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Sánchez lleva al límite su política de bloques y activa al PSOE para hacer daño a Feijóo donde más duele
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Confianza plena en Besteiro

Sánchez lleva al límite su política de bloques y activa al PSOE para hacer daño a Feijóo donde más duele

Los socialistas comienzan el año centrados en Galicia, que se le resiste desde hace tres lustros, con la duda del efecto Rueda y después de una recta final que ha servido de exhibición de sus alianzas con Junts, ERC y Bildu

Foto: Pedro Sánchez y José Ramón Gómez Besteiro. (EFE/Lavandeira Jr.)
Pedro Sánchez y José Ramón Gómez Besteiro. (EFE/Lavandeira Jr.)
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Desde que Pedro Sánchez fue investido, el pasado 15 de noviembre, el presidente del Gobierno se ha reunido en Barcelona con Pere Aragonès, ha confirmado que se verá con Carles Puigdemont fuera de España en los próximos meses y ha bendecido un acuerdo para dar la alcaldía de Pamplona a Bildu. La visita al president de la Generalitat no es tan disruptiva, ha habido otras antes. Pero los otros dos hitos son simbólicos, como cuando Julio César cruzó el río Rubicón, y dan cuenta de una nueva realidad en la política española. Sánchez, en estas últimas seis semanas del año, ha dejado claro que su futuro pasa por desarrollar esas alianzas que generan cierto malestar en su partido y un rechazo frontal en la oposición. Y con estos mimbres se enfrentará a un nuevo año electoral que comenzará en Galicia en cuestión de semanas, con la oportunidad de infligir a Alberto Núñez Feijóo un golpe donde más daño puede hacer al líder del PP.

"Esto va de bloques", expresaba hace unos días un dirigente territorial del PSOE, que defendía la legitimidad de pactar con la coalición que dirige Arnaldo Otegi mientras sea un partido legal y el PP haga lo propio con Vox. El presidente del Gobierno fue expulsado de Ferraz en un golpe de los barones, en octubre de 2016, porque quería explorar una alianza con Podemos y las fuerzas independentistas. Resucitó, derrotó a la preferida de la estructura del partido y lleva un lustro en Moncloa apoyado precisamente en esos partidos. Y el último mes y medio ha servido como demostración de que esa será la tónica a seguir mientras el tablero electoral siga así. El lema de "hacer de la necesidad virtud", elevado a la máxima potencia.

El propio Sánchez ha defendido la necesidad de normalizar los encuentros con Puigdemont una vez que la ley de amnistía esté en vigor. Ese es el objetivo de la norma que se tramita en el Congreso, "devolver a la política" a los neoconvergentes. Con Bildu no ha habido tanta algarabía y el PSOE se afana en localizar el acuerdo a Pamplona. Y en justificarlo por la situación que vivía el consistorio de la capital navarra, "paralizado", según los socialistas. Sí hay otros portavoces, como Óscar Puente, que han naturalizado el pacto, algo que incluso está empezando a ocurrir entre las bases.

El bloque de "dirección del Estado", concepto que acuñó Pablo Iglesias cuando todavía era vicepresidente del Gobierno, está más cohesionado que nunca, y esta realidad se hará notar en los próximos meses. Hay dos momentos en los que ocurrirá de forma especial. El primero comenzará casi al comienzo del año, cuando María Jesús Montero, flamante vicepresidenta primera, se arremangue para elaborar los Presupuestos Generales del Estado para 2024. Es cierto que las cuentas ya están esbozadas porque hay acuerdos de investidura con los socios —incluido el de coalición con Sumar— que tendrán reflejo presupuestario.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Eduardo Parra) Opinión
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ERC y Bildu se abstuvieron en la investidura de Sánchez en 2019, pero entonces comenzó un periodo de colaboración que ha desembocado en tres PGE. El reto ahora es sumar a Junts a esta entente, a pesar de que los neoconvergentes ya han lanzado la primera advertencia en materia legislativa. La intención de todos los socios de la investidura de Sánchez es alargar la legislatura, al menos de momento. Pero el horizonte electoral puede cambiar las prioridades de unos y otros. Las elecciones catalanas están fijadas para principios de 2025, pero muchos dan por hecho un adelanto al último tramo del año que está a punto de empezar.

Las gallegas, en mes y medio

Pero el ruido de comicios empezará mucho antes. En cuestión de mes y medio se abrirán las urnas en Galicia, preludio de un trío de elecciones que tendrá como paso intermedio a las vascas y, en el cierre, unas europeas que en el PP quieren convertir en una segunda ronda de las generales del pasado mes de julio. El 18 de febrero, están llamados a votar 2,6 millones de españoles, poco más del 5% de la población, pero serán unas elecciones muy simbólicas. Núñez Feijóo dejó hace casi dos años su tierra después de tres mayorías absolutas y se quedó con la miel de Moncloa en los labios. Hay quien opina que todavía no se ha recuperado del shock.

