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Lo que la derecha no ve de Díaz Ayuso (y la izquierda menos todavía)
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Lo que la derecha no ve de Díaz Ayuso (y la izquierda menos todavía)

Después de la foto de la presidenta de la Comunidad con Milei, hubo quienes entendieron que sus opciones políticas quedaban empequeñecidas. Pero puede ser al contrario: hay cambios en el horizonte

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en Múnich. (Europa Press/Comunidad de Madrid)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en Múnich. (Europa Press/Comunidad de Madrid)
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La visita de Javier Milei a la Comunidad de Madrid suscitó algunas críticas por parte del entorno de la derecha española. Entendían que no era un buen movimiento, en la medida en que un acercamiento tan expreso a un personaje excesivo lastraba a Díaz Ayuso, así como a su partido.

Esta lectura, además, parte de una convicción todavía presente en el ámbito popular: para que el PP tenga mayor recorrido, es necesario que se aleje de las extremas derechas. De esta manera resistiría la tentación del radicalismo y atraería a ese votante moderado que rechaza a Sánchez, aunque no sea del PP. Quienes defienden estas tesis ven bien el liderazgo de Feijóo y entienden que, de no ser el gallego el candidato popular, el recambio idóneo sería Moreno Bonilla y no la presidenta madrileña. Y no solo por el perfil del presidente andaluz, más relajado y moderado, sino porque entienden que Ayuso tiene mucha aceptación en la capital, pero fuera de ella encontraría mucho más rechazo. Es un ‘producto’ madrileño que fuera de los límites de la comunidad activaría a los rivales políticos y generaría voto en contra.

Este es el sentido común dominante entre las derechas cercanas al PP, y también entre los socialistas, que verían bien que Ayuso se instalase en Génova, ya que creen que les facilitaría las cosas: cuanto más protagonismo tenga la presidenta de la Comunidad, más opciones para ellos. Sin embargo, esa es una lectura que quizá fuese más adecuada para un tiempo anterior que para el presente.

Tres factores pro-Ayuso

Esta no es la época en que Esperanza Aguirre maniobró contra Rajoy. No lo es a nivel interno, porque el PP compite con Vox, lo que implica un doble frente, pero tampoco lo es en el plano internacional; en aquel instante, Europa exigía de España que pusiera orden en las cuentas y satisficiera a los acreedores, en especial a los alemanes. Era mucho mejor visto un gobierno tecnocrático como el que impusieron Rajoy y Sáenz de Santamaría, desde un punto de vista tecnocrático. Ahora es muy diferente: las derechas liberales europeas están adoptando un perfil más rocoso y son más duras en distintos sentidos. De hecho, la tecnocracia es un valor en declive, que está cada vez más presente en opciones de izquierdas (el nombramiento de más de 50 científicos por parte de Sánchez para asesorar al gobierno) o en las liberales centristas, como fue la de Macron. Las derechas están apostando más por la batalla ideológica, y esa la da mucho mejor Ayuso que cualquier otro dirigente del PP.

La presencia de Milei en Madrid forma parte del intento de Ayuso de establecer puentes con las tendencias internacionales dominantes

En segunda instancia, hay que constatar cuáles son las exigencias presentes en la derecha internacional contemporánea, y no solo en la europea. Hay una serie de asuntos en los que están alineadas las viejas y las nuevas derechas. Uno de ellos es al apoyo expreso a Israel y al gobierno de Netanyahu, y en ese terreno ha sido mucho más explícita la presidenta de Madrid que cualquier otra figura del PP con poder institucional. La apuesta de Ayuso por el atlantismo es también evidente, como el rechazo a las políticas woke. Tampoco ha sido muy complaciente con el ecologismo. Y su programa económico profundiza en el neoliberalismo y reivindica la herencia de Thatcher que recogieron Aguirre y Aznar.

La paradoja es que en Madrid está ganando esa competición con Vox, pero fuera de España, Vox tiene mucho más recorrido que Ayuso, el PP y FAES: las conexiones del partido de Abascal con esas nuevas derechas es amplia, tanto en Europa como en Latinoamérica, pero también con los republicanos estadounidenses, mientras que ya apenas queda derecha liberal potente en Europa más allá de la CDU y de unos cuantos partidos con menos peso. La presencia de Milei en Madrid, y su reivindicación por parte de la presidenta, no es solo una piedra más en la confrontación con Sánchez y con Vox, sino que implica un intento de establecer puentes con esas tendencias internacionales, como lo fue su discurso de marzo de este año ante el PP europeo, en el que defendía las raíces cristianas de Europa y en el que señalaba que la garantía constitucional del aborto no era un avance.

