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Los guardias civiles no se percataron de que habían sido descubiertos: "Txakurras os vamos a matar"
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Los guardias civiles no se percataron de que habían sido descubiertos: "Txakurras os vamos a matar"

Es el misterio que tiene intrigados a los responsables de la lucha antiterrorista española y francesa: ¿Por qué los guardias civiles que el sábado por la

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Los guardias civiles no se percataron de que habían sido descubiertos: "Txakurras os vamos a matar"

Es el misterio que tiene intrigados a los responsables de la lucha antiterrorista española y francesa: ¿Por qué los guardias civiles que el sábado por la mañana tuvieron la mala suerte de cruzarse con un comando etarra en Capbreton no usaron sus teléfonos móviles para pedir ayuda? De acuerdo con fuentes de toda solvencia a las que ha tenido acceso este diario, “porque no se enteraron de que habían sido “mordidos” (descubiertos) por el comando hasta que no abandonaron la cafetería de Les Ecureuilles, donde habían entrado a desayunar”.

De acuerdo con las fuentes, la Unidad Central Especial 1 (UCE1) de la Guardia Civil, especializada en la lucha contra el terrorismo etarra, dispone de algo más de 300 agentes trabajando en la zona francesa de Las Landas, cuya labor consiste en hacer seguimiento de personas y vehículos sospechosos por las localidades de la zona, viviendo en apartamentos alquilados, sin tiempo libre y casi sin contacto con sus familias en España durante muchas semanas. Dentro de la UCE1 se encuentra el Grupo de Apoyo Operativo (GAO), que es donde estaban encuadrados los jóvenes guardias Raúl Centeno, 24 años, y Fernando Trapero, 23.

El drama añadido de Raúl y Fernando es que ni siquiera son operativos -es decir, su trabajo no consiste en hacer seguimientos-, sino técnicos, gente preparada, por ejemplo, para arreglar una cámara de vigilancia o instalar un baliza en un coche. Distribuidos por los pueblos de la zona, su trabajo incluía la localidad de Capbreton y, en particular, un centro comercial cuyo local emblemático es el supermercado Leclerc, lugares que suelen estar muy vigilados tanto por la gendarmería francesa como por la Guardia Civil, porque los etarras suelen aprovechar las aglomeraciones consiguientes para fijar en ellos sus citas o simplemente hacer sus compras.

¿Has visto hoy algo raro por aquí?

Eran las 9,15 de la mañana de un sábado cualquiera cuando Raúl y Fernando entraron en la cercana cafetería Les Ecureuilles para desayunar, como hacían a menudo. De acuerdo con las fuentes, se dirigen a la barra y empiezan a hablar en español con el camarero que les atiende, al que conocen de sobra, y con el que entablan una conversación banal que suele incluir frases al uso tal que “cómo va todo” y el tradicional “¿has visto hoy algo raro por aquí?”. Primer error: hablar en español. Porque no reparan que, en una mesa cercana, se encuentran sentados dos hombre y una mujer que, aunque no entienden la conversación completa, se sorprenden de oír hablar en español.

Obsesionados por la seguridad hasta la neurosis, a los etarras les alarma descubrir a dos hombres jóvenes charlando amistosamente con el camarero en español, y se alarman tanto que uno de ellos se acerca a la barra distraídamente y pone la oreja. Y lo que escucha parece confirmar sus sospechas. El etarra vuelve a la mesa, cuenta lo que ha oído y el comando concluye que los dos hombres apoyados en la barra son txakurras, apelativo que los terroristas utilizan para designar a los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.

En contra de la versión ofrecida por el Ministerio del Interior español, los etarras abandonan la cafetería antes que los miembros de la Guardia Civil. Lo sorprendente del caso es que no aprovechan para largarse, como habitualmente hubiera hecho cualquier etarra nada más olfatear el peligro de ser descubierto, sino que deciden esperar a que salgan los dos miembros de la Benemérita, quienes, por toda sospecha, se han limitado a preguntar al camarero –así lo ha manifestado el propio interesado- si conocía a los tres jóvenes que estaban sentados en la cercana mesa: “No, es la primera vez que vienen por aquí”.

Es el misterio que tiene intrigados a los responsables de la lucha antiterrorista española y francesa: ¿Por qué los guardias civiles que el sábado por la mañana tuvieron la mala suerte de cruzarse con un comando etarra en Capbreton no usaron sus teléfonos móviles para pedir ayuda? De acuerdo con fuentes de toda solvencia a las que ha tenido acceso este diario, “porque no se enteraron de que habían sido “mordidos” (descubiertos) por el comando hasta que no abandonaron la cafetería de Les Ecureuilles, donde habían entrado a desayunar”.