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Las manifestaciones antimedidas estallan en Europa pero no en España: ¿por qué?
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MUCHO RUIDO, POCA CALLE

Las manifestaciones antimedidas estallan en Europa pero no en España: ¿por qué?

Aunque el cansancio aumente, en España no se están viviendo oleadas de protestas como en el resto de Europa. Hay razones culturales y políticas que lo explican

Foto: Protesta contra el pasaporte covid en San Sebastián. (EFE/Gorka Estrada)
Protesta contra el pasaporte covid en San Sebastián. (EFE/Gorka Estrada)

Suena a chiste, pero no lo es. El pasado domingo 26 de diciembre, alrededor de 5.000 belgas circularon por Bruselas para protestar contra el cierre de la cultura. En concreto, de cines, teatros y salas de espectáculos. Es la última de las grandes manifestaciones que se han producido en las últimas semanas contra las medidas impuestas por el Gobierno de Bélgica. El fin de semana del 21 de noviembre la policía ya había sacado cañones de agua y gases lacrimógenos para dispersar a los 35.000 manifestantes.

Estas manifestaciones también se han producido en otros países del centro y el norte de Europa. La concentración que tuvo lugar en Róterdam terminó con altercados, heridos y varias decenas de detenidos. Otras ciudades donde se han producido manifestaciones semejantes son Viena (Austria), Copenhague (Dinamarca) o Zagreb (Croacia). Los austriacos se echaron a la calle ante el nuevo confinamiento decretado por el Gobierno a mediados de noviembre, que también hacía obligatoria la vacunación a partir del próximo año. Aunque llevan produciéndose manifestaciones antivacunas o en contra del pasaporte covid durante todo el otoño, estas se centran en protestar contra medidas que se perciben como desproporcionadas o inútiles.

En un país donde no hay apenas antivacunas, nadie quiere ser confundido con uno

En España, no ha habido ni cierre de teatros y cines ni un nuevo confinamiento, pero el cansancio empieza a hacer mella y aumenta la incomprensión ante medidas como la obligatoriedad de llevar mascarilla en espacios abiertos o, desde este miércoles, la reducción de aforos en eventos deportivos. Como explicaba el politólogo Pablo Simón a El Confidencial la pasada semana, “los ciudadanos reclaman medidas eficaces, previsibles y comprensibles”. Si no son así, añadía, se seguirán cada vez menos.

Sin embargo, no ha habido ninguna manifestación en contra de las restricciones en nuestro país durante los últimos meses, ni parece que las vaya a haber. Quedan ya lejos los disturbios del año pasado ante la implantación del primer toque de queda, que no se han repetido cuando esta medida se ha vuelto a implantar en Cataluña. Sí las ha habido respecto a la obligatoriedad del pasaporte covid, como ocurrió en Valencia el sábado 11 de diciembre, en una manifestación en la que se escucharon lemas como “no es una vacuna, es un experimento”, “no a la dictadura política, social y sanitaria” o “vacuna mata”.

Esa quizá sea una buena razón por la que no ha habido manifestaciones: porque en uno de los países con una tasa de antivacunas más baja, nadie quiere ser confundido con uno, que son quienes se han movilizado de manera más activa.

placeholder Manifestación en Valencia en contra del pasaporte covid y de la vacunación infantil. (Foto: EFE/Kai Försterling)
Manifestación en Valencia en contra del pasaporte covid y de la vacunación infantil. (Foto: EFE/Kai Försterling)

Otra buena razón es que, a pesar del cansancio y el ruido en redes, España sigue siendo un país donde un amplio porcentaje de la población reclama más medidas restrictivas. Según el CIS de octubre, el mes en que la preocupación por el covid tocó fondo, solo un 20,2% consideraba que habría que tomar medidas más contundentes, pero ese porcentaje aumentó al 46,2% en la encuesta de diciembre. Por otro lado, hay un 14,6% que considera que se deben ir relajando las medidas, lo que muestra la brecha entre unos y otros.

Como sugiere Javier Lorente, politólogo de la Universidad Rey Juan Carlos, es algo relacionado íntimamente con la cultura política española. Es decir, “con nuestras actitudes hacia la política y la democracia”. “Aquí yo diría que hay legados autoritarios relevantes: los españoles tienden a valorar menos libertades que son básicas e irrenunciables en países de tradición liberal”, explica el profesor. “A cambio, valoramos la seguridad en mayor medida”.

Un país solidario y gregario

Es una de las razones por las que España ha sido uno de los países donde más y mejor se han cumplido tanto las restricciones en las primeras olas como la vacunación durante 2021. Algo que tal vez se encuentre alineado con ser uno de los países con mejor consideración de sus profesionales sanitarios o con un mayor nivel de donantes de órganos. “Solidaridad y gregarismo”, como explica Daniel Valdivia, sociólogo, politólogo y autor de 'La identidad nacional española en Andalucía'.

"La vacuna ha escapado de la polarización de partidos y líderes mediáticos"

“El cumplimiento de las medidas se antoja como una muestra de responsabilidad y compromiso con la gente”, explica. “A nivel micro, este cumplimiento se puede relacionar con la de los hijos hacia los padres, nietos hacia abuelos…”. Una solidaridad intergeneracional que se explica por la importancia de la familia en nuestro país, activa desde el primer momento y que dificulta manifestarse abiertamente en contra de las medidas. Según el CIS de junio, más de la mitad de los españoles (un 50,3%) consideraba que nos habíamos vuelto más solidarios gracias a la pandemia. Además, España ha sido el segundo país con más vacunados de toda Europa.

