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El físico español que analiza con gráficos su vida: "Llevo 16 años buscando la felicidad"
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EL DIARIO DE A. CENCERRADO

El físico español que analiza con gráficos su vida: "Llevo 16 años buscando la felicidad"

Cuando tenía 18 años, el albaceteño Alejandro Cencerrado decidió apuntar cada día lo feliz que era: 16 años después, sigue sin ser feliz, pero ha aprendido unas cuantas cosas

Foto: El analista del Happiness Research Institute, en Matadero Madrid. (Héctor G. Barnés)
El analista del Happiness Research Institute, en Matadero Madrid. (Héctor G. Barnés)

Hace 16 años y medio, Alejandro Cencerrado Rubio tuvo una conversación con uno de sus compañeros en el instituto de Albacete donde estudiaba que le cambiaría la vida. “¿Tú qué preferirías, llevar una vida eterna pero mediocre, o una vida corta pero feliz?”. Cencerrado lo tenía claro. Quería ser feliz, así que diseñó una ingeniosa estrategia para conseguirlo. Cada día, apuntaría en los calendarios que la Caja de Castilla-La Mancha regalaba a sus padres lo feliz que había sido ese día. Si la nota era alta, no tenía más que repetir lo que había hecho. Si era baja, cambiaría de estrategia.

“Era una época en la que, como todos los adolescentes, estaba atormentado, tenía problemas de autoestima, mis padres discutían mucho y pensé ‘si lo tenemos todo para ser felices, ¿por qué no lo somos?”, explica. No ha faltado ni un día a su rutina diaria, en la que ha reflejado su paso por la Universidad Complutense para estudiar Física, su migración a Dinamarca hace nueve años, su fichaje como 'senior data analyst' en el Happiness Research Institute de Copenhague, donde le contrataron interesados por su diario, y ahora su paternidad y retorno a Madrid, donde trabaja en un libro que se publicará el año que viene.

placeholder El modesto diario de 2009. (Foto cedida por Alejandro Cencerrado)
El modesto diario de 2009. (Foto cedida por Alejandro Cencerrado)

“Aún no he conseguido ser feliz”, reconoce mientras nos tomamos un café en su nuevo barrio, cerca de Madrid Río. “Pero he aprendido muchas cosas”. Aunque al principio consistía únicamente en colocar una nota numérica, poco a poco se ha ido complicando. “Cada noche, en una nota del móvil, pongo un número. La fecha y un número del cero al 10, donde cero es no haber sido nada feliz, 10 haber sido muy feliz y el cinco es lo normal. La mayoría de mis días son un cinco”. Como buen matemático, añade un margen de error. Un 5+1 es un día casi tan bueno como un día de seis.

El físico es riguroso y metódico. Por ejemplo, no deja que lo último que ha ocurrido durante la jornada condicione el resultado. La gran pregunta que se hace cada noche es “¿me gustaría que el día de hoy se repitiese mañana?”. Si la respuesta es sí, la nota es más de cinco; si no, menos. A continuación, escribe una pequeña entrada de diario en la que describe lo que hizo, con quién estuvo y sobre todo lo que sintió. Un psicólogo le animó a ello hace casi una década y, como explica, es una de las claves de su trabajo. "Me ha permitido algo muy importante: desarrollar mi lenguaje sobre emociones. Al principio, todo era ‘me he rayado’, ‘me he aburrido’, ‘he estado a gusto".

A ese texto diario, Cencerrado le aplica un algoritmo que asimila términos parecidos, para poder encontrar pautas. Por ejemplo, 'amor' y 'cariño' se fusionan. Esta estrategia le sirve para tener una base de datos que le permite descubrir en qué momento se repiten determinados conceptos (amor, estrés) o nombres de personas. Un proceso que saca a la luz el código oculto de su subconsciente.

Con esa base de datos, Cencerrado crea gráficos e intenta explicarse qué ha pasado. Por ejemplo, el otro día publicó en sus redes sociales un cuadrante en el que mostraba que el dinero no da la felicidad. O por decirlo de manera más banal, que aquellos días en que se había gastado más en ocio no habían sido necesariamente los más felices (es probable, de hecho, que sea al revés, y que la infelicidad nos lleve a gastar más).

"Ha sido mi año más infeliz desde que lo mido"

“Me descargué los datos de mi cuenta bancaria y abrí varias columnas: ocio (restaurantes, cine), viajes, supermercados o alquiler (irme a pisos que costaban mucho más no afectaba a mi felicidad en nada)”, explica. “Tú piensas que si vas con tus amigos a un restaurante vas a estar mucho mejor, porque una parte de la satisfacción de tu sueldo es esa, pero no es así”. En el cuadrante hay dos momentos que destacan: junio de 2016, el mes en que 135 euros le hicieron el hombre más feliz, y este julio de 2021, en el que se gastó 1.160 euros y fue infeliz. Empecemos por ahí.

