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El asesino de Miguel Ángel Blanco, en prisión: "Si quieres revolución, debes pagar la factura"
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25 años del asesinato que cambió España

El asesino de Miguel Ángel Blanco, en prisión: "Si quieres revolución, debes pagar la factura"

El Confidencial accede a las reflexiones de Txapote y su pareja, Irantzu Gallastegui, también condenada por matar al concejal del PP: "Nosotros ya no sentimos a Sortu. Euskal Herria necesita la antigua generación"

Foto: El exdirigente de ETA Txapote, durante un juicio en la Audiencia Nacional. (EFE/Pool/Juan M. Espinosa)
El exdirigente de ETA Txapote, durante un juicio en la Audiencia Nacional. (EFE/Pool/Juan M. Espinosa)
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Javier García Gaztelu, alias ‘Txapote’, fue el etarra que disparó en la cabeza a Miguel Ángel Blanco. ETA asesinó al joven concejal de Ermua tras un secuestro de 48 horas seguido minuto a minuto por una España estremecida. Han pasado 25 años del verano en el que las calles se abarrotaron de manos blancas. La sociedad española y la vasca dijeron ‘basta’ y el miedo cambió de bando por primera vez. Miguel Ángel Blanco es el símbolo y el punto de inflexión, un antes y un después entre más de 800 vidas sesgadas por la barbarie terrorista. Txapote acumula dos décadas en prisión, pero su discurso no se ha movido ni un milímetro de aquel 12 de julio de 1997 cuando apretó el gatillo: “Es que si quieres una revolución, te tienes que mojar y pagar la factura. Vamos, que esa es la lección que yo he sacado”.

El Confidencial ha tenido acceso a conversaciones de Txapote en prisión con su pareja, Irantzu Gallastegui Sodupe, también condenada por estos hechos. Acreditan un discurso anclado en las posiciones más irredentas del colectivo de presos de ETA. Sus reflexiones suenan a derrota y rencor un cuarto de siglo después. Mantienen su rechazo a acogerse a beneficios penitenciarios como llevan años haciendo sus compañeros. Reniegan de Sortu, el partido que tomó el relevo de la vieja Batasuna bajo el liderazgo de Arnaldo Otegi para volver a las instituciones. Desconfían de las nuevas generaciones de la izquierda 'abertzale'. Abogan por sumar fuerzas con el independentismo en Cataluña porque el enemigo es el Estado. “Y en Euskal Herria, ¿qué? El panorama está negro, ¿no?”, asume Txapote en conversación con una de sus visitas en la cárcel.

Txapote y Gallastegui fueron trasladados en abril a la cárcel de Estremera desde Andalucía. Tienen dos hijos en común, nacidos en prisión

García Gaztelu y Gallastegui Sodupe recibieron en la prisión de Huelva la visita de su excompañero José María Beristain Urbieta, ‘Moxkor’, uno de los muchos etarras que se beneficiaron en 2013 de la derogación de la doctrina Parot y salieron en libertad en cuestión de semanas. Txapote manifestó a este contacto en 2019 qué es lo que a su juicio le hace falta a la causa independentista en el País Vasco: “Lo que hace falta no es el discurso, sino la actitud”. La charla abordó la existencia de grupos disidentes dentro del mundo proetarra que han tomado fuerza en los últimos tiempos. El mes pasado, el casco viejo de San Sebastián, que tantas veces sirvió de campo de batalla entre la policía y los proetarras, fue escenario de un enfrentamiento violento entre la izquierda 'abertzale' tradicional y este sector más beligerante, que critica el oficialismo de EH Bildu y Sortu.

Foto: Sare y Etxerat dicen que la hoja de ruta de los presos de ETA está marcada. (EFE)

La situación de enconamiento y las luchas por ocupar espacios públicos amenazan con propagarse en las fiestas patronales de este verano. Este sector disidente ha ido evolucionando desde 2009, cuando empezaron los debates internos sobre la continuidad de los atentados por parte de una ETA exhausta tras sucesivos golpes policiales. En la actualidad, el ala dura no aboga por un regreso de las armas, pero sí reivindica un discurso de máximos que no renuncie, por ejemplo, a exigir la amnistía general para todos los presos en lugar de conformarse con buscar beneficios en la legislación penitenciaria. “Mira, nosotros ya no sentimos a Sortu. Euskal Herria necesita la antigua generación, eso es lo que hace falta”, le espetó Gallastegui Sodupe a su amigo llegado desde el País Vasco.

