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Las defensas renuncian a enfrentarse con los guardias civiles tras 40 testimonios
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Las defensas renuncian a enfrentarse con los guardias civiles tras 40 testimonios

Después del enésimo "hijo de puta", el enésimo "votarem", la enésima descripción de la actuación de "la masa", acabaron por aceptar que es mejor ponerse de perfil

Foto: Imagen de algunos de los abogados de las defensas y algunos de los acusados del juicio del 'procés'. (EFE)
Imagen de algunos de los abogados de las defensas y algunos de los acusados del juicio del 'procés'. (EFE)

Llegó el día en que el testigo de la Guardia Civil número 40 declaró ante el tribunal del 'procés'. Después de oír decenas de veces declaraciones sobre el odio, después de escuchar el enésimo "hijo de puta", el enésimo "votarem", la enésima descripción de la actuación de "la masa", las defensas acabaron por aceptar, en la jornada de este jueves, que quizá les era más favorable para sus intereses ponerse de perfil.

Hasta el momento, los abogados de los 12 procesados parecían ignorar las máximas que suelen regir los interrogatorios a testigos hostiles. Nada más hostil que un guardia civil al que se cuestiona su percepción cuando cumplía con su obligación. Pero nada. Los letrados habían ido entrando al trapo con todos o la mayoría de los agentes que han circulado, olvidando esa norma no escrita que dice 'abogado, no preguntes al testigo si no conoces la respuesta'.

Foto: Imagen de archivo de la sala del Tribunal Supremo donde se celebra el juicio del 'procés'. (EFE)
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En la jornada 24 del juicio del 'procés', dio la sensación de que los letrados habían completado las famosas etapas del duelo. Dejaron atrás la negación, la ira, la negociación y la depresión para entrar finalmente en la aceptación. Al menos frente a los testigos. La paz con la que transcurrió la jornada se quebró justo al final. La excepción que confirmó la regla de este último día de la séptima semana fueron los abogados de Junqueras y de Sànchez, que obviaron el espíritu general de 'peace and love' que reinaba en sala para entrar en debate. Y fue con el tribunal.

Pelea de las defensas para desvincular a encapuchados del independentismo

La cosa empezó con el empeño de Andreu Van den Eynde de demostrar que una pintada realizada por dos encapuchados no tendría por qué estar vinculada con el independentismo. Preguntó al testigo por los enmascarados que pintaban con espray de pintura negra 'Votarem'. "¿Quién decidió conectar ese hecho con un atestado sobre la violencia en Cataluña?", comenzó, y siguió: "¿Alguien tiene algún dato de por qué esas personas pueden ser afines a la ideología independentista?". Manuel Marchena le detuvo para reclamar que se ahorrara preguntas sobre la ideología "del señor que estaba haciendo una pintada" por carecer de interés probatorio.

Pese a este primer aviso, la situación se repitió calcada, pero con un plus de vehemencia, con Jordi Pina. En lugar del de la pintada, el encapuchado al que quitar la capucha para demostrar que no era 'indepe' era ahora uno que arrojó un objeto incendiario en el cuartel de Igualada. "¿Cuál es el elemento que le permite a usted inferir que esto tenga que ver con el 'procés' o con la independencia?", preguntó el letrado. Marchena le detuvo volviendo a explicar que la visión del agente sobre el asunto "no vincula al tribunal" ni "absolutamente a nadie". Pero Pina volvió a la carga en una repregunta que llevaba el mismo sentido. "¿El artefacto este incendiario tenía algún elemento que permitiera identificar quién lo había lanzado...?". La presidencia le pidió menos cachondeo y más seriedad.

Al margen de estos baches, mínimos en comparación con otros de días anteriores, la sesión transcurrió entre lo previsible y lo esperable. Hubo nuevas pinceladas en el relato de violencia que los miembros del Instituto Armado han ido coloreando a lo largo de los últimos días. Formas más refinadas de acoso. Tres de los testigos relataron cómo los siguieron por la calle y les hicieron fotos que luego aparecieron colgadas en redes sociales. Con un círculo rojo. La marca del enemigo. "Estos animales no los quiero en mi país". En el episodio, el primero en el que la palabra 'odio' pasa de ser una declaración en boca de un agente a convertirse en un delito en toda regla, participó una 'mossa' a la que la Fiscalía trató de acorralar con poca suerte y que no se atrevió ni a identificar su destino actual por temor a una imputación.

También se vieron los escraches en cuarteles que no eran solo eso sino también casas. Los fiscales preguntaron una y otra vez por la repercusión en las familias. Salieron los 'bombers', los tractores y las manifestaciones de estudiantes. El escrache en sentido amplio. Uno de los testigos explicó que los chicos de instituto que se manifestaban frente a las dependencias de la Guardia Civil compartían clase con otros que vivían en el interior. Mientras, las defensas, de perfil. "¿Vio cómo en la protesta se hacía un 'casteller'?", preguntó Marina Roig. Lección aprendida del refranero español, tras ver pasar a 40 guardias civiles: quien muchas piedras mueve, en alguna se hiere.

Llegó el día en que el testigo de la Guardia Civil número 40 declaró ante el tribunal del 'procés'. Después de oír decenas de veces declaraciones sobre el odio, después de escuchar el enésimo "hijo de puta", el enésimo "votarem", la enésima descripción de la actuación de "la masa", las defensas acabaron por aceptar, en la jornada de este jueves, que quizá les era más favorable para sus intereses ponerse de perfil.

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