El primer examen lo tendrá su sucesor, Alfonso Rueda, aunque en el PP son optimistas y ponen como referencia el resultado del 23-J. "Si lo extrapolamos, tendríamos mayoría absoluta", apuntan desde Génova, donde restaban importancia al acuerdo entre Podemos y Sumar para acudir juntos a los comicios antes de que saltara por los aires. "Nos preocuparíamos si no se presentaran, porque los votos de Yolanda Díaz no van a salir de nuestro electorado", zanjan estas fuentes. Al mismo tiempo, en el PP admiten que perder un diputado en cada provincia gallega podría poner en riesgo la mayoría absoluta de los populares. Y ese es el escenario por el que rezan en el PSOE, Sumar y el BNG.

En Ferraz están muy satisfechos con su candidato, José Ramón Gómez Besteiro. Diputado en Madrid, Sánchez lo incluyó en el comité negociador de la investidura para dar alas a una candidatura que recibirá todavía más apoyos. El presidente del Gobierno se desplegó en Ferrol hace unas semanas para bendecir la candidatura de este dirigente gallego, que ha pasado un calvario judicial del que ha salido indemne después de hasta 10 imputaciones. Allí estuvieron la ya exvicepresidenta Nadia Calviño y la ahora número dos del Ejecutivo, María Jesús Montero. Y la plana mayor del PSOE volverá a mediados de enero a una convención política que servirá para rearmar al partido.

placeholder Pedro Sánchez, con el líder del PSE, Eneko Andueza. (EFE)
Pedro Sánchez, con el líder del PSE, Eneko Andueza. (EFE)

La intención de Moncloa es volver de las elecciones en modo electoral. Y lo harán con la adrenalina en niveles altos, como suele ocurrirle al PSOE desde la vuelta de Pedro Sánchez a la Secretaría General. No en vano, el presidente acaba de publicar su segundo libro, que tiene un prólogo dedicado al logro que supuso reactivar al partido después de la debacle de las autonómicas y municipales de 2019. En Galicia tienen el aliciente de lograr un cambio histórico que, además, supondrá una nueva demostración de esa política de bloques: solo es posible de la mano del BNG de Ana Pontón, que ahora es la segunda fuerza del Parlamento en Santiago de Compostela. El reto, y en Moncloa confían en lograrlo, es que Besteiro pueda superar a la nacionalista gallega.

El siguiente paso serán las elecciones vascas, aún sin fecha. Ahí el PSOE tiene el reto de separarse de su actual socio de gobierno, el PNV de Iñigo Urkullu. Socialistas y jeltzales presentan a candidatos nuevos: Eneko Andueza en el partido del puño y la rosa e Imanol Pradales como la opción de Sabin Etxea. EH Bildu y el PP también apuestan por la renovación con Pello Otxandiano y Javier de Andrés. Con la incógnita de los candidatos, solo se puede dar por seguro que el PSE no tiene intención de repetir la apuesta de sus vecinos del PSN en Pamplona. Andueza ha dicho que no hará lehendakari a Bildu, por lo que su reto es poner el foco en la gestión social para despegarse del PNV.

A mitad de año, llegará el turno de las elecciones al Parlamento Europeo, que tienen la peculiaridad de que en España son por circunscripción única. El PSOE medirá el 9 de junio el desgaste por esa política de pactos que Sánchez ha abanderado en el último tramo de 2023. Feijóo, según explicó en su cierre del año, cree que Sánchez va a intentar que se olviden estos últimos meses de "pacto encapuchado" y amnistía. Y el PP no tiene intención de dejar que eso ocurra. La duda es si podrá mantener la tensión durante un semestre, sobre todo si, por el camino, tropieza en su fortín gallego.

Desde que Pedro Sánchez fue investido, el pasado 15 de noviembre, el presidente del Gobierno se ha reunido en Barcelona con Pere Aragonès, ha confirmado que se verá con Carles Puigdemont fuera de España en los próximos meses y ha bendecido un acuerdo para dar la alcaldía de Pamplona a Bildu. La visita al president de la Generalitat no es tan disruptiva, ha habido otras antes. Pero los otros dos hitos son simbólicos, como cuando Julio César cruzó el río Rubicón, y dan cuenta de una nueva realidad en la política española. Sánchez, en estas últimas seis semanas del año, ha dejado claro que su futuro pasa por desarrollar esas alianzas que generan cierto malestar en su partido y un rechazo frontal en la oposición. Y con estos mimbres se enfrentará a un nuevo año electoral que comenzará en Galicia en cuestión de semanas, con la oportunidad de infligir a Alberto Núñez Feijóo un golpe donde más daño puede hacer al líder del PP.

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