Las siglas de la corriente disidente más representativas en los últimos años han sido las de ATA (Amnistía ta Askatasuna). El ex recluso Beristain Urbieta les confesó a sus compañeros que había acudido a la gran manifestación anual por los presos que convoca cada enero la línea oficial que representa Bildu: “Yo te lo voy a decir claro, estuve el otro día en la manifestación de Bilbao y me encontré a Ane y me hizo una ilusión de la hostia. Los de ATA, no sé, ¿50 personas? La gente tiene que salir a la calle, tenemos que salir a la calle, pero es mejor hacer las cosas callando que haciendo ruido”. Esa estrategia de discreción de los 'abertzales' de la que viene informando este periódico abunda en la desconfianza manifestada en numerosas ocasiones por los colectivos de víctimas de ETA ante la relación entre el Gobierno socialista de Pedro Sánchez y el Bildu de Otegi.

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Txapote contestó a su amigo recordando lo que supone estar en prisión y que no es suficiente aceptar ahora la legislación penitenciaria, considerada antes como la herramienta del enemigo: “A ver, no quería entrar en ese tema, pero que se haga ruido o no, que haya más gente o menos… Yo lo que se pedía en Bilbao y la línea que se está llevando hoy en día, joder, tú has estado dentro, ya sabes lo que andan pidiendo: grados, destinos, tú sabes lo que supone todo eso. Ya sabes lo que es, tío, yo eso no puedo, Moxkor, no me jodas”.

El asesino de Miguel Ángel Blanco se quejaba de que esa solución no vale para los presos más veteranos con decenas de años de condena a las espaldas: “Te voy a decir más, encima lo que se está planteando no va a valer para todos. Mira a Cotano [el asesino de José Manuel Piñuel], estos que están cerca de los 40 años, me da como una sensación de vendidos, pero hay otros como Karaka [asesino de Francisco Tomás y Valiente], Pototo [el que dio la orden de secuestrar a Ortega Lara] que después de 20 años van camino de los 50, que toda esa mierda no vale para todos”. Con todo, el desencanto de Txapote y Gallastegui no ha ido acompañado de un desafío frontal al estilo del que han emprendido otros internos terroristas que sí han manifestado su ruptura para abrazar las posturas más radicales. Ni García Gaztelu ni Gallastegui han sido expulsados formalmente del EPPK (siglas del colectivo de presos de ETA).

placeholder Una de las muchas movilizaciones callejeras pidiendo la liberación de Miguel Ángel Blanco. (EFE)
Una de las muchas movilizaciones callejeras pidiendo la liberación de Miguel Ángel Blanco. (EFE)

Txapote y Gallastegui Sodupe formaban parte del comando Donosti, que recibió el encargo de secuestrar a Miguel Ángel Blanco. Tenían 30 y 25 años de edad, respectivamente. Junto a ellos estaba también José Luis Geresta Múgica, quien nunca llegó a pisar la cárcel. Su cadáver apareció dos años después en un descampado con un tiro en la sien. Tenía 29 años, los mismos que Miguel Ángel cuando lo mataron. El cuarto hombre clave fue Ibon Muñoa, el exconcejal de Herri Batasuna que prestó el piso y el coche al comando terrorista para que llevase a cabo el secuestro del concejal del PP en Eibar. Muñoa salió de la cárcel en 2020 con 62 años y regresó a su pueblo entre homenajes de sus fieles y allegados. Desde su trabajo familiar de repuestos de automóviles, Talleres Muñoa SL, se veía la empresa Eman Consulting, a la que el concejal del PP acudía a diario a trabajar.

"No hay camino de en medio, y eso vale tanto para Cataluña como para nosotros"

Todos los días salía a comer a su casa en Ermua y regresaba en tren a la oficina. El plan era raptarle el 9 de julio, pero le salvó que esa fecha acudió en coche al trabajo. No fue hasta el día siguiente a las 18:30 cuando ETA llamó a una radio para dar cuenta del secuestro, apenas unos días después de la euforia por la liberación de Ortega Lara. La banda exigió acercar a todos los presos de ETA a cárceles vascas a cambio de no matar a Miguel Ángel Blanco. Como el Gobierno entonces presidido por José María Aznar no accedió, los terroristas le ataron a un árbol y Txapote le descerrajó dos disparos con una Beretta del calibre 22. Uno le entró por debajo de la oreja y el otro por la nuca. Le abandonaron todavía con vida en una zona boscosa a las afueras de Lasarte.