Aprendizaje 1: hay tantos días malos como buenos

“Este ha sido el año más infeliz de los últimos 16 y medio”, confiesa. “He analizado las razones, y tengo la impresión de que es una mezcla. He tenido un hijo, lo que nos ha hecho perder mucho ocio, y eso me ha hecho entender lo importante que era en mi vida”. Por supuesto, la pandemia también ha tenido su influencia, y aunque acaba de aterrizar en Madrid tras casi una década fuera, los últimos meses en Dinamarca han sido duros. “No ir a la oficina me ha afectado mucho: tener una rutina y estar con los compañeros era algo que cuando todos trabajábamos no nos gustaba nada, pero ahora lo echo un montón en falta”.

Pocas personas estarían dispuestas a afirmar que tener un hijo no les ha hecho felices, pero el físico no tiene problema en admitirlo. “En nuestra cultura hay muchos temas tabú, y decir que tu hijo te hace infeliz lo es”, explica. “Lo interesante de escribir un diario es que no lo juzgas, lo ves y ya está”. 2018 fue, por el contrario, su año más feliz. Había empezado a trabajar en el ‘think tank’ y acababa de conocer a su pareja.

placeholder ¿Somos más felices de jóvenes o de viejos? (Héctor G. Barnés)
¿Somos más felices de jóvenes o de viejos? (Héctor G. Barnés)

Cuando comenzó a tomar nota de sus niveles de felicidad, su principal objetivo era alcanzar un pleno de 365 días felices. Como cualquier adolescente, partía de la idea inocente de que, a través del perfeccionamiento, uno podía vivir una vida plena en la que no hubiera cabida para los días malos. La experiencia le ha demostrado, no obstante, que “los días buenos y malos tienen un balance alucinantemente justo, como si estuviese hecho aposta”.

“Otra cosa es la satisfacción”, concluye. “Puedes haber tenido un año de mierda pero haber sacado adelante un proyecto, haber estado estresado pero estar orgulloso de tu trabajo… o tener un hijo. Y lo volverías a tener. ¿Es eso felicidad?”.

Aprendizaje 2: repetir no basta

El Álex adolescente se dio cuenta de que su plan tenía una gran laguna. Paradójicamente, repetir aquello que nos gusta no nos hace felices. Al revés, nos acostumbramos muy rápido.

"A veces hay que prescindir de las cosas que nos hacen felices para ser felices"

“Repetir las cosas que te hacen feliz no te hace feliz. Históricamente ya nos hemos dado cuenta: la vida que tenemos es con la que soñaron nuestros abuelos, pero no somos más felices: la ansiedad y la depresión han aumentado, hay más problemas alimenticios, etc. Una de las razones es la adaptación. Tener más de algo no te hace más feliz”. Es lo que en economía se conoce como ley de los rendimientos decrecientes, es decir, cada vez hay que invertir más para obtener una productividad menor.

“Pero cuando tomamos decisiones, no nos damos cuenta de eso”, añade. Es decir, perseguimos más de lo mismo sin darnos cuenta de que deberíamos buscar algo diferente. Por ejemplo, “vivía en un país del norte donde no había sol y pensaba que mudándome a un país con sol iba a ser más feliz, y luego te mudas y no es así, pero es la manera que nuestro cerebro tiene de apuntarnos hacia aquello que nos viene bien”.

Aprendizaje 3: somos felices por contraste

¿Hay algo parecido al inigualable placer de quedarse en casa calentito cuando hace frío y hay algo más aburrido que quedarse en casa en un esplendoroso día primaveral? Somos seres permanentemente insatisfechos, explica Cencerrado, y por eso somos felices “por contraste”. “Los fines de semana más relajantes vienen después de las semanas más estresantes, pero si has pasado 30 días tirado en el sofá, el día 31 no te vas a sentir mejor”, explica. “En un día de calor, lo que más placer te da es el agua fría, en un día de frío, lo que más placer te da es estar en casa”.

Foto: Foto: Reuters.

Es una lección paradójica que ha extraído de sus análisis como consultor: “A veces hay que prescindir de las cosas que nos hacen felices para ser felices”. Durante el último año y medio, en la mayoría de entrevistas que ha realizado, la mayoría de consultados hablan de la importancia de socializar, y sueñan con lo felices que van a ser cuando todo vuelva a la normalidad. “Yo les digo que sí, que vamos a ser felices por contraste durante un tiempo, pero ya has visto lo que ha pasado: ha vuelto la normalidad y ya estamos preocupados por otras cosas”.

Es la razón de que el ‘mindfulness’ o los ‘coach’ fracasen para tantas personas, considera Cencerrado, a quien la meditación no le ha servido demasiado. Porque funcionan durante cinco días, los que dura la novedad, pero rápidamente pierden su poder estimulador, y necesitamos encontrar algo nuevo.

