Destruir uva y ayudas para hacer del vino alcohol de quemar: los rioja se preparan para otro año gris

Todo apunta a que 2024 volverá a ser un año malo para la DOCa (Denominación de Origen Calificada) Rioja. Las ventas no remontan (-7% en el primer trimestre) y los productores reclaman ayudas que permitan ajustar la producción a la demanda. Este lunes venció el plazo para que los viticultores que se habían acogido a la cosecha en verde (la retirada subvencionada del fruto antes de que madure para delimitar la oferta) terminasen de destruir las uvas. La partida destinada este ejercicio, alrededor de 20 millones de euros, entre los 14 aportados por el Ministerio de Agricultura, cuatro veces más que en 2023, y los cinco sufragados por el Ejecutivo de La Rioja para garantizar que ningún solicitante se quedara sin compensación, dan idea de la magnitud del problema al que hacen frente los productores.

Además, un día después, este martes, el Gobierno regional aprobó la orden que regula las ayudas para destilar, es decir, para convertir el vino en alcohol de quemar, con una partida inicial de 15,8 millones de euros para desechar más de 18 millones de litros y que se podrá ampliar hasta los 17 siempre y cuando el resto de comunidades solicitantes no agoten sus cupos. El Ejecutivo vasco -Euskadi y Navarra son las otras dos autonomías con viticultores dentro de la denominación-, hizo lo propio a finales de junio. La destilación, una propuesta que hasta el año pasado nunca se había puesto encima en la DOCa Rioja, es otra de las soluciones a las que se ha acogido el sector para intentar ajustar lo cosechado a lo vendido. Esa es la máxima que más se escucha entre los productores y la solución a la que apuntan todas las voces consultadas para superar una crisis que comenzó en 2019, se agravó con la pandemia y perdura hasta hoy.

La clave está en “producir lo que seamos capaces de comercializar y garantizar la rentabilidad”, remarca Igor Fonseca, secretario general de Asaja en La Rioja. La cuestión es cómo. Cada vez más voces abogan por el arranque de viñedos, una medida extrema, pero necesaria, según sus defensores, para corregir los males estructurales que persiguen a la DOCa: que se haya permitido plantar en exceso. Ese es el fondo del asunto para muchos viticultores y bodegueros, que apuntan a que la crisis que arrastra la denominación va mucho más allá de un cambio de hábitos, de una moda que ha propiciado una caída mundial en el consumo de vino tinto.

“La tónica viene siendo muy parecida o quizás un poco peor en cuanto a comercialización”, señala Fonseca, en referencia a esa caída del 7% registrada en el primer semestre de este 2024. El porcentaje encierra además una realidad mucho más preocupante, las ventas interanuales se situaron por debajo de los 234 millones de litros, la marca registrada durante la pandemia, según datos del Observatorio Español del Mercado de Vino. “El sector ya se ha puesto manos a la obra”, añade el responsable de Asaja en referencia a la cosecha en verde y a las ayudas para la destilación, “pero quizás haya que tomar decisiones que no solo se ajusten al rendimiento o la transformación”, añade en conversación con El Confidencial.

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Fonseca se refiere sin mencionarlo al arranque de viñedos. Es un debate polémico entre viticultores, con partidarios y detractores, y que en los últimos tiempos ha generado mucho ruido y preocupación en un sector que es clave para la economía de La Rioja. Por eso Asaja defiende que para abordar con seriedad el asunto, más allá de rumores, se elabore “un estudio sobre la masa vegetal” que permita a los agricultores y bodegueros saber qué superficie hace falta para “atender las necesidades del sector”. La propuesta fue debatida en el pleno del Consejo Regulador del pasado mes de junio y salió adelante. En el órgano están representados los productores, sindicatos, bodegas y otras entidades, y la resolución adoptada marca un punto de inflexión en la institución, reacia hasta ahora a abrir el melón.

“En vez de hablar tanto, lo que nos hace falta es un análisis y una estrategia de arranque, si llega el caso, para saber qué tipo de viñedos se podrían ver afectados, cuántos viticultores, o qué plazos”, defiende Fonseca. En UPA, otra de las entidades agrarias representadas en el Consejo Regulador, no rehúyen el debate sobre el arranque de vides, una medida que solicitó Burdeos el año pasado. “Hay que analizar seriamente los números. La capacidad productiva que tenemos ronda los 6.500 kilos de rendimiento por hectárea. Y entendemos que no es justo que regiones como La Rioja, con un rendimiento tan ajustado, se esté plantando el arranque cuando hay comunidades con rendimientos de 18.000 kilos”, apunta el secretario general de UPA en la comunidad, Néstor Alcolea, en referencia a los productores volcados en la cantidad y no en la calidad.

Bodegas familiares: "El mercado va a acabar con los agricultores cuyo producto no tenga la calidad suficiente"

Alcolea es partidario de “unificar y ajustar” los rendimientos, ya sea en el conjunto de España o incluso de la Unión Europea. “Si hay menos consumo, hay que reducir el potencial productivo”, zanjan en UPA y para eso habrá que echar mano, sostienen, de las medidas que hagan falta. Las referencia de los sindicatos a la UE no son gratuitas. Si finalmente se solicita una medida para arrancar vides, para que sea subvencionada debe contar con el visto bueno de las autoridades comunitarias. Además, según remarca Fonseca, si el conjunto de viticultores de uva tinta del continente encaran el mismo problema es por “la óptica liberal que la Comisión ha tenido sobre la gestión de las plantaciones. En la última década, se ha tenido por máxima que había que crecer todos los años cuando no había una causa justificada para ello. El exceso de producción ha ido en contra de la comercialización y la rentabilidad”.

Para quien no hay duda sobre qué se debe hacer es para la Asociación de Bodegas Familiares, que abandonó el Consejo Regulador de la DOCa Rioja por considerar que la institución solo velaba por los intereses de los grandes productores. Fue la primera entidad que puso sobre la mesa el debate del arranque y están convencidos de que tarde o temprano el sector deberá adoptar la medida. “El arranque va a llegar, sea subvencionado o no. El mercado va a acabar con agricultores cuyo producto no tenga la calidad suficiente o que no tengan relevo generacional. Acabará llegando y nosotros lo que queremos es que haya ayudas para que estos arranques estén incentivados. No es quitar el problema un año, sino actuar a largo plazo. No podemos depender de las ayudas para la cosecha en verde y la destilación, es el mercado el que no perdona”, apunta Eduardo Hernáiz, presidente de Bodegas Familiares.