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Bermúdez se merece un club de fans
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Bermúdez se merece un club de fans

“Va a empezar el tiempo del Derecho, de la Justicia. Oigan lo que oigan, mantengan la templanza. Por muy duro que les parezca, todos los acusados

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Bermúdez se merece un club de fans

“Va a empezar el tiempo del Derecho, de la Justicia. Oigan lo que oigan, mantengan la templanza. Por muy duro que les parezca, todos los acusados gozan de la presunción de inocencia mientras no haya sentencia”. El pasado 15 de febrero, Javier Gómez Bermúdez utilizaba estas palabras para dar inicio al juicio más importante de la Historia de nuestro país, el que debe esclarecer los atentados del 11-M. Seguramente, aquellas frases también le abrieron definitivamente las puertas a la galaxia de los jueces mediáticos. Ya nunca volverá a ser un magistrado anónimo. Ahora es la calva más conocida de España, a punto de desbancar a la de Mister Proper (ahora Don Limpio). Quién sabe si en breve tendrá un club de fans.

Nadie discute ya que Gómez Bermúdez era el juez ideal para dirigir una vista como ésta, sometida desde mucho antes de que se iniciase a un juicio paralelo aliñado con un enfrentamiento entre medios de comunicación. Y nadie lo duda porque, desde la primera sesión, ha demostrado que es capaz de seguir la declaración de los imputados, controlar lo que hacen los encausados en la pecera blindada, vigilar lo que sucede en la sala y mantener la atención sobre las imágenes que se retransmiten del proceso. Todo a la vez. Si quisiera, seguro que también podría hacer un sudoku de los difíciles.

Además, Gómez Bermúdez ha puesto desde el principio sobre la mesa sus dos M: memoria y mando. La primera le ha permitido recordar detalles mínimos de la ingente cantidad de información que aparece recogida en los más de 90.000 folios del sumario. Está claro que se los ha leído todos -y más de una vez-, no como muchos de los 49 abogados presentes en la Sala. El mando lo ejerce sin pestañear y con un toque de ironía. Lo mismo amonesta a los letrados que a los acusados e, incluso, a las víctimas por colocarse frente a la burbuja y hacer gestos amenazantes a los procesados. Ni los traductores ni Roberto, el funcionario encargado de micrófonos y cámaras, se han librado de sus rapapolvos.

El primero en sufrir este rigorismo fue el abogado Endika Zulueta, defensor de Rabei Osman, El Egipcio. Le recriminó, le pidió aclaraciones, desestimó muchas de sus preguntas por irrelevantes y le exigió no dirigir las respuestas de su cliente. Durante gran parte de la jornada, Zulueta se debió arrepentir en más de una ocasión de haber aceptado la defensa del presunto ideólogo de los atentados. Bien es cierto que al día siguiente, Gómez Bermúdez le pidió disculpas públicas: “Quizás me excedí”. Un toque de humanidad que, sin embargo, no ha evitado que otros letrados hayan visto cómo jornada tras jornada censuraba preguntas, les amonestaba por repetir cuestiones ya planteadas o les sugería cómo hacer los interrogatorios: “No, así no, formule la pregunta de esta forma”.

Los procesados tampoco se han salvado. Abdelmajid Bouchar, más conocido como el Gamo de Leganés por escaparse a la carrera de los policías que intentaron detenerle en esta ciudad madrileña, empezó su declaración exigiendo “retrasar el debate hasta la semana que viene, por ejemplo”. Gómez Bermúdez le cortó inmediatamente: “No, no, eso que se le quite de la cabeza. El orden de los interrogatorios no lo deciden los procesados”. El joven marroquí ni siquiera rechistó.

“Va a empezar el tiempo del Derecho, de la Justicia. Oigan lo que oigan, mantengan la templanza. Por muy duro que les parezca, todos los acusados gozan de la presunción de inocencia mientras no haya sentencia”. El pasado 15 de febrero, Javier Gómez Bermúdez utilizaba estas palabras para dar inicio al juicio más importante de la Historia de nuestro país, el que debe esclarecer los atentados del 11-M. Seguramente, aquellas frases también le abrieron definitivamente las puertas a la galaxia de los jueces mediáticos. Ya nunca volverá a ser un magistrado anónimo. Ahora es la calva más conocida de España, a punto de desbancar a la de Mister Proper (ahora Don Limpio). Quién sabe si en breve tendrá un club de fans.