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Trashorras y Mister Hyde
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Trashorras y Mister Hyde

Emilio Suárez Trashorras no le llega ni al betún de los zapatos al escritor escocés Robert Louis Stevenson, pero él solito se ha bastado para interpretar

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Trashorras y Mister Hyde

Emilio Suárez Trashorras no le llega ni al betún de los zapatos al escritor escocés Robert Louis Stevenson, pero él solito se ha bastado para interpretar al mejor Mister Hyde de la historia judicial española. Si la declaración del ex minero a finales de febrero ya fue todo un alarde de su diagnosticada esquizofrenia paranoide, la de la sesión de este lunes de los cuatro médicos que le han asistido antes y después del 11-M ha venido a corroborar que el ex minero no anda muy bien de la azotea: personalidad doble, manía persecutoria, alucinaciones auditivas, comportamiento antisocial, trastornos psicóticos agravados por el consumo de drogas...

Todo un relación de síntomas de un enfermo mental que el propio Trashorras ha sabido reforzar durante los más de tres meses que lleva el juicio con una orangutización de su imagen que ha incluido, entre otros gestos, irrefrenables acometidas dactilares en sus fosas nasales y un evidente abandono de su aspecto exterior con el que se ha empeñado en llevar la contraria al sentido de la evolución de Darwin. Con todo ello, no es extraño que su abogado haya pretendido en la jornada de hoy utilizar en su defensa la idea de que si realmente hizo lo que hizo -es decir, ayudar a la célula integrista a robar más de dos centenares de kilos de explosivos de la mina donde había trabajado a cambio de una partida de hachís-, fue porque estaba como un cencerro y no sabía realmente lo que hacía.

El intento no le ha salido bien. Bien es cierto que el psiquiatra de la Seguridad Social que le trató durante más de seis años hasta poco antes de los atentados ha asegurado que Suárez Trashorras podía tener por entonces su capacidad volutiva “anulada” por culpa de su enfermedad. Ha sido el único. El resto de médicos ha destacado que no estaba tan loco como para no saber perfectamente que lo que hacía era robar y que, además, los delincuentes a los que le entregaba los cartuchos no los iban a utilizar con fines benéficos. “Sí tiene capacidad para discernir entre el bien y el mal”, han llegado a concluir dos de los médicos.

Estos doctores han puesto varios ejemplos de esta lucidez: cuando le entrevistaron en prisión en septiembre de 2005 para elaborar el informe lo vieron con capacidad para defenderse de las acusaciones y consciente de que si bajaba al patio de la prisión con los otros reclusos le podían dar una paliza y por eso insistió en que prefería estar aislado... por si acaso. De hecho, uno de los médicos ha llegado a asegurar que su enfermedad le puede hacer ser un tanto fantasioso, pero que cuando miente o engaña lo hace a conciencia “buscando un beneficio o placer personal”.

En lo que han coincidido los cuatro médicos es en asegurar que, además de los fármacos, lo que ha mejorado sensiblemente en los últimos años la enfermedad del minero ha sido su encierro. Mientras todo esto se decía en la sala, Suárez Trashorras ha mantenido su actitud de Mister Hyde simiesco, como quien sabe que le esperan unas decenas de años más de esta peculiar medicina penitenciaria.

Emilio Suárez Trashorras no le llega ni al betún de los zapatos al escritor escocés Robert Louis Stevenson, pero él solito se ha bastado para interpretar al mejor Mister Hyde de la historia judicial española. Si la declaración del ex minero a finales de febrero ya fue todo un alarde de su diagnosticada esquizofrenia paranoide, la de la sesión de este lunes de los cuatro médicos que le han asistido antes y después del 11-M ha venido a corroborar que el ex minero no anda muy bien de la azotea: personalidad doble, manía persecutoria, alucinaciones auditivas, comportamiento antisocial, trastornos psicóticos agravados por el consumo de drogas...