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Los que se aprovechan del 11-M
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Los que se aprovechan del 11-M

Gonzalo Boyé es un tipo afable. Regordete y con un hoyuelo en la barbilla, su dulce acento chileno le ha convertido en uno de los abogados

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Los que se aprovechan del 11-M

Gonzalo Boyé es un tipo afable. Regordete y con un hoyuelo en la barbilla, su dulce acento chileno le ha convertido en uno de los abogados del juicio del 11-M más populares entre los periodistas que cubren las sesiones. Ejerce una de las acusaciones particulares -“la de Angélica María Jeria Cortes y su hijo menor de edad”, como ha repetido como una letanía el juez Javier Gómez Bermúdez cada vez que le daba la palabra- y ha terminado por demostrar que es de los letrados que mejor se ha preparado el juicio, superando aquellas suspicacias que recordaban al inicio de la vista que en su día fue condenado por colaborar con ETA en el secuestro de Emiliano Revilla. Hoy ha vuelto a poner el listón alto, aunque en el intento se ha apuntado una larga lista de enemigos... y no sólo entre los que se sientan en el banquillo de los acusados.

Boye ha comenzado suave, alabando la labor de sus compañeros togados, del Tribunal... hasta que ha sacado la guadaña y ha empezado a repartir uno por uno, contra los 28 procesados que se sientan en el banquillo. Pocos han salido bien parados y, a la vista de las miradas que muchos de ellos le lanzaban mientras hablaba, más de uno le ha incluido ya en la lista negra... algo que le debería preocupar si se demuestran las acusaciones que les sitúan como integrantes de una célula integrista. Ya se sabe que Bin Laden y sus secuaces no olvidan.

Ha empezado con uno de los tres presuntos cerebros, Rabei Osman, El Egipcio, contra el que, dice, hay más pruebas -diecisiete, en concreto- que la célebre grabación mal traducida. Sus supuestos compañeros en la dirección del grupo, Youssef Belhadj y Hassan El Haski, tampoco han salido bien parados. Del segundo ha destacado, incluso, que su agenda electrónica, al iniciarse, daba el mensaje de bienvenida de “Asturias, patria querida”, en claro homenaje -en su opinión- al favor que les habían hecho el ex minero Trashorras y su banda facilitándolos barra libre de Goma 2.

Luego ha seguido con el segundo escalón, los Jamal Zougam, Abdelmajid Bouchar, Fouad El Morabit, Basel Ghalyoun, Mouhannad Almallah Dabas, Otman el Gnaoui y compañía, de los que ha dicho que no son peligrosos por separado, pero cuando se juntan “nos lían la que nos han liado”. Por ello, para todos ha tenido un recuerdo. Así, de Zougam -al que algunos de los abogados más cercanos a la teoría de la conspiración ya han retirado la acusación de autor material por falta de indicios- ha asegurado que en su contra hay “un saco de pruebas” y que si parece que hay confusión al haber sido reconocido por diversos testigos en varios trenes a la vez, ha sido fruto de su parecido físico con Bouchar, el Gamo de Leganés, y que en realidad los testigos confunden a ambos, pero que los dos estuvieron en los convoyes de la muerte.

Gonzalo Boyé es un tipo afable. Regordete y con un hoyuelo en la barbilla, su dulce acento chileno le ha convertido en uno de los abogados del juicio del 11-M más populares entre los periodistas que cubren las sesiones. Ejerce una de las acusaciones particulares -“la de Angélica María Jeria Cortes y su hijo menor de edad”, como ha repetido como una letanía el juez Javier Gómez Bermúdez cada vez que le daba la palabra- y ha terminado por demostrar que es de los letrados que mejor se ha preparado el juicio, superando aquellas suspicacias que recordaban al inicio de la vista que en su día fue condenado por colaborar con ETA en el secuestro de Emiliano Revilla. Hoy ha vuelto a poner el listón alto, aunque en el intento se ha apuntado una larga lista de enemigos... y no sólo entre los que se sientan en el banquillo de los acusados.