Es noticia
Otegi y el ‘síndrome de Umbral’
  1. España

Otegi y el ‘síndrome de Umbral’

“¡Yo estoy aquí para hablar de mi libro, y como veo que no habláis de mi libro, pues me voy!” Hace ya doce años, Francisco

“¡Yo estoy aquí para hablar de mi libro, y como veo que no habláis de mi libro, pues me voy!” Hace ya doce años, Francisco Umbral se encaraba con la periodista Mercedes Milá porque durante un programa de televisión al que había sido invitado no se promocionaba su entonces última obra, La década roja, verdadero motivo por el que, aseguró, había acudido al plató. A Umbral, como reconoció él mismo en aquellos recordados minutos, no le interesaba nada lo que allí se estaba hablando y, mucho menos, la opinión de sus contertulios. Él, simple y llanamente, quería hablar de su libro. Nada más.

Salvando las distancias, en Euskadi se están viviendo en las últimas semanas situaciones muy parecidas a aquella de 1995, aunque en unas circunstancias mucho más trágicas. Alrededor de una mesa, representantes de la izquierda abertzale se están sentando a hablar por separado con dirigentes de PNV, EA y EB, los partidos que sustentan el tripartito de Juan José Ibarretxe. Por supuesto, no hay cámaras y, en lugar de un plató de televisión, los encuentros tienen lugar en discretos despachos. En principio, todos acuden allí para analizar la enrevesada situación en la que se encuentra la política vasca tras la bomba de Barajas y la negativa de Batasuna a condenar el atentado que rompió la tregua de ETA.

Sin embargo, nada de eso ocurre. Arnaldo Otegi y los suyos realmente acuden a los encuentros, que propician ellos mismos, para hablar de su libro, esa propuesta que han presentado ya en innumerables ocasiones en público y en el que apuestan por lo que denominan “autonomía política” para Euskadi y Navarra. No les interesa oír los proyectos de los otros, convencidos como están de que su libro es la llave maestra que abrirá de nuevo la puerta de la paz y que, por tanto, todo lo que les planteen sus interlocutores ni tiene validez ni les interesa.

La situación, según ha reconocido un político vasco que ha participado en uno de estos recientes encuentros, ha llegado en algunos momentos a ser kafkiana. Que les pedían que condenasen la violencia, ellos respondían que esa no era la solución para “el conflicto” y que sí lo era su libro. Que les insistían que antes de hablar de su propuesta ETA tiene que abandonar definitivamente las armas, ellos les aseguraban que estaban equivocados, y que la salida a aquel embrollo era, cómo no, su libro. Que les sugerían que su “autonomía política” se podría discutir, junto a las del resto de partidos, cuando ya no hubiera violencia, ellos repetían que éstas eran opciones de pasado y que la única realmente válida era la que contenía su libro.

Tan convencidos se han mostrado de las bonanzas de éste, que los representantes de la izquierda abertzale siempre terminaban las reuniones pidiendo a los dirigentes de los otros partidos que cuando hablaran de su libro en público, lo alabaran. Un ombliguismo político tan acusado que contrasta con la actitud que los mismo protagonistas mantuvieron a comienzos de enero, poco después de que una bomba con 500 kilos de explosivos enterrara bajo los escombros del aparcamiento de la T-4 la vida de dos ciudadanos y las esperanzas de muchos españoles.

Entonces, Otegi corrió a reunirse, entre otros, con el lehendakari. Frente a frente, el líder de Batasuna preguntó a Ibarretxe qué podía hacer la ilegalizada formación para salvar el proceso de paz. El jefe del Ejecutivo vasco le espetó que condenara el atentado. Pero eran otros tiempos. Ahora, Otegi y los suyos ya no preguntan. De un tiempo a esta parte, creen tener todas las respuestas en su libro. Por eso sólo hablan de él, aunque las críticas no hayan sido buenas. Como Francisco Umbral.

“¡Yo estoy aquí para hablar de mi libro, y como veo que no habláis de mi libro, pues me voy!” Hace ya doce años, Francisco Umbral se encaraba con la periodista Mercedes Milá porque durante un programa de televisión al que había sido invitado no se promocionaba su entonces última obra, La década roja, verdadero motivo por el que, aseguró, había acudido al plató. A Umbral, como reconoció él mismo en aquellos recordados minutos, no le interesaba nada lo que allí se estaba hablando y, mucho menos, la opinión de sus contertulios. Él, simple y llanamente, quería hablar de su libro. Nada más.