Puigdemont abre una crisis política en Bélgica
Sería difícil que los belgas entendieran que su gobierno colapse por un problema político extranjero. Y, sin embargo, la posibilidad está en el aire desde hace semanas
El Gobierno belga lleva más de un mes haciendo equilibrios. ¿El motivo? Cataluña. Si el Govern que lideraba Carles Puigdemont quería “internacionalizar” la cuestión catalana, lo ha logrado aunque quizás no cómo quería. En su búsqueda de apoyos, el expresidente ha desembargado en Bélgica con cinco consejeros fieles. Una presencia incómoda que ha abierto una crisis política en el país.
Parece como si Puigdemont se hubiera tomado como una invitación las declaraciones del secretario de Estado belga de Migración y Asilo, Theo Francken, que este domingo abrió la puerta a conceder refugio a los líderes independentistas. "No es algo irreal, bien mirado", dijo Francken a la cadena belga VTM. Insinuó también que el juicio al que se someta a Puigdemont en España podría no ser “justo”, lo que podría dar pie a concederle el asilo.
Las palabras del polémico secretario de Estado causaron el malestar del primer ministro belga, Charles Michel, quien le pidió que por favor dejara de “echar gasolina al fuego” y se apresuró a asegurar que conceder asilo no estaba en la agenda de su gobierno. No se esperaba Michel que se iba a encontrar hoy con Puigdemont y cinco de sus consejeros en territorio belga. Ni él, ni la gran mayoría del país.
Contener a los nacionalistas flamencos
Pensaba el primer ministro belga que con ser el primer líder europeo en criticar la actuación policial durante el referendo ilegal del 1-O sería suficiente para contentar al ala dura del N-VA, el partido nacionalista flamenco que es el principal socio de su Gobierno. O que bastaría con centrarse en pedir diálogo, pasando de puntillas sobre la defensa del orden constitucional español. Pero se equivocaba.
Michel es el líder del único partido francófono, el liberal Movimiento Reformador, que forma parte de la coalición gubernamental en la que el N-VA es el socio con más peso. Los conservadores flamencos, capitaneados por Bart De Wever, son el partido más votado en Bélgica y renunciaron a sus aspiraciones separatistas para sentarse en el Gobierno federal. Esta fórmula inaudita permitió llegar a un acuerdo gubernamental después de más de quinientos días de vacío de poder y ha sobrevivido tres años, pese al duro golpe que asestó el terrorismo al país y a las tensiones que creó la crisis de refugiados.
Sería difícil que los belgas entendieran que su gobierno colapse por un problema político extranjero. Y, sin embargo, la posibilidad está en el aire desde hace semanas. El ala dura del N-VA, que defiende la independencia de Flandes, se muestra partidaria de apoyar las aspiraciones separatistas impulsadas desde la Generalitat. Pero éstas no generan las mismas simpatías en el resto de partidos del Gobierno, que no tienen ningún incentivo para meterse en semejante problema diplomático por una causa que no es la suya.
Silencio frente a las críticas de la oposición
Durante la jornada del lunes, Michel ha guardado silencio. “Es urgente que Charles Michel dé explicaciones sobre la probable visita de la delegación de Puigdemont a Bruselas”, le ha reprochado el líder de la oposición y su predecesor en el cargo, Elio di Rupo. El socialista francófono cree que este episodio puede tener consecuencias para Bélgica en la arena internacional.
También ha pedido la comparecencia de Michel en el Parlamento la líder de la agrupación del CDH, Catherine Fonck. “Basta de complicidad con los políticos independentistas catalanes”, ha exigido Fonck, quien ha lamentado las consecuencias que esto puede tener para Bélgica a nivel europeo.
Desde la N-VA, los mensajes que llegan son escuetos y buscan desmarcarse de la visita catalana a Bélgica. El ministro de Interior y miembro del partido, Jan Jambon, ha dicho no estar al corriente de la presencia de Puigdemont, pero sí ha dicho que de estar en Bruselas “no es a invitación del N-VA”.
El Gobierno belga lleva más de un mes haciendo equilibrios. ¿El motivo? Cataluña. Si el Govern que lideraba Carles Puigdemont quería “internacionalizar” la cuestión catalana, lo ha logrado aunque quizás no cómo quería. En su búsqueda de apoyos, el expresidente ha desembargado en Bélgica con cinco consejeros fieles. Una presencia incómoda que ha abierto una crisis política en el país.
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