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Lo encontraron a las 16:00 del día 12 unos paseantes advertidos por los ruidos agonizantes del joven, que murió horas después en el hospital. Tras este suceso hubo muchos asesinados más, dos procesos de negociación que frustró ETA con más muertos, un cese definitivo de la violencia en 2011 cuando acumulaba 700 presos en las cárceles y la autodisolución de la banda en 2018. Desde ese año, el Gobierno puso fin a décadas de dispersión y ha ido acercando a los internos terroristas a cárceles del País Vasco y Navarra. Hoy, la mitad ya está en su lugar de origen y la otra mitad en cárceles del territorio nacional no más lejos que Madrid. Llegaron a estar en Canarias o Cádiz, lo que entendían como un castigo extra para sus familiares, que no podían ir a visitarlos.

En Andalucía, donde estaban los más radicales, pasaron muchos años presos Txapote y Gallastegui antes de ser trasladados este abril a la cárcel madrileña de Estremera. Tienen dos hijos en común, nacidos cuando sus padres estaban en prisión. Fuentes penitenciarias informan a este periódico de que ya no están en el centro penitenciario porque la ley solo permite estar internos con su madre hasta que cumplen tres años. Txapote fue detenido en Francia en 2001 y también resultó condenado por el asesinato del popular Gregorio Ordónez o el socialista Fernando Múgica, algunos de los asesinatos más simbólicos de ETA. La pareja compartió banquillo de los acusados en la celda acristalada de la Audiencia Nacional, donde se les veía sonrientes, ajenos al devenir del juicio.

placeholder García Gaztelu e Irantzu Gallastegi, durante un juicio en la Audiencia Nacional. (EFE)
García Gaztelu e Irantzu Gallastegi, durante un juicio en la Audiencia Nacional. (EFE)

Txapote, que no cumplirá las tres cuartas partes de su condena hasta agosto de 2023, lamenta en sus conversaciones en prisión que “no hay nada que hacer”. Por ello defiende plantear “otra relación, pero fuerte, como la que hay en Cataluña, ¡la unión de fuerzas!, si no hay eso, no se puede hacer nada”. En la misma línea se expresa Gallastegui Sodupe: "Tiene que haber una relación con Cataluña en un momento determinado porque tenemos el mismo enemigo, pero cada pueblo necesita, según su personalidad, crear su propio movimiento, porque si se copia, el pueblo no siente eso. Los de Cataluña y nosotros somos diferentes".

La relación con Cataluña

García Gaztelu abunda en su tesis de que plantear un desafío al Estado conlleva consecuencias personales: “Es que si quieres una revolución, te tienes que mojar y pagar la factura, vamos, que esa es la lección que yo he sacado. Si es que hay algunos que piensan: ‘¡Hostias! es mejor salir o que si lo hacemos así’, no, no, no… Que no hay más, que no hay camino de en medio, y eso vale tanto para Cataluña como para nosotros, y que al final los catalanes no han hecho lo que nosotros hemos hecho, nosotros hemos hecho una lucha armada, pero que al final el resultado es el mismo”. Cuando dijo estas palabras, la Justicia mantenía abierta una causa contra los líderes independentistas catalanes del 'procés', en prisión preventiva por la declaración unilateral de independencia. Faltaban todavía meses para que se conociera su condena por sedición.

El desencanto de Txapote, a sus 56 años, incluye también a las nuevas generaciones de la juventud 'abertzale' y una crítica a los referentes del mundo proetarra: “Los jóvenes que han empezado a moverse ahora solo se mueven a nivel ‘gaztetxe’ [los locales donde se reúne la juventud de la izquierda 'abertzale']. Pero no hemos conseguido transmitirles la necesidad del pueblo vasco acerca de la independencia”.

Javier García Gaztelu, alias ‘Txapote’, fue el etarra que disparó en la cabeza a Miguel Ángel Blanco. ETA asesinó al joven concejal de Ermua tras un secuestro de 48 horas seguido minuto a minuto por una España estremecida. Han pasado 25 años del verano en el que las calles se abarrotaron de manos blancas. La sociedad española y la vasca dijeron ‘basta’ y el miedo cambió de bando por primera vez. Miguel Ángel Blanco es el símbolo y el punto de inflexión, un antes y un después entre más de 800 vidas sesgadas por la barbarie terrorista. Txapote acumula dos décadas en prisión, pero su discurso no se ha movido ni un milímetro de aquel 12 de julio de 1997 cuando apretó el gatillo: “Es que si quieres una revolución, te tienes que mojar y pagar la factura. Vamos, que esa es la lección que yo he sacado”.

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