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Iglesias y la "banda del napalm": una nueva guerra en las izquierdas
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Iglesias y la "banda del napalm": una nueva guerra en las izquierdas

Los malos resultados en las elecciones europeas han reanimado los tradicionales enfrentamientos entre las izquierdas, que ahora subrayan cómo todos permanecen en la misma posición

Foto: Pablo Iglesias e Irene Montero. (Carlos Luján/Europa Press)
Pablo Iglesias e Irene Montero. (Carlos Luján/Europa Press)
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Las consecuencias del fracaso de las izquierdas en las elecciones europeas, precedido por serios reveses en los distintos comicios autonómicos, tendrá consecuencias en lo que se refiere a la articulación del partido Sumar, así como en la misma recomposición del espacio, que se entiende necesario para regresar a un momento más pujante electoralmente. Sin embargo, lo más significativo, lo que está tejiendo la actualidad del debate político en el que se hallan envueltas, no está tan relacionado con la reflexión sobre el fracaso y, por tanto, sobre los caminos de salida, sino con el afloramiento de los rencores.

La causa del escaso apoyo popular (entre las distintas formaciones apenas han llegado al 8% del voto) es un asunto que se ha zanjado rápidamente. Se ha dado por descontado que el motivo principal ha sido la ausencia de unidad de la izquierda, que ha llevado a tensiones excesivas. Bastaría, por tanto, con rehacer el espacio de una forma integradora y respetuosa con los distintos partidos, y que fuese capaz de concitar acuerdos entre formaciones autónomas, para que la recuperación sea un hecho.

Las izquierdas españolas han encontrado, en ese escenario declinante, una nueva fuente de inspiración en el Frente Popular francés y lo señalan como ejemplo de lo que debería hacerse aquí. Su nombre, su cartelería y la unión antifascista señalan el camino. Lo negativo de esta fascinación es que lleve a tomar lo accesorio como principal. Y no solo porque, como señala Lilith Verstrynge, esa unión está operando ya en España en forma de gobierno de coalición, sino porque si la reunión de la derecha y la ultraderecha es el marco de acción, la solución principal será Pedro Sánchez. Desde luego, si se trata de confrontar con las derechas, Óscar Puente lo hace con más frecuencia y con mayor repercusión que el resto de las izquierdas juntas. Lo más llamativo es que, después de los malos resultados, ninguno de ellos ha modificado un ápice sus programas ni ha emprendido nuevas iniciativas: se han limitado a repetir lo que antes contaban, pero con más insistencia o subiendo el volumen.

La supervivencia de Podemos

Por si fuera poco, y esto es relevante, las europeas han provocado que el teóricamente fallecido cobre vida durante el velatorio, algo complicado de encajar. Podemos ha obtenido dos eurodiputados, Sumar tres (y ninguno de IU). Los recursos del Parlamento Europeo, además, proporcionarán a Podemos fondos para otros cinco años, para estructurar una base mínima (si creyera que la necesita) y para continuar ejerciendo su papel como elemento disruptor dentro de las izquierdas.

Parte de la fuerza de Podemos, si no la principal, consiste en la capacidad de los de Iglesias de meter el dedo en el ojo. Su campaña en las europeas tuvo como principal asunto las guerras, una posición cuyo propósito era atraer al electorado de izquierdas con un tema tradicionalmente sensible, al mismo tiempo que separar de Sumar a los votantes de IU, los más irritados con la posición que Díaz les había concedido en las listas.

"Hoy son evidentes las consecuencias de haber intentado arrasar a Podemos con napalm con la ayuda de poderosos actores mediáticos"

Desde la salida de Iglesias de la política parlamentaria, y más desde la creación de Canal Red, Iglesias emprendió una batalla mediática contra los periodistas de izquierdas, con epicentro en Ferreras, que apoyaron a Díaz y que quisieron sepultar a Podemos. La tesis de fondo de Iglesias es que el partido quedó seriamente perjudicado por las mentiras mediáticas, el lawfare y la acción del Estado profundo, pero es una idea que se sostiene entre hilos: sus líderes padecieron un descrédito y un acoso intencionados, pero al mismo tiempo fueron incapaces de manejar la situación. Los errores de UP fueron muchos, y no todos provenían de una mala prensa. Tras las europeas, los resultados han servido para que Iglesias se reafirme en su posición y para que siga creyendo que otorga réditos políticos. Como afirma en un artículo, “hoy son evidentes las consecuencias de haber intentado arrasar a Podemos con napalm con la ayuda de poderosos actores mediáticos que pagan el sueldo de los periodistas de la banda del napalm”.