El discurso es nítido: pone el foco en la defensa de instituciones que están siendo atacadas por gobiernos antidemocráticos de izquierda

En tercer lugar, hay que señalar la influencia latinoamericana en la política madrileña. No se trata tanto de que se estén trasladando aquí visiones concretas sobre políticas públicas, sino de que se ha absorbido un marco y un espíritu. Su contenido queda bien explicado en este texto: “El Estado de derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada son elementos esenciales que garantizan el buen funcionamiento de nuestras sociedades, por lo que deben ser especialmente protegidos frente a aquellos que tratan de socavarlos. El futuro de los países de la Iberosfera ha de estar basado en el respeto a la democracia, los derechos humanos, el pluralismo, la dignidad humana y la justicia”.

Es una declaración plasmada en la Carta de Madrid, el documento fundacional del Foro de Madrid, la iniciativa que Vox puso en marcha para América Latina como respuesta a los Foros de Sao Paulo y Puebla. Su posición es nítida: pone el foco en la defensa de las instituciones, que están siendo gravemente atacadas por gobiernos antidemocráticos de izquierda. Es difícil no reconocer en esta posición latinoamericanizada no solo buena parte del discurso político de Vox, sino la base discursiva del enfrentamiento de Ayuso con Sánchez y sus socios, así como del PP mismo. Feijóo ha insistido mucho en este argumentario, solo que Ayuso lo utiliza con mayor frecuencia y un tono más duro.

Los tres elementos, una derecha que se apoya cada vez más en posiciones políticas en lugar de en las tecnocráticas, los cambios en las fuerzas internacionales de ese espectro ideológico y la descripción de la pelea política última como la defensa de las instituciones democráticas frente a unas izquierdas que quieren romper el orden establecido, le abren más posibilidades a Díaz Ayuso de las que le cierran.

El liderazgo del PP

Esta suma de factores, sin embargo, encuentra un límite evidente: Feijóo es el candidato actual, por lo que cualquier aspiración de Díaz Ayuso queda frenada en seco. Su mayor conexión con las derechas actuales es funcional, insisten en Génova, respecto del objetivo principal, alcanzar la Moncloa. Ayuso complementa la acción del PP actual: no se trata de oposición interna, sino de una suma.

Ayuso puede atraer a votantes de la derecha que ahora no apuestan por el PP

Además, hay otro aspecto que detendría cualquier deseo de la presidenta de la Comunidad de dar pasos en una dirección más ambiciosa. Los barones del PP preferirían a Moreno Bonilla, en parte para preservar los equilibrios internos, en parte porque Ayuso es una candidata con mucho recorrido en Madrid, pero con menor impacto lejos de la capital. El segundo motivo tiene una validez relativa. Desde luego porque depende del nivel de desgaste con el que el PSOE llegue a las siguientes elecciones. Si es notable, gobernará el principal partido de oposición, con independencia de que su candidato sea Feijóo u otro. Además, porque la animadversión que Ayuso genere por encima de la línea del Ebro quizá sea elevada, pero también puede atraer a un buen número de votantes de la derecha que ahora no apuestan por el PP. De esa manera, la teórica pérdida entre los electores centristas, que van camino de convertirse en una especie mítica, quedarían compensados con los que ganara por su derecha. Y con el sistema electoral español, puede obtener más de lo que se deje por el camino.

El peligro de la doble posición

En realidad, la cuestión del liderazgo no es la más importante: no se trata de si Ayuso será o no candidata al Gobierno de España y de si sus ambiciones se verán cumplidas pronto. Importa mucho menos quien esté al frente del PP que el tipo de ideas y de proyecto de España por el que el PP esté apostando. La pelea entre una formación popular más moderada y otra más cercana a Vox puede tener un sentido táctico, el de ocupar los dos espacios y avanzar por los dos carriles. Sin embargo, esa posición, en cuanto al programa, es eventual, y en algún momento, tendrá que elegir dónde se asentará ideológicamente (y lo que ocurra en la CDU alemana será relevante). Ayuso ha intuido el signo de los tiempos, y está representando el lado más duro y combativo.

