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La misión (casi) imposible de la izquierda: reactivar a sus bases a través de los sindicatos
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Los sindicatos llaman a la movilización

La misión (casi) imposible de la izquierda: reactivar a sus bases a través de los sindicatos

Sumar y el PSOE se apoyan en CCOO y UGT a pesar de que ya no tienen relación orgánica, en un intento por emular lo que ocurrió en Andalucía en 2012, cuando los sindicatos impulsaron la victoria de la izquierda tras los recortes de Rajoy

Foto: Yolanda Díaz abraza a Unai Sordo en un acto de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. (EFE/Pedro Puente Hoyos)
Yolanda Díaz abraza a Unai Sordo en un acto de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. (EFE/Pedro Puente Hoyos)

Los afiliados a CCOO recibieron el pasado miércoles un correo con la etiqueta #multiplicatuvoto. No había referencias a ningún partido ni apenas mensajes políticos más allá de las llamadas a la participación. Pero ese mensaje aséptico contrasta, aunque sutilmente, con un pronunciamiento del líder del sindicato, Unai Sordo, que hace unos días dijo en una entrevista que en las elecciones del 23 de julio “nos jugamos la modernidad y la igualdad”. Hace años, CCOO, como UGT hizo con el PSOE, cortó los lazos orgánicos con el PCE; pero, en esta campaña, los nexos parecen haber renacido. Y todo apunta a que tiene que ver más el interés de los partidos de izquierda por movilizar el voto de un electorado desactivado que a la iniciativa de los grandes sindicatos.

“Desde que rompieron la relación orgánica con los partidos, a finales de los 80 y principios de los 90, han sido muy cuidadosos con mantener la autonomía”, explica el sociólogo Óscar Molina, que admite que, no obstante, los lazos ideológicos se mantienen. Es lo que ocurre entre UGT y los socialistas y entre CCOO y Sumar, la coalición en la que están ahora integrados los comunistas con un papel destacado del secretario general del PCE, Enrique Santiago. Hay que tener en cuenta que el líder del partido es el número uno por Córdoba y que la propia Yolanda Díaz, que dejó la militancia en IU, nunca se integró en Podemos y solo mantiene el carné del PCE.

Foto: La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, con el secretario de Estado Enrique Santiago. (EFE/Fernando Alvarado)

La ruptura de esos lazos orgánicos tiene también un segundo efecto relacionado con la transversalidad de los sindicatos en España. “En sus afiliados, hay gente de todos tipos”, explica Molina, que además es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del Centro de Estudios sobre la Vida Cotidiana y el Trabajo. El sociólogo, uno de los mayores expertos en el funcionamiento de los sindicatos en España, apunta a que no existe una “comunión ideológica total” entre el cuerpo de afiliados y la organización, ya que muchos trabajadores se afilian por cuestiones “pragmáticas”, como recibir asesoría laboral. “Los sindicatos son conscientes y cualquier pronunciamiento muy explícito podría ser perjudicial para la formación”, zanja Molina.

Eso no ha sido un obstáculo para que, por ejemplo, la secretaria general de CCOO en Andalucía, Nuria López, compartiera atril hace unos días con la ministra de Hacienda y candidata del PSOE en Sevilla, María Jesús Montero. Y en su comparecencia colocó al sindicato como “copartícipe” del impulso de algunas de las políticas que ha puesto en marcha el Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos, como la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) o la reforma laboral. Al día siguiente de la comparecencia con Montero, López viajó hasta la Costa del Sol para hacer lo propio con Toni Valero, líder de IU en Andalucía y número uno de la lista de Sumar en Málaga.

“Hay dos partidos que dicen que van a derogar políticas útiles que han servido para solucionar algunos de los problemas que dejó la reforma laboral de 2012”, explica Nuria López en conversación con esta redacción y en una referencia velada a PP y Vox. Hay que tener en cuenta que CCOO firmó hace unas semanas un acuerdo con UGT, la patronal andaluza y el Gobierno de la Junta un acuerdo, el tercero en solo unos años. Y que las relaciones entre el sindicato que dirige esta sevillana y el gabinete de Juanma Moreno son buenas. “Nuestra implicación es trasladar a los trabajadores la dicotomía entre la sanidad pública o la privada o la existencia de una ley de igualdad o la posibilidad de retrocesos, esa es nuestra implicación”, sentencia esta abogada y líder sindical.

El recuerdo de 2012

En cualquier caso, López sí detecta un cierto paralelismo entre 2012 y el momento actual en el papel de los sindicatos, ya que hay fuerzas que “agreden los derechos de los trabajadores”. Entonces, la conflictividad social estalló después de la citada reforma laboral y los recortes que puso en marcha el Gobierno de Mariano Rajoy con la presión de Bruselas. Unos meses antes, el exmandatario gallego ganó las elecciones por mayoría absoluta. Pero esas políticas y la movilización de los sindicatos fueron clave en las elecciones andaluzas que se celebraron poco después, en marzo de 2012.

