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Hay peritos pa´tó
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Hay peritos pa´tó

¿Sabía usted que una mochila repleta de Goma 2 pesa el doble que otra hasta los topes de hachís? ¿Y que para adjudicar una huella dactilar

¿Sabía usted que una mochila repleta de Goma 2 pesa el doble que otra hasta los topes de hachís? ¿Y que para adjudicar una huella dactilar encontrada en el lugar de un crimen la Policía española se autoexige que tenga doce puntos comunes con las del sospechoso? ¿Y que las bolsas de basura tienen en su composición óxido de titanio? Pues, a la vista de lo declarado por la larga lista de peritos que han declarado este miércoles ante el Tribunal del 11-M, todo esto, y mucho más, es cierto y, aunque no lo parezca, son detalles que pueden ayudar a condenar o absorber a los que se sientan en el banquillo de los acusados. Los peritos son personajes curiosos. Se les identifica con un número en lugar de con su nombre y apellido. Siempre van trajeados y muy repeinados. Sacan conclusiones de elementos que a la mayoría de los mortales nos pasarían inadvertidos. Algunos se han especializado en análisis tan curiosos como el pago con tarjetas de crédito en peajes de autopistas o la estimación de explosivo que se puede robar en una mina asturiana con mochilas compradas en un Carrefour cercano. Y, además, lo dicen todo muy serios, sentando cátedra en la mayoría de los casos.

Así, por ejemplo, este miércoles dos guardias civiles han ilustrado al Tribunal cómo simplemente por haber pagado con su tarjeta de crédito en la autopista que une Asturias y Madrid es posible situar a su titular, Emilio Suárez Trashorras, de viaje a la capital en fechas claves en la preparación de los atentados. O cómo por una cuestión de peso y otra de olfato se puede saber que lo que viajó en las mochilas que acarrearon desde Asturias a Madrid los tres chavales que utilizaba el ex minero como correos era Goma 2 y no hachís: la droga pesa la mitad que el explosivo y, además, aquella huele tanto que a consumidores habituales como ellos no se les hubiera podido pasar por alto un aroma capaz de tumbar a los dos agentes de la Guardia Civil que trajinaban con una muestra de ella para hacer la prueba. Lo más sorprendente, sin embargo, no ha sido esto, sino ver cómo ambos guardias civiles, sumando estimaciones aproximadas, han sido capaces de concluir que la célula islamista consiguió tener en sus manos 312,5 kilos de explosivo. ¡Eso es exactitud pericial y con tricornio!

También han comparecido dos integrantes del Cuerpo Nacional de Policía especializadas en estudiar todo tipo de bolsas. Ellas nos han ilustrado sobre la compleja composición química de las bolsas que habitualmente utilizamos para bajar la basura y han sido capaces de concluir que la que se encontró en el interior de la furgoneta Renault Kangoo con detonadores y un culote de explosivo era idéntica a la que se halló entre los escombros del piso de Leganés, salvo en un pequeño detalle: la tira amarilla que servía de cierre a una era medio centímetro más ancha que la otra. Un detalle que no se sabe si será definitivo para exculpar o condenar, pero por el que han preguntado algunas acusaciones con detenimiento. Para que luego digan que el tamaño no importa. Gracias a estas dos policías también hemos conocido que la célebre mochila en la que se encontraba la bomba desactivada en el Parque Azorín de Vallecas se parecía mucho-mucho a otra que compraron los investigadores en una tienda de Lavapiés, pero que tampoco eran iguales por varios detalles.

¿Sabía usted que una mochila repleta de Goma 2 pesa el doble que otra hasta los topes de hachís? ¿Y que para adjudicar una huella dactilar encontrada en el lugar de un crimen la Policía española se autoexige que tenga doce puntos comunes con las del sospechoso? ¿Y que las bolsas de basura tienen en su composición óxido de titanio? Pues, a la vista de lo declarado por la larga lista de peritos que han declarado este miércoles ante el Tribunal del 11-M, todo esto, y mucho más, es cierto y, aunque no lo parezca, son detalles que pueden ayudar a condenar o absorber a los que se sientan en el banquillo de los acusados. Los peritos son personajes curiosos. Se les identifica con un número en lugar de con su nombre y apellido. Siempre van trajeados y muy repeinados. Sacan conclusiones de elementos que a la mayoría de los mortales nos pasarían inadvertidos. Algunos se han especializado en análisis tan curiosos como el pago con tarjetas de crédito en peajes de autopistas o la estimación de explosivo que se puede robar en una mina asturiana con mochilas compradas en un Carrefour cercano. Y, además, lo dicen todo muy serios, sentando cátedra en la mayoría de los casos.