Aprendizaje 4: somos malos recordando si fuimos felices

Tendemos a pensar que sabemos exactamente cuándo y por qué fuimos felices, y cuándo y por qué razones no lo fuimos en un momento determinado. Sin embargo, explica Cencerrado, si hay algo para lo que sirve tener un diario es para darse cuenta de lo traicionera que es la memoria cuando se trata de recordar la felicidad.

“Somos muy malos recordando si fuimos felices”, explica. Utiliza el ejemplo de un viaje a Indonesia, al que siempre volvía mentalmente cuando se sentía abrumado. Las playas, los amigos, los paisajes… Hasta que un buen día decidió echar un vistazo a las calificaciones de su diario. “No es así, hay un montón de cuatros. Los mosquitos, el calor, los viajes interminables en autobús… Son cosas que la memoria elimina. Los estudios demuestran que tendemos a recordar dos cosas, la parte más emotiva, el pico de mayor intensidad de algún periodo, y la última parte. El resto lo olvidamos”.

Lo cual puede producir el efecto opuesto, es decir, que recordemos mal algo que no fue tan terrible. El ejemplo paradigmático son las relaciones amorosas. “Tenemos un recuerdo de nuestros ex peor de lo que fue, ya que recordamos el final, que suele ser malo. Creo que es un mecanismo inteligente del cerebro, porque así te olvidas de ellos más fácilmente”.

Aprendizaje 5: el amor nos hace más felices (e infelices)

En el análisis de sus datos, Cencerrado ha encontrado otra constante. Los nombres de sus seres queridos aparecen con más frecuencia en los momentos más felices de su vida, pero también los más tristes. “Cuando analicé en qué años escribía más ‘amor’, eran justo los mismos en los que había escrito con más frecuencia ‘enfado’, ‘cabreo’, ‘culpa’ o ‘me siento juzgado’: las relaciones más cercanas son las que más problemas nos generan”, explica.

"Pensamos que en otro lugar y época estaríamos mejor, pero no es verdad"

Una de las constantes que ha encontrado en todas sus investigaciones es que las relaciones sociales son el factor más determinante en la felicidad de manera positiva, y la soledad, de forma negativa. Paradójicamente, añade, a medida que aumentamos nuestras relaciones, es también más probable que nuestros problemas sean más intensos. Una pescadilla que se muerde la cola.

Aprendizaje 6: pensamos que fuimos más felices (y no)

Uno de los sesgos en los que caemos con mayor frecuencia es el que asegura que antes éramos más felices. Un 'antes' que, en muchas ocasiones, coincide con la infancia, la adolescencia, la juventud o los regímenes políticos caducos. Sin embargo, los datos, el menos en el caso de Cencerrado, no parecen confirmarlo. Tanto entonces como ahora, las calificaciones están equilibradas, pero idealizamos el pasado.

“Eso es muy negativo, porque genera un hábito que nos lleva a pensar que en otra época y en otro lugar estarías mejor, y no es verdad”, desarrolla. “Lo que recuerdas no fue tan bueno como piensas: si hoy estás frustrado por algo, cuando piensas en el pasado en lo único que te centras es en que entonces no tenías ese problema que tienes hoy, y por lo tanto piensas que eras más feliz. Comparamos nuestra vida con la de antes, pero antes teníamos problemas que hoy ya no tenemos”. Señala al café para ejemplificarlo: “De joven me sentía culpable hasta por pedirme un café, pero ahora no me pasa. Nos olvidamos de esa clase de cosas”.

Aprendizaje 7: olvídate de la productividad

Cencerrado ha tenido cuatro trabajos, de los cuales tres han sido muy felices (incluido el actual) y otro no tanto. Ha llegado a la conclusión de que lo que necesitamos en el trabajo es algo muy parecido a lo que necesitamos en nuestras relaciones personales o amorosas. “Sentirnos valorados más allá de lo que somos capaces de producir”. No nos parecería normal pensar que si nuestra pareja encuentra a alguien más guapo o más divertido nos va a dejar, pero sí pensamos que si aparece alguien que cobra menos y produce más nos va a quitar el trabajo. No debería ser así.

placeholder Cencerrado ha pasado nueve años viviendo en Copenhague. (Héctor G. Barnés)
Cencerrado ha pasado nueve años viviendo en Copenhague. (Héctor G. Barnés)

“Mi diario está lleno de páginas en las que escribo ‘me siento infeliz porque me parece que solo valgo si produzco”, explica. Hay dos formas de sentirse valorado. Una más básica, en la que uno cree que lo que hace está bien. “Como ocurre con los científicos, que tienen malas condiciones y cobran mal, pero creen en su trabajo”. Y otra más profunda, que es que aunque el trabajo en sí podría ser eliminado y nadie lo echaría de menos, la sensación de estar ayudando a alguien (a los compañeros, al equipo, a los jefes) te hace feliz.