El sociólogo Óscar Molina separa el momento actual de 2012, cuando la conflictividad fue una respuesta a la reforma laboral de Rajoy

El PP tenía todas las encuestas a favor y Javier Arenas acarició el sillón de San Telmo, pero el PSOE resistió mejor de lo previsto mientras que IU creció para evitar una mayoría absoluta de los populares. Esto se debió, en parte, a la decisión de José Antonio Griñán de mantener la fecha electoral y no adelantar las autonómicas para hacerlas coincidir con las generales, como quería Alfredo Pérez Rubalcaba. “Ahora mismo no se dan las condiciones para esa movilización”, apunta Óscar Molina, que cree que el contexto es “muy diferente”. “Estábamos en el momento álgido de la crisis financiera, hubo importantes recortes en sanidad y educación y se produjo un ataque muy fuerte a la línea de flotación de la acción sindical, lo que movilizó mucho a los trabajadores”, desgrana el sociólogo.

“Es la gran paradoja. Cómo puede ser que, con una buena evolución de la economía, una creación de empleo alta y una reducción de la temporalidad eso no se traslade electoralmente a los partidos implicados a las reformas”, ilustra el profesor de la UAB, que no tiene clara la respuesta a la pregunta, pero sí considera que la implicación de los sindicatos vaya a ser la panacea para PSOE y Sumar. A las diferencias con 2012, Molina añade el hecho de que hay poco caladero electoral en los dos grandes sindicatos de clase. “Congregan a un porcentaje muy bajo del total de empleados”, recuerda. Hay que recordar que la proporción de afiliación en España está en el 13%, pero ahí también están las organizaciones sectoriales, como Satse en enfermería, y los sindicatos regionales, con una fuerza relevante en País Vasco, Cataluña y Galicia.

placeholder María Jesús Montero, entre Pepe Álvarez y Unai Sordo, en la manifestación del 1 de mayo en Madrid. (EFE)
María Jesús Montero, entre Pepe Álvarez y Unai Sordo, en la manifestación del 1 de mayo en Madrid. (EFE)

El investigador reconoce, a pesar de sus reservas, que la izquierda está intentando “arañar todo lo que pueda” en su intento por movilizar a los suyos y remontar en las encuestas. “Y en ese contexto los márgenes importan”, por lo que detecta un intento de PSOE y Sumar por “utilizar su conexión histórica” por activar bolsas de voto entre los trabajadores. “Cuando los partidos recogen ideas del mundo del trabajo, tienen mayor éxito”, señala Nuria López, que precisamente pone como ejemplo la política laboral del actual Ejecutivo de coalición y la contrasta con “los partidos que se ponen en contra de la subida del SMI o no creen en la negociación colectiva”.

En ese intento por conectar con los sindicatos destaca el acercamiento de Sumar a CCOO, aunque varias fuentes consultadas tienen reservas respecto a esta simbiosis. “Díaz tiene una visión del mundo del trabajo que la ayuda a empatizar más, pero no es la mejor amiga de Unai Sordo”, apunta una fuente sindical. En el número seis de la lista de Sumar en Madrid figura el economista de CCOO Carlos Martín Urriza, que tenía un cargo técnico y no político dentro de la organización.

Foto: Una protesta de trabajadores de Primark en Madrid. (EFE/Alejandro López)

Díaz, en los momentos previos a dar el paso para presentarse con su coalición, se sirvió de los sindicatos para desembarcar en los territorios dada la falta de militancia con la que contaba. Ocurrió, por ejemplo en Andalucía, donde celebró su primer acto en la Facultad de Ciencias del Trabajo de la Universidad de Sevilla flanqueada por la citada Nuria López y la entonces líder de UGT en Andalucía, Carmen Castilla. Y esta sevillana es otro de los grandes ejemplos de estos vasos comunicantes que se han reactivado entre partidos de izquierda y sindicatos de cara a 23-J.

Enfermera de profesión, estudió después Derecho y Ciencias Políticas para coger las riendas del viejo sindicato hermano del PSOE en 2013. UGT Andalucía pasaba por un momento crítico, acechado por la corrupción y, como ha admitido la propia Castilla, temió por su desaparición. Ahora el sindicato vive un mejor momento, tiene garantizada su continuidad, en parte gracias a la colaboración del Gobierno de Juanma Moreno. Y Castilla ha dado el salto y es la número tres de la lista del PSOE de Sevilla tras María Jesús Montero y Alfonso Rodríguez Gómez de Celis. Dentro del partido hay quien resta relevancia a este salto, aunque reconocen que puede ayudar algo a un partido que necesita todos los apoyos para esa remontada en la que todavía confía Pedro Sánchez.

Los afiliados a CCOO recibieron el pasado miércoles un correo con la etiqueta #multiplicatuvoto. No había referencias a ningún partido ni apenas mensajes políticos más allá de las llamadas a la participación. Pero ese mensaje aséptico contrasta, aunque sutilmente, con un pronunciamiento del líder del sindicato, Unai Sordo, que hace unos días dijo en una entrevista que en las elecciones del 23 de julio “nos jugamos la modernidad y la igualdad”. Hace años, CCOO, como UGT hizo con el PSOE, cortó los lazos orgánicos con el PCE; pero, en esta campaña, los nexos parecen haber renacido. Y todo apunta a que tiene que ver más el interés de los partidos de izquierda por movilizar el voto de un electorado desactivado que a la iniciativa de los grandes sindicatos.

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