“La vacuna ha escapado de la polarización, no solo de los partidos, sino también entre los líderes mediáticos de las redes sociales y plataformas como Twitch”, añade Valdivia. Esa es otra de las grandes diferencias respecto a los países europeos, donde la identificación entre antivacunas, antipasaporte covid y anti-restricciones se ha producido alrededor de discursos políticos muy determinados. “Al no haber polarización, no se han producido ni las grandes masas de gente no vacunada ni las manifestaciones populares, muchas veces azuzadas desde la extrema derecha”.

placeholder Manifestación en Costa Rica. (Foto:EFE/Jeffrey Arguedas)
Manifestación en Costa Rica. (Foto:EFE/Jeffrey Arguedas)

Es lo que ha ocurrido en países como Italia, donde la extrema derecha ha financiado los movimientos antivacunas, u otros europeos como Alemania. También en Australia, Nueva Zelanda, Canadá o Estados Unidos, donde el supremacismo blanco se ha opuesto a los gobiernos desde posiciones antivacunas. En España, manifestaciones como la de Valencia también han contado con la participación de grupos como España 2000 o Democracia Nacional.

La identificación de las manifestaciones con los movimientos antivacunas o negacionistas en un país muy poco antivacunas y negacionista, pero muy solidario y gregario, resulta disuasoria a la hora de plantearse dar un paso más. Además, como añade Valdivia, hay una elevada percepción del autorriesgo y unanimidad en los medios de comunicación: “El estado de alerta continuo —navidades mortales, vuelta al cole— hace que las medidas sean consideradas como necesarias y no como desproporcionadas”.

No es libertad, es seguridad

Otro de los motivos para entender por qué no ha habido respuesta es que, por lo general, las medidas han sido bastante transversales, con contadas salvedades, como las manifestaciones en el barrio de Salamanca durante la primavera de 2020, sobre las cuales la presidenta Isabel Díaz Ayuso dijo que “esperen que la gente salga a la calle porque lo de Núñez de Balboa les va a parecer una broma”. Algo que nunca llegó a cuajar.

"La preocupación por la seguridad entre los mayores explica el apoyo a las medidas"

Tanto presidentes de comunidades socialistas como populares han defendido medidas duras en toda España, lo que ha impedido que haya una identificación clara con ningún partido. “Yo diría que en España somos muy dependientes —tal vez más que en otros lugares, aunque es una hipótesis— de las redes de movilización”, recuerda Lorente. “Como no tenemos mucho asociacionismo, somos muy dependientes de partidos y sindicatos para participar en manifestaciones”. Sin embargo, ni los partidos políticos (y mucho menos aún los sindicatos) se han decidido a mover ficha en ese sentido.

“Si las organizaciones políticas no quieren arriesgar su discurso por si las cosas van en dirección contraria a la que proponen (abrimos todo, miles de muertos; cerramos todo, pasa la ola sin pena ni gloria), tienen pocos incentivos para convocar grandes protestas”, prosigue el profesor. “Y sin esas convocatorias es mucho más difícil que sean exitosas”. El discurso de 'libertad' de Ayuso, por ejemplo, no se trasladó a las calles sino a la movilización en las urnas.

placeholder Vecinos de la calle Núñez de Balboa de Madrid, en una de las caceroladas de mayo de 2020. (Foto: EFE/Fernando Villar)
Vecinos de la calle Núñez de Balboa de Madrid, en una de las caceroladas de mayo de 2020. (Foto: EFE/Fernando Villar)

Hay, también, una brecha de edad que explica la aceptación de medidas como la imposición de las mascarillas en la calle o que ningún partido haya adoptado una posición abiertamente en contra. Según el CIS de julio, por ejemplo, más de la mitad de los españoles consideraba que los jóvenes habían tomado menos medidas de precaución. Lo que nos devuelve una vez más a la cultura política española y el interés por la seguridad: “Eso explica el importante apoyo que aún tienen las restricciones, sobre todo entre las personas más mayores (55 en adelante)”, recuerda Lorente. “No solo por una cuestión de percepción de riesgo personal, que es otro indicador relevante, sino por una cuestión de valores: más vale prevenir que curar”.

La gran paradoja es que “el partido que podría movilizar esas cuestiones (Vox y, bueno, alguna líder regional del PP) tiene un electorado más bien mayor con valores mucho más próximos a la seguridad que la libertad (por mucha libertad que invoquen)”. Así que el cansancio y el enfado apenas se sustancian en algún cambio de porcentaje en las encuestas de opinión pública y mucho ruido en Twitter, y no parece que la situación vaya a cambiar.

Suena a chiste, pero no lo es. El pasado domingo 26 de diciembre, alrededor de 5.000 belgas circularon por Bruselas para protestar contra el cierre de la cultura. En concreto, de cines, teatros y salas de espectáculos. Es la última de las grandes manifestaciones que se han producido en las últimas semanas contra las medidas impuestas por el Gobierno de Bélgica. El fin de semana del 21 de noviembre la policía ya había sacado cañones de agua y gases lacrimógenos para dispersar a los 35.000 manifestantes.

Manifestación Barómetro del CIS Vacunación
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