Es común que en el trabajo busquemos la felicidad donde no lo está. Por ejemplo, a partir de cierta cantidad (alrededor de 4.000 euros, no está mal), una subida de sueldo no cambia demasiado las cosas. “Tendemos a infravalorar lo importante, que son nuestras relaciones personales. Por ejemplo, no existe la costumbre de conocer al equipo con el que vas a trabajar antes de empezar, y es más clave para nuestro bienestar que otras cosas que nos preocupan”.

Aprendizaje 8: ¿Dinamarca o España?

El físico tiene aún un montón de cajas por abrir tras su llegada a Madrid. Bajo el amable sol de septiembre, enumera el complicado carácter de los daneses, el frío y la oscuridad, etc. y deja entrever que no fue muy feliz en Dinamarca. Pero su diario no dice eso. “Si no tuviese un diario, te diría que fui infeliz, pero gracias a que lo tengo, me doy cuenta de que no, que lo digo porque es lo último que viví”.

"Es importante saber que, por mal que estés, vas a volver a ser feliz"

A la larga, su nivel de felicidad ha sido parecido aquí y allí. “El comienzo fue complicado, me sentí muy solo durante cuatro o cinco meses porque es difícil hacer amigos, pero de repente me adapté, conseguí un trabajo, llegó el verano y mi felicidad subió como un cohete”, explica.

Revisando sus notas, sus veranos daneses fueron más felices que los españoles, aunque salía e iba mucho más a la playa en España. Otra vez más, la felicidad por comparación. No hay nada como un rayo de sol tras meses de oscuridad. Así que, paradójicamente, es posible que vivir el año entero en el sol californiano no termine proporcionando ningún plus de satisfacción. “Daniel Kahneman preguntó en distintos estados de EEUU cómo de felices eran y cómo de felices pensaban que eran en otros lugares”, explica. “En los estados más oscuros y fríos del norte pensaban que en California eran mucho más felices, pero luego era justo al revés. Así que concluyó que ‘nada es tan malo o tan bueno como lo piensas cuando te centras en lo malo o bueno que es’. Cuando piensas en el sol, crees que te va a hacer muy feliz, pero cuando lo tienes, no es para tanto”.

Aprendizaje 9: los cambios estresan

Gran parte de los baches de felicidad experimentados por el físico aparecen en momentos de crisis. “En periodos de cambio, sobre todo cuando perdemos a un ser querido o nos vamos a otro país, es bueno saber que vas a estar un tiempo mal, pero que vas a poder ser tan feliz como antes, aunque en ese momento no lo parezca”, explica. Otra posibilidad es la opuesta, que la monotonía sea inaguantable. “Es muy habitual que en una relación de pareja a los cuatro o cinco años llegue la rutina, te empieces a comparar con los demás, a pensar en lo bien que estabas de soltero… Pero quizá tenemos que intentar ser menos dependientes de nuestras emociones, y pensar que hay cosas más importantes, como la confianza, la unión o la complicidad, y quizás es algo que hemos perdido en nuestra sociedad”. Lo cual nos lleva a la última cuestión, a la pregunta del millón de dólares:

¿Es de verdad tan importante la felicidad?

“Yo sigo pensando que es importante, si no, no haría todo esto”, responde Cencerrado cuando se le plantea la pregunta. “Pero hay momentos en la vida en que te das cuenta de que no fuiste feliz pero da igual, que la vida es otra cosa”. Y vuelve al inicio de la conversación. “Mi hijo es un buen ejemplo. Yo no soy feliz desde que nació, pero lo volvería a tener. Lo quiero. Eso nos pasa con toda la gente que queremos. Nos generan problemas, pero la vida es eso. Como sociedad, debemos intentar conseguir bienestar para la mayor gente posible, pero sin obsesionarnos. El malestar es necesario, y las relaciones que más nos afectan y más nos han llenado son las que más tristeza nos dejan. No quiero una vida donde todos tengamos una felicidad falsa”.

Hace 16 años y medio, Alejandro Cencerrado Rubio tuvo una conversación con uno de sus compañeros en el instituto de Albacete donde estudiaba que le cambiaría la vida. “¿Tú qué preferirías, llevar una vida eterna pero mediocre, o una vida corta pero feliz?”. Cencerrado lo tenía claro. Quería ser feliz, así que diseñó una ingeniosa estrategia para conseguirlo. Cada día, apuntaría en los calendarios que la Caja de Castilla-La Mancha regalaba a sus padres lo feliz que había sido ese día. Si la nota era alta, no tenía más que repetir lo que había hecho. Si era baja, cambiaría de estrategia.

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