Por el otro lado, el atacado por Iglesias, la cosa no mejora. Aquellos que una vez apoyaron decididamente a Yolanda Díaz, de la que ahora han tomado distancia, entienden que el problema principal de la izquierda son los troles de X manejados por Podemos, que constituyen una máquina del fango coordinada. Es otra excusa política: sin duda, esos troles existen, pero su influencia política es entre escasa y nula. Cada cual persigue sus fantasmas.

En el momento de la derrota, cuando las divisiones se han hecho más profundas, ocurre lo inevitable: se golpean entre ellos

Se trata de una pelea fea, menor y ligada a entornos tuiteros, pero que reproduce bien el momento. Ambas partes se han manejado señalando, afeando y menospreciando a los enemigos políticos (o simplemente a quien pasaba por allí y no ratificaba sus tesis). Conformaron máquinas del señalamiento que operaban en masa, ya fuera por una coordinación previa, o porque aprovechasen su poder de convocatoria digital para lanzar a sus seguidores contra quien fuera. Esa dinámica de las izquierdas, que se hizo común hace ya demasiados años, es otra de las causas de su declive social. La gente se ha cansado de los insultos y reproches continuos. Además, cuando las divisiones se han hecho más profundas, ha ocurrido lo inevitable: se golpean entre ellos. Sus choques son tan violentos en las formas como penosos en el fondo.

“Empresas unipersonales”

Es también lógico que ocurra algo así en un momento de transición. Por seguir con la referencia francesa, esa en la que tanto se fijan los partidos de izquierda española, hay un aspecto de la política de los últimos años que explica bien Henri Guaino, exasesor especial de Sarkozy, que funciona también en nuestro país. Las principales fuerzas galas, Renaissance, Rassemblement National y La France Insoumise, no son más que “empresas unipersonales cuya lógica de acción se ha vuelto puramente sociológica, con ventaja para el RN”. Macron, Marine Le Pen y Mélenchon estaban por encima de sus espacios, mientras que los viejos partidos, como los republicanos o los socialistas, se quedaron sin líderes que pudieran mantener la unidad. Al mismo tiempo, esas “empresas” están lógicamente ligadas al destino de sus líderes: cuando estos caen, los partidos se hacen mucho más débiles y se convierten en minoritarios o desaparecen.

Siempre hay elementos perturbadores (el Estado profundo, los medios del fango, Pablo Iglesias, los periodistas de Ferreras) que impiden su éxito

La política española está llena de ejemplos de esta dinámica. Ocurrió con Rivera y Ciudadanos, y sucede con Puigdemont y Junts o con Abascal y Vox. Pero en la izquierda es también muy expreso: el poder de convocatoria de Sumar residía en Yolanda Díaz, el de Podemos en Iglesias, y cada vez más el del PSOE en Sánchez. Cuando los líderes de Podemos y Sumar han dejado de tener tracción electoral, las peleas han estallado.

En Sumar no hay aparentemente una lucha por la sucesión, porque nadie quiere reclamarse heredero, sino una necesidad de recomponer fuerzas y articular otras estructuras. Pero, mientras tanto, lo que llega es la hora de los ajustes de cuentas. Es consecuencia lógica de una fase de transición en la que no se adivina cuál será el punto de llegada. En esos momentos, hay de todo menos reflexión: se identifica un enemigo común, los fascistas; un problema, la estructura de la futura coalición; y un estorbo, los nombres que sobran dentro del espacio, aunque cada cual tenga su versión acerca de cuáles son. Mientras tanto, todos los partidos siguen sin haber reflexionado sobre sus programas, sobre sus ideas, sobre la población que les ha rechazado y sobre su espacio cada vez menor en la sociedad. Como si tuvieran razón en todo lo que dicen, pero sus brillantes ideas no llegasen a los votantes porque existen factores perturbadores (el Estado profundo, los medios del fango, Pablo Iglesias, los periodistas de Ferreras, el candidato de IU a las europeas o cualquier otra cosa) que impiden que una sociedad que está de acuerdo con sus fórmulas mágicas les tome en serio.

Las consecuencias del fracaso de las izquierdas en las elecciones europeas, precedido por serios reveses en los distintos comicios autonómicos, tendrá consecuencias en lo que se refiere a la articulación del partido Sumar, así como en la misma recomposición del espacio, que se entiende necesario para regresar a un momento más pujante electoralmente. Sin embargo, lo más significativo, lo que está tejiendo la actualidad del debate político en el que se hallan envueltas, no está tan relacionado con la reflexión sobre el fracaso y, por tanto, sobre los caminos de salida, sino con el afloramiento de los rencores.

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