de nacimiento, se sacó la carrera de Derecho en la UNED mientras cumplía condena por colaborar con ETA en el secuestro del empresario Emiliano Revilla.

Esta confusión de papeles de acusador que defiende y defensor que se olvida de su función no es, sin embargo, patrimonio exclusivo de ambos, ni mucho menos. José María de Pablo, el abogado de la Asociación 11-M Afectados de Terrorismo -cercana a la AVT- se ha convertido en un verdadero francotirador en este tipo de escaramuzas. Él tiene el honor de haber sido el primero que sacó a relucir en la vista el nombre de la banda armada y del célebre Tytadine en un perdigonazo que hizo poco ruido y menos sangre: “¿Desde cuándo utiliza el Grupo Islámico Combatiente Marroquí temporizadores elaborados por ETA? ¿Ha coincidido con etarras en algún campo de entrenamiento de Afganistán? ¿Algún miembro de ETA proporcionó a su célula dinamita Tytadine para la comisión del atentado de Madrid?”.

Una ráfaga con trampa, ya que la disparó en el interrogatorio a uno de los presuntos cerebros de la trama islamista, Hassan El Haski, que ya había anunciado que sólo contestaría a las preguntas de su defensor. Una táctica de trabucazos conspirativos que ha repetido en alguna otra ocasión. Debe pensar que quien calla, otorga.

Preguntas sin ton ni son

El resto de las acusaciones tampoco queda muy bien parado en esta cacería. Algunas disparan sin ton ni son. Otras, ni siquiera se atreven a gastar balas. No extraña que en más de una ocasión tanto el juez Bermúdez como los propios interrogados les hayan corregido para sonrojo de propios y extraños. Vamos, que les sientan a Pol Pot en el banquillo de los acusados, y consiguen que le absuelvan.

Tampoco las defensas están demostrando mucha puntería. El que abrió el fuego, Endika Zulueta, sufrió todo tipo de reprimendas por parte del Tribunal cuando interrogaba a su cliente, Rabei Osman, Mohamed El Egipcio. El juez Bermúdez le pidió aclaraciones, desestimó preguntas por inservibles a efectos de la defensa y le exigió no dirigir las respuestas. Zulueta, conocido en el mundo del derecho madrileño por su defensa de okupas, debió sentirse como uno de éstos en un asiento que no parece muy destinado para él.

Las cinco jornadas del juicio del 11-M celebradas hasta ahora permiten ir sacando ya algunas conclusiones. La principal, que la mayoría de los 49 abogados que entre defensas y acusaciones se sientan a la diestra del Tribunal tienen el punto de mira de sus preguntas, cuando menos, muy desviado. Algunos han disparado a bulto. Otros casi no han apretado el gatillo porque deben tener poca o ninguna munición. Y los hay a quien el tiro les ha salido por la culata.