Foto: Milei y Scholz se saludan. (EFE/Hannibal Hanschke)

Son sus ideas las que están ganando posiciones entre la derecha europea, también entre los antiguos partidos de la democracia cristiana: se está construyendo una nueva mezcla entre los programas del viejo liberalismo y las extremas derechas apaciguadas. Será raro que no ocurra aquí lo mismo.

Explicaba muy bien el momento popular el periodista Ignacio Martínez en 'Las Mañanas de Íñigo Alfonso'. En ese desplazamiento generalizado de la derecha hacia su derecha, el PP mantiene una contradicción interna entre corrientes distintas y entre líderes (y aspirantes a líderes) de corte muy diferente. En el mismo espacio conviven Feijóo y Ayuso, que tienen poco que ver, y Moreno Bonilla, que coqueteó ampliamente con los programas neoliberales de bajadas masivas de impuestos hasta que Liz Truss se estrelló: entendió que ese no era el mejor camino, por lo que decidió resituarse.

En ese escenario se produjo la visita de Milei a Madrid, con Feijóo ausente de la misma, y llegó el pacto para la renovación del CGPJ con el PSOE. Ambos movimientos parecen reforzar al líder popular y dejar sin demasiadas opciones sucesorias a la presidenta madrileña, de quienes muchos piensan que ha perdido en una semana buena parte de su atractivo para los simpatizantes del PP. La postura moderada de Feijóo sería una baza mucho mejor para alcanzar el Gobierno.

Foto: Isabel Díaz Ayuso, durante uno de sus viajes a Estados Unidos. (EFE/Antonio Belchi)
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Sin embargo, esta lectura no toma en consideración los movimientos de fondo en la derecha europea ni las contradicciones dentro de la derecha española. La sesión de control al Gobierno fue un buen ejemplo: el PP recibió a Feijóo con aplausos como reconocimiento explícito del cierre de filas. Pero Feijóo estaba incómodo con el pacto y se notó en su intervención. Preguntó a Sánchez si se había vuelto de extrema derecha por pactar con el PP, pidió la dimisión del fiscal general del Estado, alentó a Sánchez a dejar de manosear el Tribunal Supremo y a que se sentara ante los medios para explicar todo lo que ocurre con su familia y su entorno. En otro momento, habría hecho una mención expresa al acuerdo, y al beneficio que suponía para estabilizar las instituciones judiciales, pero pasó por alto ese punto y prefirió centrarse en el ataque.

Muchos de quienes habían alentado al PP a seguir sin renovar el Poder Judicial ayer hablaban de acuerdo razonable, o de mal menor, o alertaban de que, a pesar de todo, el PSOE trataría de evitar que los jueces nombraran a los jueces y demás. La marcha atrás era difícil de explicar tras cinco años de negativas. Es obvio que había mucho malestar entre jueces y magistrados conservadores por la falta de nombramientos, que era urgentísima, y que la amenaza de Sánchez de seguir adelante con la renovación con o sin el PP, hizo entender a los populares que era mejor negociar que dejar todo en manos del PSOE. Llegar a ese acuerdo tiene un precio político que Feijóo no va a pagar ahora, pero que le cobrarán los suyos. Ayer había gente de derechas molesta con lo que veían como una cesión al PSOE, y muchos de ellos pensaban que con Ayuso eso no habría ocurrido.

De manera que quienes dan por acabada la opción de Ayuso para el PP harían bien en fijarse en dos aspectos: el primero es que, en esta partida larga, la recomposición de las derechas internacionales va a dejar poso en España, y en ese contexto, alguien con el perfil de la presidenta de la Comunidad representa mejor el tipo de líderes que se están consagrando entre las derechas. En segunda instancia, que es la esencial, el giro de la derecha de los populares se está produciendo con independencia de quien lo encarne. No hay un PP moderado y otro más radical, sino un deslizamiento continuo de uno hacia otro. Lo que estamos viendo en Europa es cómo las derechas tradicionales están perdiendo espacio y cómo las que quedan, que es el caso de la CDU, están adoptando posturas más rígidas. España no puede abstraerse de este movimiento general. Lo que los tiempos subrayan es que las tesis de Ayuso se están imponiendo electoralmente en muchos países y que también lo harán en España, sea quien sea el líder del PP y estén o no representadas por ella.

La visita de Javier Milei a la Comunidad de Madrid suscitó algunas críticas por parte del entorno de la derecha española. Entendían que no era un buen movimiento, en la medida en que un acercamiento tan expreso a un personaje excesivo lastraba a Díaz Ayuso, así como a su partido.

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