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La crisis entre Sánchez y Milei desespera a los diplomáticos: "¿Dónde va a acabar esto?"
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"Es un espectáculo fabricado"

La crisis entre Sánchez y Milei desespera a los diplomáticos: "¿Dónde va a acabar esto?"

Diplomáticos de ambos países se muestran incómodos ante una situación que no habían vivido antes y que, en su opinión, traslada la polarización y el espectáculo electoralista a un nuevo terreno

Foto: El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
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La crisis en las relaciones de España y Argentina está generando un profundo malestar entre los diplomáticos de ambos países, que se sienten arrastrados a una situación que violenta la esencia de su trabajo. “Nuestra labor consiste en encauzar discrepancias y encontrar puntos de encuentro para llegar a acuerdos negociados. Aquí estamos ante lo opuesto. Es un conflicto artificial, fabricado, partidista, ideológico, que afecta a una relación entre dos naciones que se han entendido siempre con independencia de quién estuviese en el gobierno”, resumen un ex embajador con décadas de experiencia en el Cuerpo.

Tras la llamada a consultas de la embajadora española en Buenos Aires, la canciller argentina, Diana Mondino, intentó reconducir la situación, asegurando que la bronca entre ambos presidentes no pasaba de la categoría de “anécdota”. “La relación personal que pudiera haber entre los líderes no puede ni debe afectar la relación bilateral”, dijo. “No hace falta que cuente lo que es España para Argentina, tiene realmente una importancia monumental y esto es un tema estrictamente interno, político”. Fuentes de su ministerio aseguran que todo el proceso se está viviendo “con tristeza”. "Hemos invertido años en cultivar una relación fructífera, llena de elementos de unión y hermanamiento. No podemos permitir que se desmorone sin razones de peso", indican.

El ejercicio de la diplomacia, por definición, es previsible, aburrido y poco mediático. Está plagado de lugares comunes y expresiones calculadas, a veces muy cínicas, cuidadas para mantener los intereses comunes por encima de las discrepancias ideológicas o incluso estratégicas. En cada acuerdo, en cada memorándum, se escogen las palabras. Cada renglón que se redacta pasa filtros y correcciones, evitando herir sensibilidades o crear problemas internos a sus socios.

“La ideologización de las relaciones internacionales es el fin de la diplomacia”, explica un embajador español en activo. “Resolver tus relaciones a través de tuits incendiarios y provocaciones, despachando insultos a otros jefes de gobierno como si fuesen rivales domésticos, es algo que nunca creí que vería. ¿Dónde acaba esto?”, comenta otro.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE) Opinión

En los últimos años, muchos diplomáticos de todo el mundo han empezado a sentir que la polarización y su espectáculo emocional está finalmente colonizando su trabajo. “Todas las instituciones sufren y duele decir que la diplomacia ya no es una excepción. Antes, los países que usaban así su diplomacia, que provocaban problemas en lugar de arreglarlos, eran apartados del juego. Eran el tipo de cosas que te esperabas que hiciese Corea del Norte. Nosotros lo sufrimos mucho durante el Gobierno de Donald Trump. Advertimos muchas veces de que, si rompes la manera en la que funciona el Departamento de Estado, el caos está asegurado”, explica un ex alto funcionario de la Administración Obama.

Martín Ortega Carcelén, ex alto cargo en el ministerio de Exteriores con Miguel Ángel Moratinos, suele definir la diplomacia como “interfaz”. “Los diplomáticos tienen que actuar como los abogados, intermediando en las disputas con moderación para llegar a acuerdos, para mediar”. En el pasado, explica, los gobiernos tejían sus alianzas en positivo. En lugar de lanzarse al abordaje, dice, buscaban tejer una red de amigos privilegiados con los que compartían afinidades estratégicas e históricas, aunque no fueran de la misma ideología.

“Un ejemplo paradigmático fue la asociación entre Felipe González, Helmut Kohl y François Mitterrand para hacer avanzar la integración europea. Eso permitía, además, articular políticas ambiciosas y de largo aliento que no se podían llevar a cabo en solitario”. Del mismo modo que existía un consenso en política nacional para las grandes cuestiones de estado, insiste, también se buscaba un consenso transversal en el campo internacional. “Ahora todo eso se está destruyendo y no sabemos cómo acabará porque es inédito”.

Foto: El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez (i), y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE/EPA/Riccardo Antimiani) Opinión

La mayoría de los diplomáticos españoles consultados no exculpan a Milei y consideran “intolerable” su salida de tono. “Hay que tener en cuenta que se hizo en suelo español, y esto en términos diplomáticos reviste una gravedad especial, magnifica el insulto. No es lo mismo que hacerlo desde tu país, ante tu audiencia que en Madrid, en un acto con un partido de la oposición”, explican. Pero la mayoría también insisten en que la respuesta de José Manuel Albares ha sido desproporcionada. “Al retirar al embajador y responder con tanta vehemencia, lo elevas a un plano institucional que se podría haber evitado. Hay muchos ejemplos en los que estas provocaciones se ignoran o minimizan, o se resuelven entre bambalinas. El Gobierno de Sánchez lo ha hecho antes con Meloni, con López Obrador, etcétera, y no ha pasado nada”.

Otros diplomáticos se preguntan hacia dónde conduce esta carrera. “El muro que se ha erigido no solo divide a los españoles buenos de los malos, sino a los gobiernos afines de los malvados. En estas condiciones, es imposible desarrollar una actividad diplomática. Y, además, ¿quiénes son los malvados? ¿Solo los gobiernos de ultraderecha en países democráticos? ¿Qué ocurre entonces con las dictaduras donde el respeto de los derechos humanos o la igualdad de género es inexistente? Y nos olvidamos del reverso. A nuestras reservas pueden responder otros de idéntica manera, y en esas circunstancias nos habremos quedado sin diplomacia que defienda nuestros intereses y los de nuestros ciudadanos en el exterior. ¿Y qué vamos a hacer si llega Trump a la Casa Blanca?”, se pregunta un diplomático en activo.

La crisis en las relaciones de España y Argentina está generando un profundo malestar entre los diplomáticos de ambos países, que se sienten arrastrados a una situación que violenta la esencia de su trabajo. “Nuestra labor consiste en encauzar discrepancias y encontrar puntos de encuentro para llegar a acuerdos negociados. Aquí estamos ante lo opuesto. Es un conflicto artificial, fabricado, partidista, ideológico, que afecta a una relación entre dos naciones que se han entendido siempre con independencia de quién estuviese en el gobierno”, resumen un ex embajador con décadas de experiencia en el Cuerpo.

Pedro Sánchez Javier Milei
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