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Una conspiración, catorce minutos
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Una conspiración, catorce minutos

Tres miembros de ETA, los únicos que había admitido el Tribunal como testigos, estaban citados a declarar este lunes en el juicio del 11-M. La expectación

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Una conspiración, catorce minutos

Tres miembros de ETA, los únicos que había admitido el Tribunal como testigos, estaban citados a declarar este lunes en el juicio del 11-M. La expectación era grande, pero duró sólo catorce minutos. Ese es el tiempo que tardaron Gorka Vidal, Irkus Badillo y Henri Parot en negar una tras otra las poco más de doce preguntas que el abogado defensor de Jamal Zougam y una de las acusaciones particulares les lanzaron a cada uno para intentar apuntalar la llamada teoría de la conspiración que, entre otras cosas, insiste en relacionar a la organización terrorista con los atentados.

"No tengo nada que ver con el 11-M ni con los islamistas”, aseguró Gorka Vidal, el conductor de aquella caravana de la muerte que la Guardia Civil interceptó el 28 de febrero de 2004 en la localidad conquense de Cañaveras con una furgoneta cargada con más de media tonelada de explosivos. Una coincidencia en las fechas con la otra caravana, la que organizó Jamal Ahmidan para traer la Goma 2 desde Asturias, les había convertido a él y a su compañero, Badillo, en la principal conexión entre ETA y los islamistas para los agujerólogos. Sin embargo, el joven etarra, entre risas y advertencias del juez de acusarle de un delito grave por desobediencia por su tendencia a no recordar nada, negó conocer a El Chino, negó haber viajado a Iraq y negó saber quién es el minero Suárez Trashorras salvo por los periódicos. Tiempo: cuatro minutos y medio.

La declaración de su compañero de comando fue calcada. Irkus Badillo, menos risueño, también negó tener ninguna relación con los islamistas. También negó haber viajado a Iraq. Y, además, aseguró no saber si ETA había utilizado alguna vez Goma 2 ECO ni los célebres temporizadores ST. Incluso se mostró sorprendido cuando le interrogaron si los etarras han recibido alguna vez entrenamiento terrorista en el Líbano junto a miembros de Hizbolá. Tiempo: poco más de cuatro minutos.

El último fue el francés Henri Parot, encarcelado -como él mismo recordó- desde abril de 1990. Su declaración fue otra alarde de noes. Negó haber hecho el servicio militar en la legión extranjera francesa. Negó conocer a Abdelkrim Benesmail ni saber porque este preso islamista tenía una anotación manuscrita con su nombre y la dirección de la prisión donde estaba. Negó saber árabe. Negó la supuesta relación de ETA con los islamista. Negó haber facilitado la receta de la cloratita a los seguidores de Ben Laden. Todo ello mientras ponía cara de póker a la sucesión de preguntas que le lanzaban desde el estrado de los abogados. Tiempo: seis minutos. Es decir, catorce minutos entre las tres declaraciones. La teoría de la conspiración perdía tres naipes en su intento por apuntalar la implicación de la banda en el 11-M en poco menos de un cuarto de hora.

Testigos ‘basura’

El resto de la jornada discurrió en medio de una sucesión de testimonios que poco o nada aportaron al proceso. Son lo que se podría llamar, en un símil de baloncesto, testigos basura. Así, por la sala ha pasado un compañeros de copas de Suárez Trashorras que nunca sospechó que éste trapicheaba con drogas, a pesar de que fue su chófer cuando el ex minero se reunión con los miembros de la célula islamista en un McDonalds de Madrid. Un abogado que sirvió de correveidiles a la denuncia de un delincuente entonces encarcelado y hoy huido, José Ignacio Fernández, Nayo, sobre la supuesta existencia de un polvorín de ETA oculto en un monte asturiano. Una funcionaria que se dejó impresionar por los correos electrónicos que recibió aquellos días y que gracias a ellos pudo identificar etarras de tres en tres.

Tres miembros de ETA, los únicos que había admitido el Tribunal como testigos, estaban citados a declarar este lunes en el juicio del 11-M. La expectación era grande, pero duró sólo catorce minutos. Ese es el tiempo que tardaron Gorka Vidal, Irkus Badillo y Henri Parot en negar una tras otra las poco más de doce preguntas que el abogado defensor de Jamal Zougam y una de las acusaciones particulares les lanzaron a cada uno para intentar apuntalar la llamada teoría de la conspiración que, entre otras cosas, insiste en relacionar a la organización terrorista con los atentados.